Buscandome

Bienvenido(a), Visitante. Por favor, ingresa o regístrate.

Ingresar con nombre de usuario, contraseña y duración de la sesión

 


Traductor Google

 ORIGEN DE UNA AUTOESTIMA BAJA



Septiembre 19, 2011, 01:06:00 pm
Leído 4870 veces

Desconectado Francisco de Sales

  • Administrator
  • *****

  • 7228
    Mensajes

  • Karma: 6

ORIGEN DE UNA AUTOESTIMA BAJA
« en: Septiembre 19, 2011, 01:06:00 pm »
Para comprender el origen de nuestra Autoestima tenemos que regresar hasta la infancia, y entender al niño o la niña que fuimos, pero con la mentalidad de entonces, sin los conocimientos ni la capacidad de pensar que tenemos ahora, sin este estado de adultez del que entonces carecíamos.
Tenemos que pensarnos en los 5 o 6 años, y visualizarnos en esa etapa; nuestros pensamientos giraban en torno a jugar y jugar.
Ni siquiera éramos conscientes de que teníamos un cerebro, y aún menos sabíamos de su utilidad. Tampoco éramos conscientes de que nos estaban educando, mejor o peor, ni de cómo nos afectaría eso más adelante.
Como éramos nuevos en el mundo y no conocíamos nada de él ni de la vida, y teníamos que aprender a ser el hombre o la mujer que somos hoy, nos fijábamos en la gente que teníamos a nuestros alrededor y tratábamos de imitarles.
Esto es realmente importante comprenderlo, porque en aquel momento, y sin que nos diésemos cuenta, estábamos tratando de incorporar en nosotros el arquetipo masculino, los hombres –observando qué hacía nuestro padre para repetirlo- o el femenino, en el caso de las mujeres –haciendo lo mismo con nuestra madre-, y el de la pareja, ambos –viendo cómo nuestros progenitores se relacionaban como matrimonio-.
Entonces, también te fijas en cómo te tratan tus padres para aprender cómo tienes que tratar tú a tus hijos, y copias el modelo: ves qué se hace en tu hogar familiar, y cuando llegue el momento de tener tus hijos les educarás como viste que hicieron contigo. Así se ha hecho durante siglos, si bien tenemos la fortuna de que nos ha tocado vivir la generación que se da cuenta de ello y trata de no repetir lo que está mal.

Aquel tiempo de la infancia era el tiempo de aprender y, como casi nunca nos explicaban lo que pasaba, sacábamos nuestras conclusiones e íbamos aprendiendo con la mejor voluntad posible, pero mal.
Al mismo tiempo, y como no teníamos un concepto claro de quiénes éramos –a esa edad no daba el cerebro para tanto-, nos íbamos formando una idea de nosotros mismos en función de la información que nos facilitaban.
Nuestros progenitores nos merecían confianza, por supuesto; no podíamos dudar de una madre que nos alimentaba, y nos cuidaba cuando estábamos mal, o de un padre que trabajaba para que pudiéramos estar todos juntos en un hogar, así que si nos decían cualquier cosa, nos lo creíamos sin dudar. Grave error.

Si nos decían que éramos torpes, eso quedaba anotado: “soy torpe”, y al “ser torpes”, actuábamos como torpes.
Entonces no nos dábamos cuenta, y ellos tampoco remarcaban el matiz de que nuestra torpeza era en comparación con un adulto, ya que si nos comparaban con otros de nuestra misma edad, y con la falta de habilidad o conocimientos de aquella época, éramos igual de “torpes” que los otros.


