Por Ana Muñoz
La búsqueda de la felicidad puede ser una trampa de doble filo ya que cuando las personas se proponen ser más felices sin tener claro cuál es el modo adecuado de conseguirlo, pueden acabar siendo, de hecho, más desgraciados.
Por ejemplo, un estudio realizado por la Universidad de California mostró que cuando se pedía a un grupo de personas que intentaran sentirse felices mientas veían una película agradable acabaron sintiéndose peor que aquellos a los que tan solo les pidieron que vieran la película.
Cuando las personas están demasiado preocupadas por ser más felices o cuando se lo imponen a sí mismas (“debería ser feliz”) solo consiguen volverse más desgraciadas.
La felicidad no es un estado que alcances tan solo con proponértelo sino que procede de las actividades que realizas a lo largo del día y, sobre todo, los motivos por los que las realizas. La clave está en hacer cosas que nos generen sentimientos positivos. Pero incluso aquello que habitualmente te hace sentir bien puede producirte malestar si lo haces del modo equivocado. Por ejemplo, si tienes hijos pequeños, jugar un rato con ellos puede aportarte sentimientos muy positivos y hacerte feliz pero si juegas con ellos como una especie de obligación, mirando el reloj porque tienes muchas cosas que hacer, pensando en algún problema o con sentimientos contradictorios (deseando, por un lado, estar con ellos y, por otro lado, con gran nerviosismo porque no tienes tiempo), entonces difícilmente te va a hacer feliz esa experiencia.
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Nos sentimos felices cuando hacemos cosas que nos gustan y las hacemos porque lo deseamos, libremente y entregándonos totalmente a la experiencia (es decir, con mindfulness) y no con la cabeza en otra parte. Si somos capaces de planear unas pocas actividades de este tipo al día y llevarlas a cabo del modo descrito, podemos hacer que nuestro nivel de felicidad y satisfacción aumente.
Cuando la mayor parte de las horas del día están llenas de obligaciones, compromisos, tareas desagradables o simplemente neutras que no generan emociones positivas y cuando las pocas experiencias positivas que experimentas las vives sin estar del todo presente, con la cabeza en tus obligaciones y problemas, vivirás un día carente casi por completo de emociones positivas, que son precisamente las que te hacen sentirte feliz.
Resumiendo, cuantas más emociones positivas vivas a lo largo del día más feliz serás. Y para vivir emociones positivas necesitas vivir experiencias capaces de provocarlas y entregarte a ellas totalmente.
Las personas que buscan la felicidad de este modo, es decir, buscando experiencias agradables como parte de su vida diaria, son más felices, sienten más emociones positivas y menos emociones negativas, tienen menos síntomas de depresión y se sienten más satisfechas con sus vidas.
Por el contrario, las personas que luchan por sentirse bien en todo momento, como si quisieran usar tan solo su fuerza de voluntad para estar felices y satisfechos a todas horas, acaban siendo más infelices.
Por tanto, para ser más feliz:
- Pregúntate qué cosas puedes hacer que te vayan a producir emociones positivas e introdúcelas en tu día a día.
- Cuando tengas que tomar alguna decisión importante, como cambiar de trabajo, pregúntate si el nuevo trabajo te generará emociones positivas (y no solo más dinero).
- En cada cosa que hagas, incluyendo las obligaciones o tareas no muy agradables, pregúntate si hay algún aspecto de esa situación que pueda generarte emociones positivas y, si es así, trata de fomentarlo. Por ejemplo, una reunión de trabajo que sabes que será agotadora y exigente podría ir acompañada de la presencia de una persona que te agrada, a quien no ves desde hace tiempo y con quien puedes pasar un rato agradable charlando o salir a cenar juntos tras la reunión, lo cual sería una fuente de emociones positivas.
- No esperes sentirte bien cada momento del día. Las emociones negativas tienen un papel importante, te informan de lo que marcha mal y son necesarias. No es realista esperar estar bien en todo momento.
- Céntrate en la situación, no en la emoción. No analices u observes tus emociones para ver si eres feliz o no. Es decir, no te centres en tus emociones de felicidad o infelicidad sino en tus experiencias, en lo que haces a lo largo del día, y busca experiencias que te hagan sentir bien.
Estas experiencias positivas funcionan mucho mejor cuando las vives con frecuencia. Es decir, es preferible vivir muchas pequeñas experiencias agradables a lo largo de la semana que irse de vacaciones durante un mes y que esa sea la única experiencia agradable que vives en muchos meses.