¿QUIÉN NOS CUIDA CUANDO ATENDEMOS A UN SER QUERIDO?
En cualquier familia ocurre. Los seres humanos somos frágiles y en el momento menos pensado un ser querido muy cercano a nosotros podría sufrir un accidente o una enfermedad incapacitante, ya sea temporal o permanente, y correspondernos asumir su cuidado. Asimismo, los miembros ancianos de la familia podrían requerir nuestra atención y asistencia de un momento a otro.
Siempre es deseable que un enfermo sea atendido por alguien de su entorno afectivo y es algo maravilloso cuando existe esa posibilidad. Sin embargo, hay que reconocer también que, para quien asume esa responsabilidad, esto puede constituir un gran reto, en el cual la vida da un giro que nos cambia la rutina, sacándonos de repente de nuestra zona de comodidad.
Uno de los aspectos que implica el desafío de ser un cuidador es no olvidarnos de nuestras propias necesidades físicas y emocionales.
Ser o no ser
Víctor Frankl, el psiquiatra sobreviviente del horrendo Holocausto nazi dijo que lo que no nos pueden quitar ni las más terribles circunstancias de la vida es “la elección que se hace respecto a cómo vivir y enfrentar lo que nos pasa”. Esto quiere decir que, aunque no siempre lo comprendamos, realmente tenemos la libertad de elegir qué vamos a hacer con lo que la vida nos pone enfrente.
Al principio, una situación inesperada y dolorosa nos produce un impacto, así como confusión y shock, y eso es lógico porque son muchas las cosas nuevas que tenemos que aprender a manejar: la rutina, las limitaciones, y el torbellino emocional que experimentamos al ver a nuestro ser querido en esas condiciones, así como al caer en cuenta del cambio que ha ocurrido en nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, una vez superada la conmoción inicial y establecida la nueva rutina, llega el momento de definir nuestra actitud existencial. ¿Qué opciones tenemos?
• No aceptar la situación implica sentimientos de rabia, frustración, tristeza e impotencia. Aunque es humano sentirse agobiado y resistirse frente a una contrariedad, si esta actitud de resistencia se mantiene en el tiempo, el resultado será estrés crónico y desgaste emocional, que afectarán nuestra salud, así como nuestra capacidad de cuidar al otro.
• Aceptar la situación como una obligación moral sería una aceptación superficial, a medias, ya que estaríamos divididos entre el querer y el deber, y esto implicaría asumir la tarea sin entusiasmo ni corazón, con lo cual no estaríamos haciéndonos un favor a nosotros mismos ni a la persona objeto de nuestro cuidado.
• Aceptar la situación como una oportunidad para crecer y salir fortalecidos sería la actitud más sabia, que nos ayudaría a aligerar las cargas y a mantener el ánimo elevado. Si logramos, a pesar de lo exigente de la situación, conservar la armonía interior, podríamos irradiar ese estado a nuestro ser querido y así beneficiarnos ambos.
¿Cómo cuidarnos?
No es raro que un cuidador, inmerso en su rol de dar atención a su ser querido, se descuide a sí mismo y llegue a un peligroso nivel de agotamiento de sus fuerzas físicas, emocionales o ambas. Hay algunas claves para evitar que el desgaste nos impida poder seguir cumpliendo nuestra labor de cuidadores:
• Reconocer nuestras limitaciones: entender que no podemos hacerlo todo y que somos humanos.
• Pedir ayuda material y emocional cuando sea necesario, a nuestros familiares o amigos, ya sea solicitando que nos releven en el cuidado del enfermo o que nos asistan con ciertas tareas como hacer compras o proveernos de algo que necesitamos. Y desde el punto de vista emocional, muchas veces necesitamos “desahogarnos” con alguien que nos escuche compasivamente o que simplemente nos haga reír o distraernos.
• Rodearnos de un equipo de profesionales competentes, como médicos, enfermeras, terapeutas, dignos de nuestra confianza, que posean calidad humana, para poder tener la tranquilidad de que nuestro ser querido está en buenas manos.
• Buscar apoyo psicológico es una buena opción, ya que nos provee un espacio objetivo para ventilar nuestras emociones y para reflexionar acerca del significado de lo que nos está ocurriendo.
• Redescubrir la espiritualidad, cualesquiera sean nuestras creencias, como fuente de inspiración y trascendencia que nos ayude a superar los momentos difíciles, a encontrarle sentido a la situación y a renovarnos constantemente.
Nada ocurre porque sí; debemos extraer un aprendizaje de cada situación que nos toque enfrentar y ¿quién sabe…? Al final quizás descubramos una gran lección de la vida al ponernos en el rol de cuidadores: no solo dedicarnos al cuidado de los demás, sino también aprender a cuidarnos a nosotros mismos.
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