Si insistían en remarcar algún “defecto”, y ya que ellos eran los que sabían, pues dábamos por supuesto que tendrían razón y, efectivamente, sería verdad que estábamos cargados de defectos.
Si no nos prestaban atención, sentíamos que no éramos dignos de su cuidado, y que no éramos importantes para ellos ya que no nos atendían.
Si no nos sentíamos amados, en nuestra frágil e inexperta mente se iba asentando la tragedia de un pensamiento brutal: “¿Qué habré hecho yo que mis padres no me quieren?, ¿Tan malo soy?, ¿Tan indigno, que no merezco su amor?, Si mis padres no me quieren será que soy detestable. Claro, por eso no me quieren…”

Comenzamos a tener una idea global: soy torpe, tengo muchos defectos, no merezco que me presten atención, no soy digno ni siquiera del amor de mis padres…
Si a esto añadimos que siempre hay alguien que te dice que si no apruebas no vas a llegar a nada en la vida, y resulta que tú no apruebas; o te dice que tú no vales y te comparan con otro que dicen que sí vale; si sientes descalificaciones continuas, o castigos cuya razón u origen no terminas de comprender; si te hieren emocionalmente, si no recibes abrazos, si nadie te valora o te anima… entonces ya te convences del todo de que no vales o no mereces.

Humillaciones cuando te equivocas o tropiezas, desprecios cuando muestras tu soledad, desatención cuando pides ayuda, desamor cuando necesitas cariño y sentirte acogido, abandono cuando pides compañía o muestras miedo, lograr que te sientas culpable por lo que no supiste hacer mejor o por cosas en las que tú no tienes nada que ver, no escucharte cuando quieres decir algo que para ti es importante…

Si los educadores, en el hogar o en la escuela, eran rígidos dictadores que controlaban y atemorizaban, eran severos y amenazantes, exigían una obediencia impuesta, se enfurecían continuamente, y condenaban con gritos o burlas, entonces desmerecían la Autoestima del niño y le recalcaban su inutilidad y su falta de valía personal y de un futuro optimista.

Luego están los condicionamientos sociales: si estás gordo o delgado, no estás físicamente bien; si no cumples los requisitos de la moda, o si no eres estéticamente como digan que es lo correcto en esta época, no vales; si no “triunfas” en la vida en general, en el amor en particular, o en lo económico, tampoco vales.
Eso te dice la sociedad, entregándote este regalo envenenado para que lo añadas al bajo concepto que ya tuvieras de ti.
La sociedad impone unas modas o condiciones, y te hace ver que si no las logras o respetas, eres un fracasado y no vales.
Lo dice sin palabras, pero una persona con la Autoestima Baja que considera que parte de su valía depende de la aceptación de los demás, puede llegar a hacer cosas que no le agraden, como beber o fumar en su grupo, o vestir de cierto modo, aunque no le guste, para que no la marginen.
La misma sociedad rechaza a ciertas personas que, si tienen un carácter débil, acabarán marginados y convencidos de que no son aceptados y eso repercutirá también en su Autoestima: extranjeros en ciertos países, los que tienen taras físicas o no son hermosos, los que son muy gordos o muy bajos, los discapacitados, las personas tímidas, los que tiene una economía pobrísima… 

Y si, además, tus educadores no se encargaron de hacerte sentir que eres un Ser único que no se ha de comparar con los demás, o si no te motivaron para que fomentaras tus cualidades o virtudes; si no confiaron en ti ni te hicieron ver el lugar importante que ocupas en sus corazones; si no te permitieron que vivieras momentos importantes imborrables; si no recibiste el refuerzo de una felicitación cuando la mereciste… todo eso tampoco contribuye al afianzamiento de una Autoestima razonable.

Con esta excesiva y dramática carga vas por la vida.
Casi avergonzado de tener que convivir contigo mismo, procurando que los otros no se den cuenta de la mala persona que eres - que te han dicho que eres, aunque no sepas darte cuenta de la diferencia y estés pagando por ello-,

Ya hemos visto el origen de algunos ingredientes de una Autoestima Baja, pero hay más.


LA CREENCIA DE QUE UNO NO VALE O NO ES MERECEDOR
Esto ya ha quedado explicado. Es sólo una creencia, pero le damos la autoridad suficiente como para que desprestigie nuestra imagen, y para que desacredite el concepto que tenemos de nuestra persona.
Y no siempre palabras despreciativas o insultantes las que nos dañan: la desatención y el silencio también graban a fuego su pesada influencia.


