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 EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO - Víktor Frankl



Febrero 26, 2015, 07:16:36 pm
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EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO - Víktor Frankl
« en: Febrero 26, 2015, 07:16:36 pm »
Introducción
Al leer en una hoja "Frankl, el hombre en busca de sentido"[1] no pudimos escapar a la pregunta ¿Qué sentido tiene la vida del hombre? ¿En qué reside la felicidad de la persona humana? ¿Qué sentido tiene mi vida, lo que hago cada día? ¿Hacia dónde se dirige? Al instante pensamos en que el sentido de la vida es la felicidad. Por eso, éste trabajo propone un recorrido por la obra del psiquiatra Víctor Frankl, prisionero en el campo de concentración de Auschwitz, durante la Segunda Guerra Mundial; relacionando esta obra con el tema de la felicidad y el fin último.

Desarrollo:

Ubicación histórica del autor y de la obra
La historia de esta obra apareció por primera vez en 1946 en Alemania con el título Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager (Un psicólogo en un campo de concentración)

Viktor Emil Frankl nació en Viena, Austria el 26 de Marzo de 1905. Esta ciudad era entonces capital del Imperio Austro-húngaro y un gran centro cultural e intelectual de Europa, siendo cuna de grandes músicos, intelectuales y científicos.

Su familia era de religión judía, motivo por el cual, luego será presa del holocausto. Desde muy joven descubrió su vocación de médico e ingresó a la facultad de medicina de la Universidad de Viena, allí se especializó en neurología y psiquiatría. En ese tiempo estudia el psicoanálisis de Sigmund Freud, con el que no está de acuerdo en su postura determinista ni con su visión reduccionista del hombre.

Un mérito de Frankl fue fundar una de las escuelas de psicoterapia a la que llamó Logoterapia. Dentro de sus conceptos incluye el sufrimiento como algo intrínseco a nuestra naturaleza humana y como oportunidad de desarrollo, aprendizaje y sentido.

En 1941 contrajo matrimonio a los 36 años de edad.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1942, fue llevado a diversos campos de concentración nazis incluidos Auschwitz y Dachau. Es allí donde vive el horror del holocausto hasta el 27 de abril de 1945, día en que es liberado por el ejército norteamericano. De esta dramática situación vivida, escribe esta maravillosa obra en la cual retrata su experiencia como prisionero en un campo de concentración bajo la mirada de un psiquiatra. Expone que en las más aberrantes y extremas condiciones de sufrimiento y deshumanización, el hombre debe encontrar una razón para vivir, basada en su dimensión espiritual. Lo divide en tres fases: una que trata del internamiento en el campo, otra de la vida en el campo y la última de la liberación.

Esta publicación que originalmente se llamó Un psicólogo en un campo de concentración es la que conocemos ahora como El hombre en busca de sentido, la misma que ha sido publicada en 18 idiomas.

Estructura interna de El hombre en busca de sentido
En la Primera fase, el psiquiatra expone que el síntoma característico de las personas que ingresaban al campo de concentración (o lager) era un shock muy intenso y que solía presentarse antes de entrar al mismo.

"La psiquiatría conoce un estado de ánimo denominado la "ilusión del indulto" […] es un mecanismo de amortiguación interna percibida por los condenados a muerte justo antes de su ejecución"[2]. Los prisioneros sentían una leve esperanza de que aquello no seria tan cruel o de que serían liberados de inmediato, en último término de que todo terminaría con un final feliz.

"Éramos incapaces de captar la auténtica realidad de nuestra condición y se nos escapaba el significado de los acontecimientos" [3]

Luego de su llegada al campo se realiza la primera selección, "el primer veredicto sobre nuestra aniquilación o nuestra supervivencia"[4]. Allí, cerca de un noventa porciento de las mil quinientas personas que habían viajado hacia Auschwitz, hacinadas en los vagones de un tren, fueron ejecutadas en los "baños" o cámaras de gases y de allí eran conducidos a los hornos crematorios. De allí los pocos que habían sobrevivido eran llevados a la cámara de desinfección, en donde eran desnudados y afeitados, y como si ello fuera poco, desprovistos de las pocas cosas de valor que habían conseguido conservar, como el anillo de bodas o alguna medalla.

