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 LA TRAMPA DE LA MOTIVACIÓN: ESPERAR A QUE LAS GANAS APAREZCAN POR ARTE DE MAGIA



Marzo 09, 2020, 07:55:03 am
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LA TRAMPA DE LA MOTIVACIÓN: ESPERAR A QUE LAS GANAS APAREZCAN POR ARTE DE MAGIA

Gema Sánchez Cuevas


Solemos decir que estamos desmotivados porque nos sentimos perdidos, inseguros y desconfiados en relación a nuestro objetivo, mientras esperamos que las ganas de continuar surjan como por arte de magia. Sin embargo, según Russ Harris estamos confundidos. Hablamos sobre la trampa de la motivación.

¿A quién no le gusta estar motivado? Disfrutar de ese impulso que nos empuja a continuar, a seguir adelante, que nos susurra que es posible conseguir nuestro sueño y que nos anima a seguir luchando porque nos encontramos inspirados es realmente fascinante.

Cuando estamos motivados parece que todo es posible o al menos todo aquello que esté relacionado con nuestro objetivo. Sin embargo, muchos son los que se caen en la trampa de la motivación cuando sus fuerzas flaquean y la desilusión y las dudas hacen acto de presencia o bien cuando desean conseguir algo, pero no saben por dónde empezar. Profundicemos.

«Antes que nada, la preparación es la llave del éxito».
-Alexander Graham Bell-

¿QUÉ ES LA MOTIVACIÓN?

Según el médico y psicoterapeuta inglés Russ Harris, no tener motivación es imposible, ya que en cada acción que llevamos a cabo existe cierto grado de motivación subyacente. De alguna manera, cada comportamiento que ponemos en marcha es para conseguir algo.

Dar una charla, comer una magdalena, conducir, avisar de que nos encontramos enfermos, llamar por teléfono, sentarnos en el sofá, leer un libro o hablar de cualquier tema, en todas y cada una de las acciones anteriores hay un propósito, una intención, una motivación, aunque ni siquiera nos demos cuenta.

Entonces, ¿en qué consiste la motivación? Según Harris, en el deseo de hacer algo. Estar motivado no es sentir una magia poderosa que nos lleva a actuar repentinamente ni una inspiración divina que nos inunda, sino desear hacer algo. Así sin más.

Para comprenderlo mejor pongamos un ejemplo. Desde hace meses estamos escribiendo una novela, pero desde hace una semana notamos que nos encontramos desmotivados porque no tenemos tiempo y llegamos cansados del trabajo. Ya no escribimos, sino que pasamos ese tiempo viendo la tele, hablando o tumbados en el sofá. En esta situación, nuestro deseo de ver la tele o tumbarnos en el sofá es mucho mayor que nuestro deseo de seguir escribiendo la novela. Está bien, lo primero que pensamos es que queremos escribir, pero no tenemos ganas ni tiempo, estamos agotados. Ahora bien, ¿cuál es el propósito de ver la tele o estar en el sofá?

Quizás sea relajarnos, estar cómodos o calmados, o sea sentirnos bien a corto plazo porque evitamos la molestia de escribir. Lo que ocurre es que a largo plazo esto no nos ayuda a cumplir nuestro sueño. ¿No sería más bien que en lugar de no tener motivación, precisamente la motivación para evitar el malestar y hacer lo que queremos a largo plazo se impone a nuestra motivación de escribir, publicar un libro y compartir lo mejor de ti mismo con los demás?

Por lo tanto, cuando decimos que no estamos motivados, lo que realmente queremos decir es que deseamos hacer algo que es importante para nosotros, pero no estamos dispuestos a ponernos en marcha si no estamos felices, seguros, confiados y llenos de energía. Así, mientras nos encontremos cansados, inseguros, desconfiados o perezosos difícilmente nos pondremos a ello…

«No te quedes sentado esperando que lleguen las cosas a ti. Lucha por lo que quieres, hazte responsable de ti mismo».
-Michel Tanus-

EL VACÍO DE MOTIVACIÓN

Si entendemos la motivación como un sentimiento es muy probable que nos quedemos atascados. Así, si nos sentimos bien, positivos y animados diremos que estamos motivados, pero si estos sentimientos se apagan o desaparecen diremos que estamos desmotivados. Ahora bien, ¿por qué?
Muy sencillo. La motivación como un sentimiento nos lleva a caer en la trampa de pretender experimentar los sentimientos adecuados antes de iniciar cualquier acción, por lo tanto nos quedamos estancados esperando. Esto es la trampa de la motivación.

La cuestión es: ¿de verdad pensamos que la motivación aparecerá por arte de magia? Ahora bien, si reconocemos a la motivación como un deseo más que como un sentimiento todo será diferente, pues es posible cambiar nuestro comportamiento. De esta manera, podemos valorar los diferentes deseos que tenemos y reconocer qué es lo que motiva cada una de nuestras decisiones. Además, podremos diferenciar entre los deseos que van encaminados a evitar el malestar y aquellos que están de acuerdo con nuestros valores.

De nosotros depende si queremos una vida regida por la evitación o una vida regida por nuestros valores. Eso sí, no podemos olvidar que uno de nuestros instintos más básicos es el deseo de evitar el malestar, por lo que no es posible eliminar esta tendencia, pero sí decidir actuar según nuestros valores en su lugar. Por lo que no es que tengamos que estar motivados, sino más bien comprometidos con lo que queremos.

Así, según Russ Harris, la acción comprometida es lo primero; sentirse motivado viene después. Es decir, primero las acciones y luego los sentimientos. Es mucho más enriquecedor y satisfactorio actuar de acuerdo a nuestros valores y aún más todavía si además aparecen los sentimientos que deseamos después, aunque esto último no tiene porqué ocurrir siempre, ya que en cuestiones de sentimientos no hay garantías.

LOS ARGUMENTOS DE NUESTRA MENTE

A la trampa de la motivación hay que sumarle todos esos mensajes que los medios de comunicación, ciertos libros y personas nos lanzan constantemente sobre cuáles son las estrategias necesarias para estar motivados. A menudo, suelen señalar dos principalmente: la disciplina y la fuerza de voluntad.

Lo que ocurre es que si nos creemos esto, volveremos a caer en la trampa de la motivación.

•   En primer lugar, nos encaminaremos en la búsqueda de esa fórmula mágica que nos haga sentir motivados, en lugar de comprometernos con la acción.
•   Y en segundo lugar, cuando no la encontremos, tomaremos la decisión de dejar de hacer lo que nos importa porque la disciplina o la fuerza de voluntad que tenemos no es suficiente.
•   
Ahora bien, si reflexionamos sobre ello, nos daremos cuenta de que tanto la disciplina como la fuerza de voluntad son otros modos de llamar al compromiso de acuerdo a una serie de valores, así como a hacer lo que sea necesario para conseguir lo que queremos, aunque en determinados momentos no nos apetezca hacerlo.

Tan solo hay que desechar la creencia de que las ganas vendrán por arte de magia y comenzar a cultivar esa actitud comprometida con nuestro objetivo. Porque no lo olvidemos, primero hay que obrar de forma coherente con nuestros valores, independientemente de cómo nos sintamos. Y una vez establecido este hábito, el sentimiento de disciplina o fuerza de voluntad aparecerá.

Por lo tanto, es momento de abandonar la sala de espera de la motivación y dar el paso para comprometernos con nuestro objetivo de acuerdo a nuestro sistema de valores. Solo así, aparecerán esas ganas que tanto deseamos y que de alguna manera nos impulsan a conseguir nuestros sueños.


 

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