DARSE CUENTA DE QUE HAY MUCHAS COSAS PERSONALES QUE A UNO NO LE GUSTAN

Pero quedarse en el “no me gustan”, o en el “qué mártir soy”, o “¿por qué me ha tocado a mí?”, o “yo no tengo la culpa”, no va a resolver nada, sino que nos va a anclar a una situación que ya no tiene nada de enriquecedor y es una losa que nos lastra y nos ciega la vista de un presente espléndido.


SENTIRSE POCO QUERIDO O DESPRECIADO

En muchas ocasiones no nos quieren más porque no nos conocen; si conocieran al auténtico que se esconde detrás de la máscara de pesar y duda, encontrarían a un Ser necesitado de Amor, pero también lleno de un Amor para entregar que aún no ha encontrado destinatario.
Sanar a la persona herida para entregarla en su integridad y plenitud, a sí mismo y al mundo, es una tarea alentadora y gratificante. La persona que va a Renacer a lo largo del Proceso es una persona que será, sin duda, apreciada y querida.



NO HABER SIDO ATENDIDO EN LA INFANCIA

O sentirlo así.
No siempre los recuerdos coinciden con la realidad.
Si un niño de cuatro años acompaña a su madre a un centro comercial, se distrae de su cuidado, y durante dos minutos permanece sin ella, hasta que nerviosa y a punto del infarto le encuentra tras buscarle desesperadamente, puede llegar a pensar que su madre le ha abandonado, y mantener por vida el recuerdo de que su madre le abandonó.
Si uno creyó oír una palabra con una intención cuando era otra intención distinta; o interpretó un silencio como un desprecio; o esperaba algo del otro sin habérselo pedido y el otro no supo adivinarlo… la realidad fue una, pero el sentimiento del recuerdo puede ser otro, y puede estar amargado, o convertirse en una herida abierta.
Si el caso del sentimiento de abandono no es sólo un sentimiento, sino que realmente sucedió, conviene revisar las circunstancias de entonces, para tratar de comprenderlas.
Puede ser que, de niños, sintiéramos a nuestro padre como casi siempre ausente, o inaccesible cuando estaba en casa. Quizás habría que tener en cuenta la posibilidad de que tuviera que trabajar más de lo normal para pagar los gastos del hogar, y nuestra comodidad o estudios, y llegara a casa cuando ya estábamos dormidos, o regresara tan cansado que no tuviera fuerza para atendernos. En la mente del niño, que es sanamente egoísta, no queda registrada esta explicación, sino el sentimiento que la situación provocaba.



LA DECEPCIÓN POR EL RESULTADO DE ALGUNAS DE LAS EXPERIENCIAS QUE TUVIMOS EN EL PASADO

En este caso concreto conviene tener en cuenta que cualquier cosa que sucedió en el pasado ya le pertenece al pasado, y no a nosotros. Insistir en reprocharse una y otra vez lo que pasó, sea lo sea, no colabora en la mejoría de la Autoestima Correcta, sino que refuerza la Baja.
Lo que pasó, pasó.
Uno hizo lo que pudo, o no hizo nada, o padeció lo que le tocó padecer, o sobrevivió del modo que fue posible para llegar a este hoy en que está dando los primeros pasos para resolver su pasado, purificarlo, y reconstruir otro que mejore notablemente todo lo anterior.
¿Reprocharse el pasado?, ¿Para qué?, ¿De qué sirve?, ¿En qué ayuda?
El pasado tiene una cosa buena: es la escuela donde hemos aprendido a vivir, pero no nos podemos enfrentar aún enojados al método que usó para enseñarnos, sino que nos debemos limitar a extraer la enseñanza y usarla en bien del presente y como inversión para un futuro satisfactorio.

Es realmente importante investigar con la mente, evocar con el recuerdo, relajarse y viajar en el tiempo a la infancia, meditar, escucharse, o hacer cualquier cosa que nos ayude a encontrar el origen de la Autoestima Baja, para que podamos comenzar a reparar lo que sea necesario para tener un presente de paz y armonía.

Ya conoces algunas pautas, pero iremos viendo más.




 

TinyPortal 1.6.5 © 2005-2020