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 EL MIEDO A LA TRAICIÓN



Noviembre 01, 2015, 08:01:08 am
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EL MIEDO A LA TRAICIÓN
« en: Noviembre 01, 2015, 08:01:08 am »
EL MIEDO A LA TRAICIÓN: UN MIEDO ANCESTRAL FEMENINO.
•   Pilar Rodriguez-Castillos



El otro día una amiga me decía que los hombres siempre mienten, y le respondí que cuando alguien nos miente es porque teme no ser capaz de cubrir nuestras expectativas. No le gustó demasiado y discutimos un rato sobre eso, hasta que una broma cortó la tensión y pasamos a otro tema. No es que esté del todo en desacuerdo pero también pienso realmente lo que le he dicho. Exigimos unos niveles de verdad que rayan en la psicopatía. ¿Estamos llevando la lealtad a unos niveles que sacan la convivencia de quicio?

Por supuesto no todas las mujeres somos iguales, pero del mismo modo que te digo esto también he de reconocer que tenemos muchas cosas en común. Y entre ellas está este miedo, a veces subyacente, a la traición.

Seamos realistas: excepto que hayas tenido una mala experiencia, una experiencia terrible (y no me refiero sólo a experiencias de pareja) ¿cuántas veces realmente puedes decir que has sido víctima de alta traición? De acuerdo, imaginemos que una ¿dos?… bueno vale: dos.

Y la segunda quizás ha ocurrido por no cortar por lo sano con la persona desleal, es decir por no tener los pies en la tierra.

Pero la realidad es que a lo largo de la vida de una mujer normal, como tú y como yo, la alta traición no es pan de cada día. Puede haber decepciones, malentendidos, falta de tacto, falta de discreción… pero alta traición, lamento decírtelo, no.

Y aquí es donde quiero llegar.

Las mujeres, la mayoría de nosotras, vivimos las decepciones, falta de tacto o muchas veces la prudencia como alta traición.

La ira que puede generarse en una mujer que se siente traicionada es superlativa, pero muchas veces cuando en mi consulta algunas mujeres me confían la terrible situación que han tenido que vivir con su marido o con una amiga, lo que ha ocurrido no suele ser más que una situación desagradable y desafortunada. Pero nada más.

Lo que ocurre es que en determinadas situaciones las mujeres somos atrapadas por una poderosa emoción ancestral que se despierta como un gigante ante la mínima situación que se parezca a la traición, aunque sea su versión de bolsillo. Yo misma he sentido esta sensación, que se parece al grito silencioso de una fiera acorralada, y que trae a nuestra boca algo como: “cómo pudiste hacerme esto a mi”. Pero la gente hace cosas.

Cosas que nos gustan más, o nos pueden gustar menos. A veces no están bien hechas pero la mayoría de las veces no son actos malintencionados, sino más bien poco inspiradas. Y lo que para ti es un secreto inconfesable, quizás a la amiga de turno ni siquiera le parece algo tan malo. Y su ida de la lengua te perjudica, sí. Y efectivamente esto no está bien.

Pero no es alta traición, y desde luego no es para ponerse de aquella manera, incluso aunque a lo mejor sí que justifique el distanciamiento con esa persona para evitar males mayores.

La mujer que tiene este tipo de conexión con emociones tan superlativas e incontrolables, aunque las viva de forma interna, está frente a un síntoma. Este tipo de movimientos emocionales (angustia, rabia, desconsuelo, desesperación, deseos de venganza… aunque sean momentáneos) son síntomas de desorden, y no precisamente desorden hormonal, sino desorden sistémico.

A través de estos síntomas el sistema familiar habla de una o de varias intrincaciones que sería buena idea ver, para que una nueva comprensión nos permita sanar y ampliar nuestra perspectiva… y nuestras posibilidades de vivir una vida más conectada con nuestra realidad presente.

Porque efectivamente durante varias generaciones las mujeres han vivido restringidas, reprimidas, engañadas, manipuladas, culpabilizadas, sojuzgadas, imposibilitadas, disminuidas. Esta ha sido la verdadera traición, a la que incluso las otras mujeres contribuían también. Y esto entre congéneres, hermanas, madres e hijas…sí era alta traición entonces… aunque fuera cobijada bajo las creencias de una época o la buena conciencia familiar.

Y en nuestros genes está la memoria de ese dolor, de ese abuso, de esa injusticia.

Pero ha terminado y ya no necesitamos ver la vida desde esa perspectiva.

Porque ahora, aunque imperfecta, hay una realidad distinta para las mujeres que quieren tomar su libertad.

Hay opciones.

Y ahora las mujeres podemos decidir en qué, con quién, y hasta que punto compartir nuestros secretos, nuestras expectativas, nuestra vida y nuestra libertad.
 
Espero que quieras reflexionar sobre esto.
Por tu Pleno Bienestar
Que tengas un feliz presente.
 
Pilar Rodríguez-Castillos


 

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