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 SER PADRES, SER MADRES: DAR VIDA Y AYUDAR A VIVIR



Marzo 22, 2013, 07:36:52 pm
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SER PADRES, SER MADRES: DAR VIDA Y AYUDAR A VIVIR
« en: Marzo 22, 2013, 07:36:52 pm »
SER PADRES, SER MADRES: DAR VIDA Y AYUDAR A VIVIR

 

 

CAUCES  --  ACTITUDES  --  VALORES

       

            Hoy somos conscientes de que educar a un niño no consiste en llenar su mente con informaciones más o menos útiles. Ni tampoco en tratar de modelarlo desde el exterior, a partir de expectativas ajenas a él. Educar -lo dice la etimología de la palabra- significa poner los medios adecuados y favorables para que pueda salir a la luz lo mejor que ese niño porta ya en sí mismo. Es el niño quien tiene que dar a luz al ser que lleva en su interior. El educador, la educadora, el padre y la madre, habrán de ser, pues, comadronas que faciliten la vida que quiere brotar y desplegarse. ¿Cómo hacerlo?

 

Cauces

El niño es pura necesidad; y, básicamente, necesidad de ser reconocido. Ayudar a vivir significa responder adecuadamente a esa necesidad fundamental. Y es a través de cuatro cauces como podrá llegarle al niño la respuesta que necesita:

A través de su cuerpo: antes que nada, el niño es cuerpo; el contacto corporal, cariñoso y prolongado, será fuente de confianza, seguridad y equilibrio.

A través de la mirada: la mirada serena, gustosa, alegre y prolongada hará posible que el niño aprenda a verse a sí mismo como un ser valioso y digno; el niño necesita sentir que gusta a sus papás; la mirada que sabe ver la belleza de su “corazón” será su mayor fuente de serenidad.

A través del tiempo que le dedicamos. Siempre sacamos tiempo para lo que es realmente importante para nosotros. El niño medirá también la “importancia” que tiene para nosotros por el tiempo que le dediquemos.

A través de la verbalización: el niño necesita –y se merece- que le digamos quién es para nosotros, que le reflejemos también verbalmente todo lo positivo que percibimos en él.

 

 Actitudes

Junto con la atención a estos cuatro cauces, a través de los cuales llega al niño la respuesta a su necesidad de ser reconocido, los padres y madres, los educadores, necesitamos vivir una doble e inseparable actitud: cariño y firmeza. La firmeza sin cariño produce rigidez, tensión, dureza y sufrimiento inútil. El cariño sin firmeza deja al niño sin “columna vertebral psicológica”, como una “masa gelatinosa” sin resortes.

Dado que las personas tendemos a movernos según la “ley del péndulo”, a una educación autoritaria ha sucedido otra permisiva que, en algunas ocasiones, llega a extremos profundamente dañinos. Entiendo aquí por “educación permisiva” aquélla que no pone límites y que no usa el “no”. Una tal actitud provoca en el niño tres consecuencias peligrosas:

Al no tener referencias firmes, el niño crece con una notable inseguridad interior, que podemos apreciar en tantos adolescentes y jóvenes; y es que, donde todo vale igual, nada vale mucho.

La falta de firmeza hace que el niño se vaya apropiando progresivamente del mayor terreno posible, convirtiéndose en un “pequeño dictador” –la expresión es de J. Urra-, que no respetará a nada ni a nadie que se interponga en sus insaciables apetencias.

El niño que no ha sido educado en el límite, a quien todo se le ha permitido, no ha podido desarrollar su capacidad de tolerancia ante la frustración. Ésta es la consecuencia más grave. Dado que la vida nos frustra con frecuencia, a quien no ha “aprendido” a tolerar y asumir las frustraciones –aun en medio de las inevitables “rabietas” infantiles-, sólo le quedan dos caminos posibles: el hundimiento (depresión) o la violencia gratuita y desmedida.

Soy consciente de que no es nada fácil conjugar ambas actitudes para vivirlas simultáneamente, pero cuanto más las vivamos, mejor servicio haremos al despliegue armonioso de la vida del niño: ser cariñosos sin dejar de ser firmes, y ser firmes sin retirar el cariño.

 

Valores

La tarea educativa requiere también estar atentos al mundo en que vivimos, para comprender cuáles son aquellos valores humanos más descuidados y, por tanto, los que más tendremos que priorizar.

En mi opinión, en lo que se refiere a los valores, padres, madres y educadores tendríamos que estar atentos a fomentar la vivencia y el desarrollo de los siguientes valores, que únicamente enumero:

Vivir la vida como ofrenda, en lugar de pasar por ella en clave de voracidad, devorando –consumiendo- todo lo que se pone a nuestro alcance.

Subrayar la dimensión comunitaria y social, frente al acusado individualismo y narcisismo, males endémicos de nuestro momento cultural.

Fomentar una austeridad solidaria, que se oponga al consumismo superfluo y potencie el compartir, persiguiendo el horizonte de una sociedad menos injusta y más igualitaria.

Cultivar la dimensión más importante de la persona, la dimensión de profundidad, la “dimensión perdida”, sin la cual todo queda chato, en un vacío y sinsentido crecientes.

 

Lo que ocurre –éste es el reto de la tarea educativa- es que únicamente podremos educar en estos valores cuando realmente lo sean para nosotros, cuando seamos los primeros en vivirlos y experimentarlos.

 
http://www.enriquemartinezlozano.com/
 

 
[1] Este texto fue publicado en la revista del Colegio “Mater Salvatoris”, de Lleida (enero 2008).


 

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