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 EL DOLOR DE UNA PÉRDIDA AMOROSA - 2ª parte



Octubre 02, 2015, 05:13:37 am
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EL DOLOR DE UNA PÉRDIDA AMOROSA - 2ª parte
« en: Octubre 02, 2015, 05:13:37 am »
NEUTRALIZA ESA CARGA PESADA QUE ES LA CULPA Y EL RENCOR

El despecho es el shock, el dolor por la herida que nos causa la ruptura o la separación del ser amado.

En toda situación adversa que causa pena y dolor, están presentes tres elementos:

La herida o daño o perjuicio causado por la ruptura o separación.

La deuda, dolor o sentimientos (ira, frustración, amargura, odio, rencor, culpa, despecho) que acompañan el recuerdo de la experiencia y que nos engancha emocionalmente al que nos causó la herida.

La cancelación o anulación de la deuda o liberación, que deviene de la satisfacción, reparación, reconciliación, devolución o el olvido y el perdón.

No son los hechos los que nos hacen sufrir sino el significado que le damos a los acontecimientos. Es el cómo percibimos, vemos, oímos y sentimos la experiencia de la ruptura y la separación y cómo esta se grava en nuestra memoria. El recuerdo ligado a las emociones que hacen que emerjan todos esos sentimientos y que se reflejan en nuestras reacciones corporales y en nuestra conducta es lo que nos hace sufrir y nos “engancha” a la situación y a esa persona que es hoy la causa de tantos sentimientos encontrados, pues unas veces la amamos y otras la odiamos, unas veces la culpamos y otras nos culpamos.

De cómo percibimos los hechos depende de nuestra personalidad, de nuestras experiencias, del control que tengamos sobre nuestras emociones, de la forma como enfrentamos y resolvemos nuestros problemas y de la decisión, voluntad y esfuerzo que realizamos para cambiar el recuerdo de la experiencia vivida.

Buscar explicaciones, una satisfacción, reparación, o la reconciliación inmediata es con frecuencia imposible –o se tarda demasiado o nunca se logra–. La herida permanece abierta, nuestro dolor no se cura y nos convertimos en personas angustiadas, frustradas, amargadas, malhumoradas, temerosas, pesimistas, solitarias, obsesivas, culpables, agresivas, conflictivas y enfermas, pues el recuerdo y las emociones negativas y los sentimientos encontrados, nos causan problemas físicos y psicológicos.

Para liberarnos de la pesada carga del recuerdo que lastima y limita debemos primero olvidar y luego perdonar.

Olvidar es una de las funciones de la memoria que nos permite liberar de nuestra conciencia, el dolor que acompaña las experiencias penosas.

El tiempo para olvidar es muy personal y es involuntario. No se pueden cambiar los hechos, pero si la experiencia de los mismos. Es decir, podemos esforzarnos por transformar el recuerdo y acelerar el proceso del olvido.

Transformar el recuerdo significa recordar y contemplar los hechos a distancia, neutralizando las emociones, colocándonos inclusive, en el lugar de la otra persona, sin juzgar, sin criticar, sin comparar, sin compadecerse, sin pena ni culpas, eliminando toda emoción anidada en nuestro recuerdo y que ha determinado la forma como hemos percibido la experiencia, para así estar en capacidad de perdonar.

Perdonar es liberar de la deuda o neutralizar (olvidar) las emociones ligadas al recuerdo de la experiencia o de aquel que nos causó el dolor. Sin embargo, el perdonar no borra el daño, no exime de responsabilidad al ofensor, ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Perdonar es un proceso complejo que solo nosotros mismos podemos hacer.

Perdonar no es aceptar pasivamente la situación, dejar hacer a la otra persona o culparnos por la situación.

Perdonar no es olvidar o negar la situación y dejar que el tiempo o Dios se hagan cargo. Tampoco es culpar a otros, a las circunstancias o al destino.

Perdonar no es justificar, entender o explicar por qué la persona actúa o actuó de esa manera.

