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 EL ROSTRO DESCONOCIDO DE JESÚS (SEGUNDA PARTE)



Enero 30, 2012, 02:59:42 pm
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Desconectado Irene Zambrano

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EL ROSTRO DESCONOCIDO DE JESÚS (SEGUNDA PARTE)
« en: Enero 30, 2012, 02:59:42 pm »

El rostro de Jesús, modelo bizantino

Los frescos bizantinos o románicos cumplían un papel semejante a los carteles publicitarios contemporáneos. El artista bizantino no deseaba ser original; su función era impregnar a los fieles de cierta atmósfera religiosa. Asimismo, la pintura románica era una escritura simbólica, hecha para recordar a los cristianos -a menudo analfabetos- los temas de la Biblia. El rostro y el cuerpo de Jesús cambiaban de estilo según las formas artísticas. Estos cambios tienen una explicación para el historiador Ernst Gombrich: "Las formas del Arte se adaptan a su función social, pasan por un proceso de selección, de mutación, y luego de supervivencia de las más adaptadas. Una vez separado el modelo que parece más evidente o más convincente, la presión social eliminará las imágenes no conformes'.

Jesús, a través del Antiguo Testamento

La Biblia judía se divide en tres secciones: Torá (Pentateuco), Neviém (Profetas) y Keturím (Hagiógrafos). Su analogía cristiana es el Antiguo Testamento. De entre los libros proféticos, Isaías es el más ilustre de los profetas del siglo VIII a. de C. Su acción profética se desarrolló en los últimos cuarenta años de esa centuria. Profetizó el desarrollo de los acontecimientos y los sensibles cambios sociopolíticos universales, como también sus consecuencias para la suerte de los reinos de Israel y Judá. Referente a Jesús predijo: ' ... no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos más sin atractivo, para que le deseemos...' (Isaías 53:2).

Los Salmos -escritos poéticos hebreos-, en su origen se transmitían verbalmente antes de tomar forma escrita. Se redactaron durante más de mil años desde la época de Moisés. Desde su composición inicial, pudieron sufrir modificaciones y añadidos que le imprimieron el sello -social, político...- de la época y el carácter peculiar de sus redactores. El Salmo 45 nos describe a Jesús así: "Eres el más hermoso de los hijos de los hombres, la gracia se derramó en tus labios; por tanto Dios te ha bendecido para siempre' (Salmos 45:2). Es obvio que la descripción de Jesús en Isaías y en Salmos son diametralmente opuestas.


Jesús según los padres de la Iglesia

Los padres apologéticos justificaron la práctica cristiana y una exposición de la fe. Su primer objetivo era demostrar la verdad del cristianismo frente a los judíos, explicando cómo el Evangelio constituye la realización de las promesas, refutando las acusaciones de que era objeto la Iglesia, discutiendo las inconsecuencias del paganismo y exponiendo la pureza de la conducta de los cristianos.

Presumiblemente, los padres de la Iglesia de los siglos I y II conocían ambos versículos veterotestamentarios -que reflejaban imágenes de Jesús-; empero, la hipotética influencia del texto de Isaías se hizo patente en sus obras: según san Justino (100- 165) Jesús era casi deforme (aeidouz). Según Tertuliano (155-220) carecía de hermosura y su cuerpo "nec humanae honestatis corpus fuit" ("no era siquiera de genuina forma humana"). Para Clemente de Alejandría (150-216) era feo de rostro (oyin aiscron). San Ireneo (140- 200?) califica a Jesús de "informus, inglofius, indecorus" y Comodiano (a finales del siglo III) lo describe como una suerte de esclavo de figura abyecta.

Hacia el año 178, el filósofo romano Celso escribió un alegato contra los cristianos. Aunque en la obra admite la doctrina moral cristiana y su enseñanza acerca del logos, atacó el fundamento de la resurrección de Cristo y, en general, rechazó a Jesús por falsario. Afirmaba que la filosofía y la religión griega están por encima de la judía y la cristiana y acusó a los cristianos de dividir el Estado por no someterse a la religión común de Roma. Describió a Jesús como "bajo, feo y sin nobleza". Esta obra de Celso fue refutada punto por punto por Orígenes (185-253) en su tratado Contra Celso. Pero, sin embargo, este padre de la Iglesia no disiente de su adversario respecto a los rasgos fisicos de Jesús.

