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 EL PODER DE TUS PALABRAS (primera parte)



Octubre 21, 2011, 05:05:44 am
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Desconectado lucía riaño

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EL PODER DE TUS PALABRAS (primera parte)
« en: Octubre 21, 2011, 05:05:44 am »
EL PODER DE TUS PALABRAS


Usa el poder de tus palabras para lograr tus objetivos.

¿A veces sientes que tus palabras salen solas de tu boca? Cuidado, porque debes tener tú el control de lo que quieres decir. Te enseñamos a conseguirlo.

Cuando hablas, ¿Sueles conseguir cosas diferentes a las que pretendes? No eres el único. Es difícil hacerse entender por los demás, sobre todo porque cuando hablamos, habitualmente lo hacemos sin pensar antes en lo que pretendemos conseguir. Pero siempre lo hacemos por una razón, aunque sea inconsciente. Si lo que quieres es que los demás te entiendan y acepten lo que dices, la clave está en decir, con serenidad y respeto, solamente lo que realmente quieres comunicar.

Hablar mucho no es hacerse entender

Todos conocemos a alguna persona que no para de hablar y acapara cualquier conversación. Estas personas, son famosas por la cantidad de palabras que utilizan en muy poco tiempo, pero no por lo que dicen. De hecho, apenas recordamos lo que nos han dicho, cuando nos separamos de ellas. Todos solemos rehuir a las personas que hablan demasiado porque nos confunden, nos aburren, y nos resultan pesadas. Después de estar con ellas, tenemos la sensación de haber pasado un mal rato, escuchando palabras que ni siquiera hemos sido capaces de entender. Como en casi todas las cosas, la calidad suele ser mejor que la cantidad. Por ello, cuidar la calidad de nuestras palabras es importante si queremos que los demás entiendan perfectamente lo que decimos. Pero no todo está en las palabras. Tan importante como las palabras es la forma que tenemos de utilizarlas.

¿Te reconoces cuando hablas?

Somos lo que decimos. Tus palabras y expresiones son un reflejo de ti mismo, de lo que piensas, de lo que sientes, y de cómo te relacionas.

Generalmente, hablamos sin darnos cuenta que nuestras palabras son como nuestro carnet de identidad ante quienes nos escuchan. Cuando conoces a alguien por primera vez, tus palabras son lo segundo que recibirá de ti, después del aspecto físico. Son lo que podemos llamar la segunda impresión, puesto que la primera es más visual. Sin embargo, si tenemos un encuentro con una persona ciega, el planteamiento es bastante distinto. Entonces, nuestras palabras son nuestra única carta de presentación. Al no existir la impresión visual, la persona que nos escucha se formará una opinión sobre nosotros, por las palabras que usamos. Es posible que si nos imagináramos que todo el mundo es ciego, nos resultara más fácil ser conscientes de lo que representan para los demás, nuestras palabras. Pero la pregunta más difícil de contestar no sería esta, sino otra que requiere de una reflexión mayor. ¿Qué representan tus palabras para ti mismo? Probablemente, nunca te has planteado el hecho de que cuando hablas, te muestras al mundo y a ti mismo, pero no siempre lo haces como realmente eres. Por eso, es importante asegurarte de que hablas siempre desde ti mismo, y no llevado por palabras o expresiones que hayas podido escuchar decir a otros.


Cuidado con las frases hechas

Uno de los mayores peligros con los que te encuentras, a la hora de intentar hablar desde ti mismo, son las llamadas “frases hechas.” Son un conjunto de frases, palabras o expresiones que han sido utilizadas desde tiempo inmemorial por los demás, y que hemos heredado de nuestros padres, educadores, familia, amigos, etc. Esto suele ocurrir sobre todo durante la infancia, que es cuando empieza a formarse nuestra forma de hablar. Como los niños aprenden a través de los ejemplos de otros, es muy normal que guardemos en nuestra memoria, innumerables frases hechas de las que solemos echar mano en muchas ocasiones. Van desde expresiones más o menos cortas que utilizamos con soltura, a refranes populares, opiniones colectivas, etc. Sin embargo, quizá para las personas que nos las transmitieron, eran relevantes en el momento y en el contexto en que las dijeron, pero ¿Te has planteado si lo siguen siendo ahora para ti? ¿Realmente quieres utilizarlas, o simplemente te salen porque están ahí dentro, en tu almacén de palabras, dentro de tu memoria? Es muy probable que recurras a ellas mecánicamente. Esto no tendría demasiada importancia si todo acabara en esas palabras o frases de otros que utilizamos, pero lo que ocurre es que las traducimos en la mente, en conceptos que nos provocan una creencia ciega en ellas, sean verdaderas o falsas en nuestras circunstancias, seguro que muy diferentes de las de quienes nos las enseñaron. ¿Qué ocurre entonces? Que nos habituamos a no analizar los hechos por nuestra cuenta y riesgo. Nos hemos acostumbrado a salir del paso, echando mano del almacén de la memoria y a hablar sobre la marcha. Y esto también repercute en los demás, pues reciben palabras o frases equívocas, formándose una cadena de errores, que pueden provocar malestar en muchas personas. Esto ocurre por ejemplo, además de con las frases hechas, con ciertos refranes de la sabiduría popular.