Perdonar no es esperar por la restitución, por una satisfacción, por alguna explicación a los motivos que tuvo la otra persona para dejar la relación.

Perdonar no es obligar al otro a que acepte tu perdón o decirle “te perdono” para hacerlo sentir “humillado” . Tampoco es buscar u obligar a la reconciliación.

Perdonar es, en primer lugar, reconocer nuestros errores y perdonarnos a nosotros mismos. Esto es, aceptar lo que no podemos cambiar, cambiar lo que podemos y aprender a establecer diferencias, sin remordimientos, sin culpas, sin odios ni rencores.

Perdonar es buscar la solución a los conflictos, apartando de nosotros, todo sentimiento negativo como el rencor, odio, culpa, rechazo, deseos de venganza, pues son sentimientos inútiles que esclavizan y crean mayor frustración, mayor desesperanza.

Cuando no perdonamos no tenemos alegría ni paz. Nos volvemos impacientes, poco amables, nos enojamos fácilmente causando rivalidades, divisiones, partidismos, envidias.

Cuando no perdonamos, nuestras ideas y pensamientos se vuelven destructivos, pesimistas, erróneos; perdemos la confianza y respeto por nosotros mismos, desarrollamos conductas que crean mayores conflictos y nuestro modo de vida y nuestras relaciones con los demás, quedan afectadas.

Cuando no perdonamos estamos permitiendo que nuestra salud, nuestro crecimiento personal, nuestro desarrollo y nuestra vida, esté gobernada por la decisión y la conducta de alguien que nos dejó y que decidió por la separación.

Olvidar y perdonar nos permite en primer lugar, controlar nuestras emociones y reacciones. Eleva la autoestima, nos da mayor seguridad y confianza. Facilita la recuperación de la habilidad para aprender, discriminar y seleccionar nuestras respuestas ante situaciones futuras. Aprendemos además, a actuar con madurez y sabiduría frente a la adversidad.

Olvidar, perdonar y perdonarnos, aunque doloroso, es deshacernos de la pesada carga de la culpabilidad, la amargura, la ira que nos embarga cuando nos sentimos heridos. Es abrir caminos hacia la esperanza de nuevas oportunidades. Es crecer y desarrollarnos como personas positivas, libres para vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás.


SUGERENCIAS QUE PODRÍAN AYUDARTE A SENTIRTE MEJOR


Saber qué es el proceso de duelo, conocer el estrés que surge ante esta situación, reconocerlo y sobre todo, saber cómo está afectando nuestro organismo, es el primer paso en su manejo y control.

Haz un inventario de los problemas y las cosas que te causan tensión y estrés. Escríbelas y uno a uno, analízalos y busca alternativas para su solución.

Analiza tus pensamientos, tus ideas, tus emociones y tu comportamiento. Vive de realidades. No te refugies en ideas o fantasías, pues retrasas el proceso de duelo y te causa más angustia y depresión.
Deshecha los pensamientos y recuerdos intrusos. Cuando estos aparezcan trata de distraer tu mente en alguna actividad que te distraiga.

No te exijas más de lo que puedas dar.

Cuide tu alimentación. El tabaco, café y alcohol potencian el estrés.

Intenta dormir bien. Relájate con un baño de agua caliente, ejercicios físicos, alguna actividad que te permita descargar tus tensiones.

Visita al médico para examinar tu estado de salud. No dudes de buscar ayuda profesional si crees que lo necesitas.

Habla, di lo que sientes, lo que piensas, saca afuera todo lo que tienes dentro, esa hostilidad que no te deja estar en paz contigo mismo ni con los demás. Cuanto antes mejor. Aprenda a contar lo que te pasa. Duelo que no se habla, duelo que no cicatriza.

Practica el optimismo.

Aprenda a decir que NO cuando algo no te gusta o no te conviene.