Con el paso del tiempo se desvanecían las ilusiones que tenían de salir de ese lugar. Se sentían embargados por un sentido del humor extraño y también de una cierta curiosidad. "Con ella lográbamos distanciar la mente de la realidad circundante y así se facilitaba el contemplar lo real con una cierta objetividad […] Estábamos ansiosos por descubrir lo que sucedería después de cada acontecimiento"[5]

Lo que en la vida cotidiana resultaba imprescindible, en el campo de concentración no lo era: los prisioneros no dormían el número de horas determinado para poder sobrevivir, no tenían la ropa adecuada para abrigarse del clima frío, no podían higienizarse debidamente "A veces, cuando las cañerías se helaban, pasábamos varios días sin lavarnos, ni siquiera alguna parte del cuerpo y, sin embargo, las heridas y las llagas de las manos, sucias del trabajo en la tierra, no supuraban –a menos que se congelasen-."[6], no se nutrían bien y acorde al trabajo forzado que realizaba.

En este estado de shock, a todos en algún momento les rondaba la idea del suicidio, pues aquí se perdía el temor a la muerte. "Pasados los primeros días, hasta las cámaras de gas se observaban con un horror atenuado y soportable: al fin y al cabo le ahorraban a uno la decisión y el acto de suicidarse"[7].

"La reacción de un hombre frente a su internamiento en un campo de concentración supone también un estado psíquico anormal, pero si se juzga objetivamente, en función de la situación en el lager, es una respuesta normal […] supone una reacción típica dadas las dramáticas condiciones de vida"[8].

En la Segunda fase se habla de todo lo relacionado con la vida en el campo de concentración, una vez que se ha tomado conciencia de que no se saldrá de allí, sin haber experimentado el sufrimiento hasta las fases más hondas del ser humano, pues aquí, es desprovisto y tratado como un animal, sin la dignidad propia del hombre. Es aquí donde se pone en marcha un mecanismo: el tema del sentido de la vida, pues de acuerdo a como cada prisionero conciba esto, dependerá su visión de la vida en el campo y de un futuro esperanzador y feliz, y es lo que será el motor para seguir sobreviviendo en ese mundo hostil que es el lager.

Enumeraremos aquí las características propias de la vida en el campo de concentración:

* Fase de apatía generalizada que luego terminaba en una ausencia de emociones, y actuaba como mecanismo inevitable de autodefensa. Esto se intensificada con una añoranza por su familia y luego una repugnancia frente a la fealdad que le rodeaba en el lager. Cuando los prisioneros se adaptaban a la vida del campo, sus sentimientos se debilitaban y podía contemplar cualquier escena de manera indiferente. "Apático e indiferente podía seguir mirando" "Repugnancia, piedad, indignación y horror eran emociones vedadas en la psicología del prisionero"[9].

"El prisionero enseguida construía, gracias a esa insensibilidad, un caparazón afectivo que actuaba como un íntimo escudo protector […] en esos momentos no es el dolor físico lo que más duele sino la humillación y la indignación provocadas por la injusticia, por la cruda irracionalidad de todo aquello"[10].

* El insulto que acompañaba a la crueldad física era causa de indignación incluso en los prisioneros más veteranos del lager.

* Los deseos y aspiraciones de las personas se manifestaban claramente en sus sueños "con pan, pasteles, cigarrillos y baños de agua templada"[11]. Uno de los afanes era conseguirse alimento, pues la dieta diaria se reducía a una única ración de "sopa" y un trozo pequeño de pan. Ni siquiera en los sueños aparecía el deseo sexual. Esto descalifica el psicoanálisis que postula que los deseos inhibidos deben presentarse en los mismos.

