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 VIVIMOS DÍAS DE 16 HORAS



Junio 07, 2012, 08:21:00 pm
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VIVIMOS DÍAS DE 16 HORAS
« en: Junio 07, 2012, 08:21:00 pm »
Vivimos días de dieciséis horas   Juan José Bocaranda E.
Jueves 04 de Marzo de 2010 12:52
 Es como si los relojes se hubiesen echado a perder y el tiempo estuviese acelerado. Los días no alcanzan para realizar las tareas. Las noches son breves. Vamos a nuestras casas a descansar, y de pronto ya son las doce y comienza un nuevo día, cuyo amanecer se nos viene encima en forma tan vertiginosa que nos parece mentira que realmente puedan ser las seis. Las madres llevan a los niños a la escuela y, apenas se vuelven, ya tienen que retornar a buscarlos. Y ¿por qué las vacaciones pasan tan rápido? ¡Y cuán pronto llega de nuevo la Navidad! Y no hemos comenzado un nuevo año, cuando ya llegan los carnavales y la Semana Santa y nos sorprende que ya estemos finalizando la primera mitad del año. Y así sucesivamente… Sí. Parece que el tiempo nos estuviese pisando los talones. Y lo está, ciertamente. No son impresiones de las amas de casa ni decires del más allá: se trata de algo científicamente comprobado por la NASA y por otros científicos. El corazón de la Tierra –que también lo tiene, y con sus debidas pulsaciones- se ha acelerado y todos los seres vivientes tenemos que bailar al mismo ritmo, pues a él respondemos desde nuestro nacimiento: se trata de “la frecuencia Schumann”, así denominada en honor del científico Winfried Otto Schumann, quien en 1952 predijo su existencia con fundamentación matemática. La frecuencia Schumann es el número de pulsaciones del corazón de la Tierra por segundo. Estas pulsaciones fueron de 7,83 Hertz (Hz) por segundo durante centenares y centenares de años, hasta que, en 1980, la frecuencia saltó a 9 Hz; y  en 1990 a 10 Hz; y en el año 2000 a 11Hz. Actualmente está en 12 Hz. Según los científicos, el cambio de aceleración de la frecuencia de la Tierra es efecto de la inversión de los polos magnéticos. También afirman que la Tierra dejará de girar cuando llegue a los 13 Hz, lo cual, al parecer, tendrá lugar dentro de poco tiempo.

Entre los efectos más inmediatos y tangibles de la aceleración de los latidos de la Tierra se encuentra el hecho de que hoy los días no son de 24 sino de 16 horas. Habría, pues, que reemplazar las esferas de los relojes, para que, donde está ubicado el 12, coloquemos un 8 y donde está ubicado el 6 coloquemos un 4. ¡ Y hasta es posible que también esta esfera imaginaria tengamos que reemplazarla por otra más breve. ¡Todo puede suceder! El tiempo se ha acortado en 1/3: el día es de 16 horas; la hora de 40 minutos; los minutos de 40 segundos, y los microsegundos son sólo 40, no 60.

Según los metafísicos, estamos en presencia de un salto cuántico dimensional, que impulsa al mundo hacia un gran cambio, como lo es el paso a la cuarta dimensión, pues en mayo del año 2 mil, una energía de cuarta dimensión alteró la carga electromagnética de la Tierra. De ahí que se hayan debilitado los campos magnéticos, lo cual acarrea desastres como terremotos, tsunamis, grandes erupciones volcánicas y “otras calamidades telúricas”. Se alteran los patrones mentales y la forma de pensar. Aumentan el miedo y la agresividad. La población del mundo se está polarizando y hoy vemos, de un lado, gente más honesta y, del otro, gente cada vez más deshonesta. Y hasta las  aves migran erráticas y las ballenas encallan en cualquier parte. Si la frecuencia llega a 13 Hz la Tierra deja de girar durante tres días y comienza luego a girar en sentido contrario. Ello desequilibraría la ecología y la tecnología a nivel mundial. ¿Y qué decir de las comunicaciones ¿Es a  todo esto a lo que se refiere la profecía maya para el año 2012?

Miremos “las señales”. Se acumulan los problemas. Al parecer la cosa va en serio. Muy en serio. Ha llegado la hora de decidir si nos abrimos a un cambio hacia los valores superiores. O si optamos por permanecer en la insensatez, la superficialidad, la dejadez, lo  transitorio, la violencia, el egoísmo, y por seguir creyendo que sólo hemos venido a este mundo a divertirnos y pasarla bien en una “pachanga sabrosona” e interminable. Se nos acorta (y se nos acaba) el tiempo. Aprovechemos al máximo su rapidez, pero en el buen sentido, en el único sentido que nos dicen la razón y el espíritu: contribuir, mediante la generosidad y el amor, a que se salve la Humanidad.


 

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