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 SUPERANDO LA MENTALIDAD DE VÍCTIMA



Agosto 19, 2011, 11:38:55 am
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SUPERANDO LA MENTALIDAD DE VÍCTIMA
« en: Agosto 19, 2011, 11:38:55 am »
SUPERANDO LA MENTALIDAD DE VÍCTIMA



Dentro de nuestra estructura de carácter todos tenemos múltiples personalidades o facetas. En general, la mayoría de nosotros compartimos esas facetas, y nos distinguimos en el grado en que las poseemos. Algunas personas presentarán una determinada característica de forma muy sobresaliente, y en otras personas apenas habrá unas pinceladas.

Entre ambos extremos hay múltiples matices y combinaciones, y es ahí, más o menos centrados entre los dos extremos, donde nos ubicamos la mayoría. Una de estas facetas es la personalidad víctima, cuyos rasgos más característicos son los siguientes:

- Sensación de que el mundo escapa a nuestro control, de manera que estamos a merced de los acontecimientos.
- Consecuentemente, sensación de impotencia.
-Tendencia acusada a responsabilizar a los demás (personas, instituciones, situaciones, grupos…) de nuestras circunstancias y nuestro sufrimiento.
- Inmovilidad, falta de energía, dificultad para pasar a la acción.
-En muchas ocasiones esto se acompaña de tristeza, amargura o ira, o una combinación de las tres.
-También puede experimentarse miedo al futuro y a lo que sucederá. La persona tiende a imaginarse todo tipo de catástrofes, o a ser alarmista.

Cuando se posee de manera muy acusada, este rasgo puede ocasionar mucho sufrimiento.La mejor forma de suavizar la mentalidad víctima y el sufrimiento que ella conlleva es convertirnos en nuestra propia “madre”. La mentalidad víctima es comparable a un niño pequeño asustado, inseguro e insatisfecho, y la madre constituye la figura proveedora y protectora por excelencia, de manera que, mediante el fomento de esta personalidad en nosotros, nuestro lado víctima puede ser consolado. Este símil puede darnos algunas claves para tratar nuestro lado víctima: si la madre es la que se preocupa por nuestras necesidades, un modo de atender a la víctima sería escuchar con atención qué necesitamos de verdad y procurar satisfacer esas necesidades.

Subrayo el “de verdad” porque no siempre lo que creemos que necesitamos es lo que de verdad necesitamos. Esto requiere mucha sinceridad con uno mismo y disposición a bucear en nuestra parte más interna. Pensemos en otras acciones de la madre: nos dedica mucho tiempo, aunque sea a través de actividades sencillas; sabe cuándo tenemos que descansar, cuándo tenemos hambre, sabe qué cosas nos agradan y nos hacen sentir bien, y nos escucha con amor incondicional. Por ello, también podemos dedicarnos tiempo a nosotros mismos y a las cosas que más nos gustan (como leer un libro, dar un paseo, una clase de baile…); descansar lo suficiente; regalarnos el placer de que nos den un buen masaje, bien alguien querido, o bien acudir a un balneario urbano; concedernos el disfrutar de una alimentación adecuada y equilibrada, aunque suponga el esfuerzo de preparar la noche de antes la comida para el día siguiente; solicitar a alguien en quien confiemos que escuche nuestros problemas.

Debemos ser cuidadosos con quién elegimos como confidente, porque en ocasiones los demás tienden a dar consejos cuando lo único que queremos es sentirnos escuchados y aceptados; y desde luego es una mala idea buscar apoyo en personas críticas que cuestionen nuestros sentimientos. A medida que nos convertimos en nuestra propia madre dejamos de considerarnos víctimas del mundo, pues sabemos que, suceda lo que suceda, siempre habrá alguien que nos cuide y consuele ante la adversidad: nosotros mismos, en colaboración con aquellas personas que elegimos para apoyarnos y crecer cada día.

(Marta Corral)

 

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