* Una característica principal era la carencia fundamental de vida sentimental porque todo lo que no sirviera para conservar la propia existencia carecía de interés. Sufríamos en el lager de una "hibernación cultural" con dos excepciones: la religión y la política. "Especialmente conmovían y enternecían las oraciones o los ritos improvisados en un rincón del barracón o en la penumbra del camión de ganado en que regresábamos al campo desde el lejano lugar de trabajo"[12].

"Las personas de mayor sensibilidad, acostumbradas a una rica vivencia intelectual sufrieron muchísimo (su constitución era endeble o enfermiza), sin embargo, el daño infligido a su ser íntimo fue mucho menor, al ser capaces de abstraerse del terrible entorno y sumergirse en un mundo de riqueza interior y de libertad de espíritu".[13]

* La experiencia del amor era una de las fuerzas o motivaciones que tenía la persona para seguir luchando por su vida: "el amor es la meta más elevada y esencial a la que puede aspirar el hombre".[14] Frankl describe cómo el recuerdo de su esposa lo hace aferrarse a la vida aún sin saber si ella vivía. "El amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su yo íntimo"[15]. Vemos cómo el hombre a pesar del sufrimiento puede realizarse en la contemplación de la imagen de una persona amada, y así puede saborear la felicidad, aunque sea sólo un suspiro de ella.

El amor que sentía por su familia y por su esposa le daba fuerza para continuar luchando. Así, escribiría después "[…] la salvación del hombre sólo es posible en el amor y a través del amor"[16].

Estos recuerdos de su vida normal, lo ayudaban a sobrellevar los malos momentos durante su estadía en el campo, pero no consistían en abstraerse de la realidad, sino era una especie de enriquecimiento del presente con vivencias anteriores.

* A medida que el prisionero intensificaba su vida interior, se protegía del vacío, la desolación y la pobreza espiritual de su existencia actual. Utilizaba su imaginación para entretenerse en algunos sucesos de su pasado en cosas cotidianas e insignificantes. Eso lo hacía un hombre más interior que podía apreciar la belleza del arte y de la naturaleza.

* El humor, aunque duraba escasos minutos, "proporcionaba el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación"[17]. Por momentos olvidaban el sufrimiento inherente al campo de concentración.

* Si el prisionero no luchaba por mantener sus principios morales terminaba perdiendo la conciencia de su individualidad (inteligencia propia, voluntad interior e integridad personal)

* En ocasiones era necesario alejarse de todos, esos breves momentos en que podía recuperar algo de su intimidad y privacía "el prisionero anhelaba estar a solo consigo mismo y con sus pensamientos. Añoraba intimidad y soledad"[18].

*Además de la apatía, otra característica psicológica del prisionero era la irritabilidad, agudizadas éstas, por el hambre y la falta de sueño. A esto se sumaba la falta de cafeína y nicotina, que eran una ayuda para aplacar éstas características.

A estas causas físicas se sumaban las psicológicas (especie de complejo de inferioridad: "Todos fuimos –o creímos ser- "alguien" en nuestra existencia anterior"[19]). Los prisioneros de mayor rango (kapos, cocineros, intendentes, policías) no se sentían degradados, sino promovidos. La irritabilidad era excesiva cuando se encontraba frente a la apatía de los demás, particularmente cuando había situaciones de peligro, como por ejemplo, las inspecciones.

* Con todo lo descrito hasta aquí podemos pensar que el hombre es un ser completa e inevitablemente determinado por su entorno, que en este caso es anormal y contiene leyes dominantes y represivas. Sin embargo, según Frankl "las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre mantiene su capacidad de elección […] al hombre se le puede arrebatar todo excepto una cosa: la última de la libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino."[20]. Cada hombre es libre interiormente para decidir, aún en circunstancias como estas, pues conserva la dignidad de ser humano, y es la libertad lo que le da a la existencia humana una intención y un sentido. Viktor Frankl enumera las tres formas que permiten descubrir, según la situación en la que se encuentre el sujeto, el sentido de la vida:

