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 SABER VIVIR



Octubre 11, 2011, 10:17:41 pm
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Desconectado Francisco de Sales

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SABER VIVIR
« en: Octubre 11, 2011, 10:17:41 pm »
Podemos llegar a ser buenos en eso de prepararse para vivir, cosa que, según decimos un poco equivocadamente, es estudiar y tener una carrera u oficio.
Pero no somos nada buenos en Saber Vivir.

Somos capaces de sacrificar varios años para obtener un título académico, y podemos esforzarnos para comprar un coche u otra cosa.
Pero no somos capaces de darnos cuenta de que estamos vivos. Y que esta es la única oportunidad en que podemos estar vivos.

Vivir no se puede aplazar como aplazamos un viaje para el verano, o como aplazamos el aprender a pintar para cuando nos jubilemos.

Vivir es una opción consciente y voluntaria. Si no se decide conscientemente vivir, con todas sus consecuencias, lo que se hace es malvivir, pasar el tiempo, gastar mal los días, derrochar la vida o morir. Esta es la realidad, aunque nos engañemos llamándole “vivir”.
Vivir, pero vivir de verdad, es más complicado, aunque más satisfactorio. No vivir, es más sencillo: no hay que hacer, ni pensar, ni decidir, sólo dejar que pasen los días, y esperar a que llegue la vejez para lamentarse entonces de que se ha pasado la vida y no se ha vivido.

Vivir requiere una atención concienzuda, dispuesta y continua.
Vivir bien, del modo correcto y adecuado, plenamente, requiere más dedicación y voluntad que una carrera universitaria.

En el estudio, por ejemplo, se requiere concentración y abstracción; en el vivir se requiere alternar momentos de introversión y ensimismamiento con otros muchos de extraversión.
Simbólicamente, la vida espiritual está dentro y la vida física está fuera: el equilibrio es manejarse bien en los dos mundos y tener ambos bien atendidos.

Saber vivir es saber estar despierto y darse cuenta plenamente del instante preciso en que uno está.
Y es, también, evitar los prejuicios y los entorpecimientos que nos impiden vivir en plenitud.

La vida es un acontecimiento maravilloso, a pesar de que algunos sucesos nos hacen opinar lo contrario, porque cualquier contrariedad que nos presente la vida –que hay que entenderla como parte intrínseca de la vida-, no entorpece ni minusvalora la delicia de estar vivo y de vivir.

Saber vivir implica tener la valentía de deshacerse de lo superfluo, de lo que estorba, de lo que ata y apega, de lo que resta luz a la vida.

A menudo dejamos de valorar la vida porque “tenemos tanta por delante…”, o porque “lo que no haga hoy lo haré mañana, o lo que no pase hoy puede pasar mañana…”
Los días sí se repiten, pero no las vivencias que lleva cada día.
Mañana será otro día, como dice el dicho. Eso. Otro día. No éste. Éste no volverá. Y cada día se merece ser ennoblecido. Tenemos la obligación ética y moral de degustar en plenitud cada uno de los días que Dios o la vida nos han regalado. Es el mejor homenaje que le podemos hacer a cada uno de los días: amarlo en forma de prestarle atención y llenarlo de satisfacciones.

La vida, el conjunto de la vida, se hace a base de ir sumando cada uno de los días vividos.
Si los vamos dejando vacíos de contenido, apocados, desangelados, muertos, despreciados, sin sentimientos, o si los llenamos de quejas, de tristeza, o de indiferencia, en algún momento nos arrepentiremos de ello.

No se puede “descansar” de vivir: hay que hacerlo con toda la vigilancia y el esmero posible, degustando cada uno de los instantes, notando en cada segundo el aire en nuestra cara, lo que ven nuestros ojos, la emoción que nos corre por las venas, los pasos que damos, y el gesto que nos acompaña, y todo ello con intensidad, con vigor, y con eficacia.
Y en los momentos en que no hacemos, es conveniente ser muy conscientes de ese “no hacer”; darse cuenta del placer del descanso, de la mente que no está enfrascada en resolver problemas, de los placeres que nos proveen los sentidos… vivir… hay que vivir… y todo es vivir, menos estar aletargado o pasmado.
Es preferible cambiar los “pasatiempos” o los “matarratos” por consciencia en algo que nos guste y que nos dé placer. Es mejor llenar la vida de momentos que gustan y aportan satisfacción que de momentos vacíos de contenido y llenos de nada.

Relacionarse más con los seres queridos es una buena forma de enriquecer los momentos de nuestra vida: nos van a llenar el corazón de flores y los oídos de música.

Es bueno tener preparada una serie de cosas para hacer cuando no apetece hacer nada. Que sean cosas de esas que sabemos de antemano que, aunque nos dé pereza comenzar, luego nos van a llenar de satisfacciones.

Saber vivir es todo un arte, y lo iremos viendo en los próximos capítulos.



(Una de las señales que delatan a los que saben vivir es que sonríen a menudo con el corazón)

 

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