Dejando a un lado si a estos padres de la Iglesia se les transmitió o no la verdadera apariencia física de Jesús, lo que sí desconocieron, pues se alcanzaron muchos años después de que fallecieran, fueron las conclusiones del Concilio I de Nicea (325) donde se inició la dogmatización de la encarnación de Dios en Jesús, que continuó en el Concilio de Efeso (431) en donde "María fue la Madre de Dios y no sólo de Cristo", para posteriormente defenderse el dogma de "Cristo es Dios verdadero y Hombre verdadero" en el Concilio de Calcedonia (451).

A medida que celebraban estos Concilios, proliferaron entre los cristianos adoctrinamientos y condicionantes psico-sociales derivados del ambiente inquisidor de la época. No hay certidumbre alguna respecto de que la influencia doctrinal de estos Concilios persuadiera a algunos de los posteriores padres apologéticos: Gregorio de Nisa (335-395), Jerónimo (347-420), Teodoreto (393-458166?), Juan Crisóstomo (347-407), Ambrosio (304?-397), Agustín (354- 430) y un largo etcétera, para que describiesen a Jesús como lo refleja el Salmo 45: "El más bello de los hijos de los hombres...'.

Otras fuentes cristianas, contradictorias entre sí, de los siglos VIII y IX, entremezclaron elementos de belleza y fealdad en las descripciones sobre el aspecto físico de Jesús. Así, hacia el año 710, Andrés, ciudadano de Creta, tras hablar del retrato de Jesús pintado por Lucas, añade: ' ...que el Señor fue visto... con cejas unidas (sunoirun), con ojos bellos, con el rostro alargado, un poco encorvado (epicuion), de buena estatura, como ciertamente aparecía entre los hombres...'. Y el monje Epifanio afirmaba, hacia el año 800, que Jesús "medía seis pies de altura (alrededor de 1,70 metros), tenía el cabello rubio y levemente ondulado, cejas negras, no del todo arqueadas, ojos verdes, con una ligera inclinación del cuello, de modo que su aspecto no era del todo perpendicular (euhiica), con el rostro no redondo, sino alargado, como el de su madre, a quien, por lo demás, se parecía en todo'.

En la Carta Sinodal de los Obispos de Oriente, del año 839, Jesús aparece, por el contrario, como de tres codos de alto (sobre 1,35 metros).

El Nuevo Testamento y el aspecto físico de Jesús
Desde sus orígenes hasta el año 150, los cristianos no poseyeron una escritura propia; habían heredado del judaísmo sus libros, entre otros el Antiguo Testamento.

En éste veían una obra profética inspirada por el espíritu de Dios para anunciarla venida de Cristo, y lo leían con la intención de descubrir al Mesías en él. El Nuevo Testamento es una colección de escritos redactados en el siglo I y rehechos una y otra vez hasta el sigo IV. Al final, fueron canonizados en el Sínodo Romano del año 382 y en la Iglesia Norteafricana (Sínodo de Hippo Regius, año 393, y en el de Cartago, durante los años 397 y 419), y el aspecto que ofrecen de Jesús no es armónico, sino confuso y contradictorio, ofreciendo una pluralidad de imágenes.

En el relato del publicano Zaqueo, habiendo llegado Jesús a Jedeó, podemos leer que 'procuraba ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante subió a un árbol sicómoro para verle...' (Lucas 19:3-4). ¿Se describe aquí como pequeña la estatura de Jesús?

Tal interpretación fue sugerida hace tres siglos y fue renovada alrededor de 1928 por el historiador austriaco R. Eisier. Para la Iglesia cristiana es una divagación sin fundamento, ya que el sujeto de la narración no es Jesús sino Zaqueo. Otros relatos neotestamentarios entrevén a un Jesús que vestía discretamente (Lucas 7:25 y Juan 19:23). Usaba el vestido a túnica habitual (Lucas 8:44) y calzaba sandalias (Marcos 6 : 9)
Cuando se ponía en camino usaba bastón (Marcos 6:8)  Tenía una mirada que se detenía con fuerza sobre sus interlocutores (Marcos 3:34, 5:32, 8:33, 10:27); a veces, reflejaba ira (Marcos3:5),otras veces, amor y temura (Marcos 10:2 l). Su rostro podía aparentar más edad de la real, pues cuando los judíos dicen 'aún no ha cumplido los cincuenta años" (Juan 8:57) Jesús estaría rondando los 30; su rostro tenía los rasgos propios de la raza a la que pertenecía. Su piel estaría tostada por el Sol. Su organismo debía ser fuerte para soportar cuarenta días de ayuno (Mateo 4:1) y los azotes de la Pasión (Marcos 15:15). Debía ser tan corriente que podía pasar desapercibido (Lucas4:30); hasta tal punto que Judas tuvo que identificarle con un beso (Mateo 26:48). Ello hubiera sido innecesario si hubiera tenido elevada estatura, la espléndida belleza de rostro y la esbeltez con que aparece en infinidad de pinturas y esculturas.

