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 EL ARQUITECTO DE TU PROPIO DESTINO



Julio 25, 2013, 06:44:07 am
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EL ARQUITECTO DE TU PROPIO DESTINO
« en: Julio 25, 2013, 06:44:07 am »
EL ARQUITECTO DE TU PROPIO DESTINO


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino.
 (Amado Nervo)


Normalmente creemos que la vida es algo que nos sucede y que sólo somos espectadores pasivos que presenciamos las consecuencias de lo que pasa en nuestra existencia. Hemos crecido inmersos en un sistema de creencias (paradigma) en el cual, el observador no tiene influencia sobre lo observado. La física cuántica ha cambiado radicalmente esta perspectiva, enseñándonos que nuestro mundo reacciona de acuerdo a las expectativas y prejuicios que de él tengamos.

Ahora sabemos que nuestros pensamientos son ondas vibratorias que tienen un efecto sobre la materia y que además es fácilmente comprobable. Hay experimentos muy simples que ahora no incluyo por razones de espacio.  Es importante recordar también, que cuando un pensamiento se habla, su vibración adquiere aún más propiedades como agente de cambio. No está demás añadir que la frecuencia vibratoria de los pensamientos y palabras, tienden a  atraer a otras de la misma vibración. Eso es, en última instancia, la famosa “Ley de Atracción”, puesta de moda hace 5 años por el documental de Rhonda Byrne, “El Secreto”, que derivó más tarde en el libro del mismo nombre.

Por eso, la diferencia entre creer que no podemos influenciar el devenir de la suerte y sí creerlo, marca la pauta para saber que podemos volar tan alto como queramos, o creer que estamos encadenados al piso de la realidad, aparentemente inmutable, sin poder hacer nada al respecto. Esa última postura genera el nacimiento de la idea más arraigada en el subconsciente colectivo:  “Soy víctima de las circunstancias”.

Y es justamente ahí, cuando nace la primer dualidad de la que hablábamos en el artículo anterior: La víctima =  yo;  Las  circunstancias = verdugo. Esa es la idea generalmente aceptada por todos, en la que, por naturaleza humana, es muy cómodo caer. La liberación de las limitaciones impuestas por el paradigma reinante, estriba en reaccionar como mejor nos convenga y no como nos lo dicte el colectivo. En este caso, la opción correcta sería actuar como salvador de mí mismo, comprendiendo que puedo influir sobre mis realidades.

Es muy difícil no dejarnos atrapar por aquella tríada (víctima-verdugo-salvador) de la que hablamos hace una semana, de hecho es casi imposible a menos que fuéramos solamente espectadores mecánicos e insensibles. El camino que nos lleva al poder de controlar los resultados eventuales a nuestro mejor juicio, es el ejercicio de nuestro libre albedrío. Esto es: “Yo reacciono como crea conveniente y no como se espera que lo haga, o como reaccionarían los demás ante las mismas circunstancias”.
Si nos dejamos atrapar por la inercia de nuestras reacciones automáticas, enarbolando el lema “Yo soy así, siempre he sido así, no puedo cambiar de la noche a la mañana”, es cuando cedemos nuestro poder creativo a merced de los eventos que tienen a bien ocurrir en nuestra existencia.

Es cierto que la mejor forma de vivir es fluyendo con el devenir de las circunstancias, pero también es cierto que si tenemos el don de influir sobre el rumbo de nuestras vidas, podríamos aprovechar ese talento escondido que ahora sale a la luz de la mano de la física cuántica.

Cuando el acontecimiento se presente y tengas que elegir entre ser el verdugo, la víctima o el salvador, escoge el que consideres adecuado, no el que siempre has elegido por default. Vigila tus pensamientos y cuida tus palabras, porque estas te pueden llevar a vivir el cielo en la tierra, o el infierno, si así lo permites.

Sé siempre la causa y nunca más el efecto de las circunstancias. Cualquiera que sea tu condición puedes ser feliz, porque la felicidad es una actitud y no una consecuencia, pero nunca debes conformarte con lo que “te ha tocado vivir”, sabiendo que hay algo que puedes hacer para cambiarlo. Después de todo, no hay camino a la felicidad, la felicidad es el camino.


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