Deshazte de automatismos

La experiencia de otros no siempre es válida. Seguramente, para muchas de las personas que utilizaban frases hechas cuando tú aún estabas educándote, eran muy válidas y tenían sus razones para utilizarlas. Pero ahora es importante que reflexiones sobre algunos puntos interesantes.
Primero: Seguramente las personas que te educaron pertenecen a otra generación anterior a la tuya, por lo que muchas de esas frases hechas pueden estar ahora en desuso, porque quizá ya ni exista la razón por la que se utilizaban, luego devolverlas a la vida puede ser un gran error.
Segundo: ¿Te has planteado si realmente quieres utilizar estas frases hechas? ¿Las habrías inventado tú de no haberlas aprendido de otros? Es posible que te sorprenda tu respuesta.
Tercero: Es importante que te plantees qué significan realmente para ti, esas frases hechas que utilizas, pues también es probable que al decirlas, les estés dando un significado distinto al que en realidad tienen y por este motivo estás provocando más de un malentendido, cuando las utilizas.


¿Hablas por boca de los demás?


Descubre si las expresiones que utilizas de forma recurrente, se corresponden con lo que piensas, o bien las has “importado” de otras personas. Del mismo modo que tus palabras influyen en los demás, lo que otros dicen también influye en ti. Sin embargo, comprender las razones que tienen otros para hablar de determinada forma, te ayuda a expresarte siempre desde tu perspectiva. Para distinguir tu propia opinión sobre algo, es importante saber que la mayoría nos dejamos llevar por lo que oímos a nuestro alrededor, y no siempre es fácil abstraerse de opiniones ajenas, antes de dar la nuestra.
También es fácil que en ocasiones las palabras de los demás, puedan hacernos daño. Pero recuerda que lo que uno dice, muestra siempre lo que siente, en el momento en que lo está diciendo. Por ello, no permitas que te haga daño quien no puede hacértelo, pues es posible que utilice determinadas palabras nocivas porque así se siente, y no porque en realidad piense que tú seas, lo que está diciendo.


Generalizar no es acertado

Solemos tener un vocabulario generalizado para algunas situaciones, que todos utilizamos habitualmente de forma incorrecta. En algunos casos, este vocabulario puede ser incluso machista o xenófobo, y apenas somos conscientes de ello. Por ejemplo, cuando algunos hombres van conduciendo y quieren quejarse de otra conductora, suelen utilizar la tópica frase hecha: “¡Mujer tenías que ser!”. Pero no es acertado decir que todas las mujeres conducimos mal. Algunas mujeres dicen: “¡Hombres!”, de forma despectiva, ante un comportamiento negativo que se suele considerar masculino, como las guerras, la violencia de género, etc. Sin embargo, lo hacen sin tener en cuenta que, en una única palabra están concentrando todo un abanico de significados posibles. Desde “¡Qué malos son los hombres!” hasta “¡Los hombres son los culpables de todo lo malo de este mundo!”. Sin embargo, ni todos los hombres son violentos ni hacen las guerras, ni tampoco todas las mujeres piensan así de los hombres, luego es mejor tener cuidado, porque con las palabras podemos transmitir un significado general que no siempre se adecúa a lo que queremos decir.


Descubre cuál es tu auténtico lenguaje:

Para saber qué tipo de frases hechas o palabras sueles utilizar de forma casi inconsciente, sin haberte parado antes a pensar en si realmente crees en ellas o no, te sugerimos que hagas este pequeño ejercicio:

Anota todas esas expresiones en una lista. Las palabras, frases o expresiones que sueles usar sin saber muy bien si realmente quieres usarlas. Escríbelas en la parte izquierda del folio, para dejar un espacio libre a la derecha. Anota, al lado de cada expresión, el nombre de la persona de la que vienen. Aquella persona a quien se la oíste decir: tu madre, tu padre, tu hermano, tu profesora, tu amigo, etc. Ahora intenta recordar cuál fue la situación o situaciones, en las que esa persona suele usar esa expresión. Es posible que recuerdes tan solo la última, o quizá la primera, no importa, anótalas. Lo importante es que hagas un pequeño esfuerzo con tu memoria. Escribe ahora por qué crees que esa persona suele utilizar esa expresión, o por qué crees que la usó en el momento en que lo hizo. ¿Cuáles eran sus circunstancias? ¿Qué crees que sentía en aquel momento? ¿Cuáles eran sus razones para hablar así?, etc. Estas reflexiones son importantes porque gracias a ellas te darás cuenta de las muchas veces que todos hablamos sin usar nuestras propias palabras. Tras la reflexión, piensa en qué expresión te gustaría a ti utilizar en lugar de la que anotaste al principio del ejercicio. Quizá sea una completamente distinta con un significado también muy diferente, o es posible que descubras que si utilizabas esa expresión es porque en realidad quieres hacerlo. Sea como sea, es importante que las palabras o expresiones que más sueles utilizar, sean de tu propia cosecha, pues quienes las escuchan, las recibirán como parte de tus señas de identidad.







 

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