¿Era Jesús feo y bajito? un problema teológico
Un ejemplo, a modo de símil, listará nuestro argumento. Imaginemos a un padre de familia (Dios) con nueve hijos (la Humanidad). Todos necesitan un traje nuevo (cuerpo físico) para asistir a una celebración (nacimiento de la tierra). El padre sólo tiene dinero para comprar un traje nuevo para él y para cinco hijos. Así pues, llegado el día, ¿asistiría el padre a la fiesta con un traje nuevo y algunos hijos con trajes viejos? Si el padre humano, con su limitada capacidad de amar, fuera incapaz de asistir a la fiesta con traje nuevo mientras algunos de sus hijos vistieran un traje viejo, Dios, es decir, el Amor en su máxima expresión, ¿no es capaz de sentir como el padre humano, descendiendo a la tierra con el traje nuevo con el que la Iglesia cristiana ha vestido a Jesús?

Jesús es una figura muy importante como para dejársela a teólogos e Iglesia. ¿No resulta paradójico que aquel a quien atacaron las clases dominantes y los poderes eclesiásticos de su época por vivir y relacionarse con los obreros, los pobres y las prostitutas sea hoy interpretado por autoridades religiosas como las que él rechazó y condenó? De ser interpretado por alguien en concreto, probablemente Jesús de Nazaret concedería el derecho de su propiedad a quienes aprendieron y aprenden de él (Mateo 11:29). ¿Acaso la clase dominante y las autoridades cristianas olvidan que Jesús nació, vivió y murió pobre, pudiendo haber alcanzado un elevado estatus social? ¿Han olvidado que trabajó toda su vida para ganarse el sustento? ¿Han olvidado que era coherente con su prédica: "Amar al prójimo -incluso al enemigo- como a uno mismo'? Jesús de Nazaret, con su vida y su mensaje, nos enseña la religión del "tú", de la libertad e igualdad entre hombres. Nos muestra el "cara a cara" con la eternidad sin intermediarios eclesiásticos -ni siquiera de libros sagrados (2 Corintios 3:6, Juan 6:63)- que interfieran en esa comunicación sincera con nuestro origen, con Dios. Incluso cuando Jesús expiró en la cruz, los evangelistas -salvo Juan- recogieron un símbolo evidente de este maravilloso mensaje: ' ... el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo' (Marcos 15:3 7- 38), indicando el camino de la comunión directa con la divinidad sin mediar templos (ni rituales, ni dogmas, ni ideologías establecidas y enseñadas por otros hombres (Mateo 23:9-10), sino con la reintegración connatural en el hombre con Dios que antecede a toda religión revelada -entre ellas el cristianismo institucionalizado- puesto que nada puede revelarse si el hombre no tiene una idea de qué es. Jesús nos descubre y nos llama a la revelación divina inherente en todos.

En otra ocasión, Jesús oró: "Yo te bendigo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has ocultado estas cosas a sabias y entendidos, y se las has revelado a los pequeños' (Lucas 20- 2l). Estas palabras debieron recordara las autoridades religiosas, filosóficas, místicas y teológicas, que, en el conocimiento del espíritu, la sabiduría humana impide comprender los misterios de Dios, los cuales sólo a los niños les ha sido revelado'. Sólo quienes comprenden con dolor que sus manifestaciones egóicas les impiden sentir la auténtica realidad de Dios y se liberan de ellas, retornarán a la niñez perdida, ya que "si no os volvéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mateo 18:3), en donde sólo existe pureza en el corazón: "Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios'.

Despojemos ya de una vez por todas a nuestros ojos de los múltiples velos -internos y externos- que oscurecen el encuentro con Dios.



 

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