Ríe más. El humor es una de las mejores formas de alejar el estrés y estimula la producción de una sustancia similar a las hormonas reductoras del estrés que se liberan a través del ejercicio.

No seas perfeccionista. No dejes que tu anhelo de perfección y el temor al fracaso te paralicen de ansiedad.

Controla tu malhumor. La gente que se disgusta en silencio corre aún mayor riesgo.

Debes buscar tiempo para almorzar, recrearte y descansar.

No pospongas, cuando algo deba ser hecho, hazlo de inmediato.

No generalices. No hagas comparaciones inútiles. Toda persona, toda situación es diferente por más similitudes que le quieras encontrar. La memoria y la imaginación nos causan malas pasadas.

Te pueden sobrevenir sentimientos de inferioridad, sentir que no vales nada y por ello sentirte inseguro, hostil, malhumorado, desesperanzado. Levanta tu autoestima, reconoce tu valer. Tienes todo un futuro por delante, no dejes que el dolor, el pesar te hundan en la tristeza y la desolación.

Evita buscar culpables. Esto crea odio y resentimiento. Acepta la realidad y los hechos tal como sucedieron.

Deja de sentirte culpable. El remordimiento y la culpa te crean angustia y desesperación y no te conduce a nada. La culpa es una de las emociones humanas más inútiles.

Tampoco guardes rencor. El rencor te amarga, te mortifica. Perdona y olvida.

Domina tus deseos de venganza y elimínalos de tu mente. Afronta la realidad, Fíjate metas y objetivos reales a corto plazo y utiliza todas tus energías y recursos para alcanzarlos.

Vive en paz y deja vivir. Cada uno de nosotros somos dueños de nuestra vida y de nuestro destino.

Escoge tus luchas cuidadosamente. Preocúpate de las cosas que puedes controlar, no de aquellas que escapan de tus manos.

Se fiel a tus sueños y esperanzas.

Haz ejercicios, te conviene. Aprende a jugar, utiliza técnicas de relajación, imaginería, meditación, convierte tus quehaceres en juegos.

Busca algún pasatiempo. Realiza alguna actividad que te guste. Aprende algo nuevo. Intenta arreglar cosas en casa o construye algo.

No te aísles. Comparte más tiempo con tus familiares, con tus amigos. Ten presente que la soledad trae amargura y depresión.

Tú puedes mostrar a la persona que realmente eres, sin afeites, sin irrealidades, sin engaños ni mentiras.

Tú puedes buscar formas para levantar tu autoestima, desarrollarte como una persona adaptada, sana, capaz de dar y recibir afecto.
Tú eres capaz de todo lo que te propongas. Solo depende de ti , de que lo hagas enfrentando la realidad con todas sus consecuencias y de los esfuerzos que hagas por lograrlo.

Algunos rasgos positivos propios del bienestar psicológico que pueden mejorar las capacidades y ayudar al bienestar y la salud de las personas son:

1.    Dormir, comer y trabajar bien
2.   Mantener relaciones sociales saludables
3.   Dominar alguna actividad o tarea
4.   Sentimiento de pertenencia y de sentido
5.   Control sobre nuestro propio destino
6.   Satisfacción de sí mismo y de la propia existencia.

La vida nos hace vivir situaciones de conflicto,
dolor, frustración, renuncia, duelo;
pero también está llena de alegrías, proyectos,
esperanzas, ilusión, lucha y adaptación.
De nosotros depende el énfasis que le demos al dolor,
al conflicto, a la culpa, a la venganza, al desinterés,
a la violencia,a la pasividad y a la frustración,
o dedicar todas nuestras energías físicas,
psicológicas, espirituales, morales y
toda la entereza de la que somos capaces
para reconstruirnos con optimismo y fe y
desarrollarnos como personas saludables, felices,
capaces de dar y recibir amor.
con confianza, con libertad, sin limitaciones, sin culpas, sin desesperanza, con oportunidades.

Alejandra Palacios Banchero
Psicóloga Clínica y Comunitaria



 

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