No creemos en Dios tanto como decimos.
Tenemos una fe que no siempre soporta que la pongamos a prueba.
Este cuento lo ilustra.
Cuando acabes de leerlo, mide tu fe.
"Cuentan que un señor paseaba junto a un precipicio cuando se resbaló y cayó rodando. Tuvo la suerte de poder agarrarse a una rama.
Cuando se dio cuenta de lo desesperado de su situación, empezó a gritar pidiendo auxilio:
“¡Socorro!, ¿Hay alguien ahí?-“, gritó.
Silencio.
“¡Socorro!, ¿Hay alguien ahí?”, repitió.
El mismo silencio.
“¡Socorro!, ¿Hay alguien ahí?”, volvió a gritar.
Al rato, una voz sonó desde el Cielo. No era masculina ni femenina, pero era rotunda. Dijo: “Hijo mío, mi bien amado, porque siempre me has servido bien, pondré bajo tus pies una alfombra por la que podrás ascender hasta un sitio seguro. Treinta y seis de mis Ángeles te acompañarán y velarán para que llegues sano y salvo. Te amo, hijo mío”.
“Gracias, Señor”, dijo, pero: “¿Hay alguien más por ahí? “