Una vida activa cumple con la finalidad de presentar al hombre la oportunidad de desempeñar un trabajo que le proporciona valores creativos; una vida de contemplación también le concede la ocasión de desplegar la plenitud de sus vivencias al experimentar la conmoción interior de la belleza, el arte y la naturaleza. Pero también atesora algún sentido la vida huérfana de creación o de vivencia, aquella que sólo admite una única posibilidad de respuesta: la actitud erguida del hombre ante su destino adverso, cuando la existencia le señala inexorablemente un camino […] aún así la vida continúa ofreciendo un sentido. En síntesis, cualquiera de los distintos aspectos de la existencia conserva un valor significativo, el sufrimiento también. El Realismo nos avisa que el sufrimiento es una parte consustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos la existencia quedaría incompleta.[21]

Todo esto es lo principal de la logoterapia de Frankl, Vida Activa, Vida Contemplativa y Valor del Sufrimiento.

* La actitud con que el hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que le acompaña es una oportunidad para darle a su vida un sentido más profundo. En la lucha por sobrevivir puede olvidarse su dignidad humana, entonces se comporta como un animal. "En esa decisión personal reside la posibilidad de atesorar o despreciar la dignidad moral que cualquier situación difícil ofrece al hombre para su enriquecimiento interior"[22]. Por medio del sufrimiento el hombre con mucho sacrificio siempre puede conquistar algún valor.

* Una de las influencia negativas para el prisionero era el hecho de desconocer el tiempo que duraría su internamiento. Frankl la llama "existencia provisional". "El hombre, incapaz de vislumbrar el fin de su "existencia provisional" tampoco puede orientarse hacia un objetivo o una meta vital"[23] . Ante la ausencia de metas futuras ocupaban su mente de recuerdos, y así se refugiaban en algo irreal, desaprovechando las ocasiones de realizar acciones positivas. La existencia provisional les hacía perder el sentido de la vida. "Existe una relación entre el estado de ánimo de una persona -su valor y su esperanza, o su falta de ambos- y el estado de su sistema inmunológico." [24]Si la persona no tiene esperanza puede llegar a morirse. Muchas personas se murieron porque su capacidad de resistencia se debilitó.

* En este punto citaremos algunas partes de la obra en las que el autor habla del sentido de la vida y de cómo el sufrimiento asumido responsablemente no le quita sentido, más bien es todo lo contrario: "Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea, cumplir con las obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en cada instante particular.

Esas obligaciones y esas tareas y consecuentemente el sentido de la vida difieren de un hombre a otro" [25]

"Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir ha de aceptar ese sufrimiento, porque ese sufrimiento se convierte en su única y peculiar tarea. Es más, ese sufrimiento le otorga el carácter de persona única e irrepetible en el universo. Nadie puede redimirle de su sufrimiento ni sufrir en su lugar"[26]

"Desde que se nos reveló el sentido del sufrimiento, rehusamos minimizar o aliviar las torturas del campo a fuerza de ignorarlas o de abrigar falsas ilusiones […] asumimos el sufrimiento como el reto de nuestra tarea y no quisimos volverle la espalda"[27]

En la Tercera fase y última fase se relata la liberación. Antes de que esto ocurriera, las personas se encontraban en un estado de mucha ansiedad y luego pasan automáticamente a un estado de total relajación.

En términos psicológicos sufrían una despersonalización: todo les parecía irreal, como en un sueño. Uno de los riesgos de una persona que había estado sometida a una tensión psicológica tan grande y por tanto tiempo era que tras la liberación sufrieran algún daño psíquico: pasaron de oprimidos a opresores.

Además de esta deformidad en su moral, se sumaban la amargura y la desilusión que sufrían al regresar a su vida anterior.



Todo hombre es el único responsable de su proyecto de vida, en cualquier situación en que se encuentre: "Cuando se acepta a la persona como a un ser irrepetible, insustituible, entonces surge en toda su trascendencia la responsabilidad que el hombre asume ante el sentido de su existencia."[31]

 

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