12 MODOS DE USAR MEJOR TU PENSAMIENTO
Por Ana Muñoz
El pensamiento es, para bien o para mal, un arma poderosa. Nunca la usaremos de un modo perfecto (puesto que no somos dioses) y siempre cometeremos errores en mayor o menor medida. Aún así, es mucho lo que podemos hacer y aprender para usarlo del mejor modo posible.
1. Usa tu intuición o mente inconsciente. Si tienes un problema que resolver, dudas o indecisiones o alguna pregunta acerca de tu propio comportamiento (por ejemplo, “¿por qué me comporto de este modo?” “¿Por qué no puedo dormir?”, etc.), puedes plantearte ese problema o pregunta varias veces al día, sobre todo cuando te metas en la cama por la noche y luego no hacer nada más salvo esperar a que tu inconsciente haga el trabajo.
2. No te comportes como si el pasado fijara el futuro. Por ejemplo, si las cosas han salido de un modo determinado en el pasado, muchas personas tienden a pensar que sucederá siempre así en el futuro; pero eso no tiene por qué ser cierto. Si has obtenido el mismo mal resultado en varias ocasiones, puede ser debido a que estás haciendo algo mal. Trata de averiguar de qué se trata o hazlo de un modo diferente la próxima vez.
3. El miedo es también un modo de pensar. Es cierto que el miedo es una emoción pero, como sucede con todas las emociones, está influenciada por tus propios pensamientos. Si piensas que algo terrible va a pasarte nada más salir por la puerta, tendrás miedo de salir. Por tanto, para acabar con ese miedo, tendrás que trabajar en tu pensamiento y modificarlo. Cada vez que quieras hacer algo pero el miedo te lo impida, trata de buscar qué pensamientos están influyendo en ese miedo.
4. Cambia tu “historia”. Las cosas que nos suceden nunca son del todo “reales” porque están teñidas por nuestras propias interpretaciones, que las colorean de un modo u otro. Es decir, cada vez que nos sucede algo nos contamos una historia a nosotros mismos (y a los demás) para dar sentido al suceso. También nos contamos historias acerca de quiénes somos y lo que podemos hacer o no. Pero esas historias pueden estar a veces demasiado distorsionadas y es necesario no considerar ninguna como totalmente válida, sino tan solo hipótesis que solo consideramos ciertas momentáneamente, mientras seguimos investigando y buscando nuevas interpretaciones. Por ejemplo, imagina que durante años te has contado la historia de que eres socialmente torpe; puedes empezar a cambiar esa historia pensando: “Tal vez no soy tan torpe, realmente…” Recuerda que las historias que te cuentas tienen un poderoso impacto. Úsalas sabiamente.
5. Errores de pensamiento. Conoce cuáles son los errores de pensamiento más habituales para no cometerlos con demasiada frecuencia.
6. Aprende a usar el debate de pensamiento como un modo de modificar tu pensamiento para hacerlo más realista y constructivo.
7. Usa un pensamiento crítico.
8. Sé optimista. Ser pesimista es como colgarse de la espalda una pesada carga que te impide hacer muchas cosas. Para aprender a ser optimista, nada mejor que el libro del que puede ser el principal experto en optimismo y psicología positiva: Optimismo aprendido, de Martin Seligman.
9. Deja de juzgar. Una de las lecciones más valiosas que puede enseñarlos el mindfulness o las psicoterapias de tercera generación (como la ACT) es a no juzgar. Lee el artículo Los componentes del mindfulness para saber lo que significa no juzgar y cómo puede ayudarte.
10. Cultiva la autocompasión. Es más importante y beneficioso de lo que podemos imaginar.
11. No pienses en lo que quieres dejar de hacer sino en lo que quieres hacer. Por ejemplo, en vez de empeñarte en que debes dejar de comer más de la cuenta, céntrate solo en comer sano y en todo lo que puedes hacer para comer sano. Otro ejemplo: no pienses en cómo dejar de cometer errores sino en cómo hacerlo lo mejor posible.
12. Deja de esperar y comienza a actuar. Es decir, piensa en términos de intenciones en vez de en términos de expectativas. Una expectativa implica un deseo de que algo suceda en el futuro (solo porque sí), mientras que una intención significa que vas a actuar para hacer que algo suceda en el futuro. Se trata, por tanto de algo que está bajo tu control, mientras que una expectativa es algo que está bajo el control del destino o el azar.