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 EL MIEDO - 1ª parte - Tony de Mello



Noviembre 12, 2015, 11:49:03 am
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EL MIEDO - 1ª parte - Tony de Mello
« en: Noviembre 12, 2015, 11:49:03 am »
DESPIERTA: EL MIEDO EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA
Anthony de Mello

 
EL MIEDO ORIGEN DE LA VIOLENCIA

Algunos dicen que solamente hay dos cosas en el mundo: Dios y el miedo; el amor y el miedo son las únicas dos cosas. Solamente hay un mal en el mundo: el miedo. Solamente hay un bien en el mundo: el amor. A veces le dan otros nombres. A veces lo denominan felicidad o libertad o paz o gozo o Dios o lo que sea. Pero el rótulo realmente no importa. Y no hay un solo mal en el mundo que no se origine en el miedo. Ni uno solo.
La ignorancia y el miedo, la ignorancia causada por el miedo, de ahí viene todo el mal, de ahí viene la violencia. La persona que realmente no es violenta, la que es incapaz de la violencia, es la persona que no tiene miedo. Usted se enoja solamente cuando tiene miedo. Piense en la última vez que se enojó y busque el miedo subyacente. ¿Qué temía perder? ¿Qué temía que le quitaran? De ahí viene la ira. Piense en una persona furiosa, tal vez en alguien a quien usted teme. ¿Puede ver todo el miedo de esa persona? Tiene mucho miedo, realmente lo tiene. Está muy asustada o no estaría furiosa. En el último análisis solamente hay dos cosas, el amor y el miedo.
En este retiro me gustaría dejarlo hasta ahí, sin estructura y pasando de una cosa a la otra y regresando a ciertos temas una y otra vez, porque ésa es la forma de captar lo que estoy diciendo. Si eso no le llega la primera vez, puede llegarle la segunda, y lo que no le llega a esa persona puede llegarle a otra. Yo trato diferentes temas, pero todos son sobre lo mismo. Llámelo consciencia, llámelo amor, llámelo espiritualidad o libertad o despertar o cualquier cosa. Realmente es lo mismo.

LA CONSCIENCIA Y EL CONTACTO CON LA REALIDAD

Mirarlo todo dentro y fuera de usted, y cuando algo le sucede, verlo como si le estuviera sucediendo a otra persona, sin comentarios, sin juicios, sin actitudes, sin interferencias, sin intentos de cambiarlo, sólo de comprender. Cuando asuma esta actitud, empezará a caer en la cuenta de que se va des identificando cada vez de su “mi”. Santa Teresa de Ávila dice que, hacia el final de su vida, Dios le concedió una gracia extraordinaria. No usa, por supuesto, esta expresión moderna, pero solamente se trata de la desidentificación de sí misma. Si otra persona tiene cáncer y no conozco a esa persona, eso no me afecta mucho. Si tuviera amor y sensibilidad, tal vez le ayudaría, pero eso no me afecta emocionalmente. Si usted tiene que presentar un examen, eso no me afecta mucho. Puedo ser muy filosófico al respecto y decirle: “Bueno, cuanto más se preocupe, peor será. ¿Más bien por qué no descansa en vez de estudiar? ” Pero cuando llega mi turno para presentar un examen, entonces es diferente, ¿no es así? La razón es que me identifiqué con el “mi”: con mi familia, con mi país, mis posesiones, mi cuerpo, mi ego. ¿Cómo sería si Dios me diera la gracia de no llamar a estas cosas “mías”?. Gozaría del desprendimiento; estaría desidentificado. Eso es lo que significa perderse a sí mismo, negarse a sí mismo, morir a sí mismo.

LA BUENA RELIGION: LA ANTÍTESIS DE LA INCONSCIENCIA

Alguien me preguntó durante una conferencia: ¿Qué piensa sobre Nuestra Señora de Fátima?” ¿Qué opina de ella? Cuando me hacen preguntas como ésa, me acuerdo de aquella vez que llevaban la estatua de Nuestra Señora de Fátima en un avión a una peregrinación de veneración, y cuando volaban sobre el sur de Francia el avión empezó a bambolearse y a temblar y parecía que fuera a desbaratarse. Y la milagrosa estatua gritó: ¡Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros!” Y todo se arregló. ¿No fue maravilloso? ¿Una “nuestra señora” que ayuda a otra “nuestra señora”?
También había un grupo de mil personas que fueron en peregrinación a Ciudad de México a venerar el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y se sentaron delante de la estatua protestando porque el Obispo de la Diócesis había declarado a “¡Nuestra Señora de Lourdes” patrona de la Diócesis! Estaban seguros de que Nuestra Señora de Guadalupe” lo sentía mucho, de manera que estaban protestando en desagravio de la ofensa. Ése es el problema con la religión si uno no se cuida.
Cuando les hablo a los hindúes, les digo: “Sus sacerdotes no se alegrarán de oír esto” (fíjense lo prudente que estoy esta mañana), “pero, según Jesucristo, a Dios le agradaría más la transformación de ustedes que la adoración que le rindan. Le agradaría mucho más su amor que su adoración”. Y cuando les hablo a los musulmanes,   les digo: “Su ayatola y sus mullah no se van a alegrar de oír esto, pero a Dios le va a agradar mucho más que ustedes se transformen en personas llenas de amor que si dicen “Señor, Señor”. Es infinitamente más importante que ustedes se despierten. Eso es la espiritualidad, eso es todo. Si ustedes lo logran, tienen a Dios. Entonces ustedes adoran “en espíritu y en verdad”. Cuando ustedes se convierten en amor, cuando se transforman en amor.
El peligro de lo que puede hacer la religión se ve muy bien en una historia que contó el Cardenal Martini, Arzobispo de Milán. La historia es sobre una pareja de italianos que se van a casar. Se habían puesto de acuerdo con el párroco para hacer una pequeña recepción en el atrio de la parroquia, frente a la iglesia. Pero llovió, y no se podía hacer la recepción, de modo que le dijeron al sacerdote: “¿Podríamos hacer la celebración en la iglesia?
Al padre no le entusiasmó hacer una recepción en la iglesia, pero ellos le dijeron: “Comeremos un poco de torta, cantaremos una canción, tomaremos un poquito de vino y nos iremos a casa”. De manera que el padre aceptó. Pero como eran italianos amantes de la vida, tomaron un poco de vino, cantaron una canción, luego tomaron otro poquito de vino y cantaron más canciones, y a la media hora había una gran celebración en la iglesia. Y todos se estaban divirtiendo mucho. Pero el padre estaba tenso, paseándose de un lado para otro en la sacristía, preocupado por el ruido que estaban haciendo. El coadjutor entró y le dijo:
- Veo que usted está muy tenso.
- Por supuesto que estoy tenso. ¡Oiga el ruido que están haciendo, y en la casa de Dios! ¡Santo Dios!.
- Pero padre, realmente no tenían a dónde ir.
-¡Ya lo sé! Pero, ¿Por qué tienen que hacer tanto ruido?
- Bueno, ¡no debemos olvidar que el mismo Jesús asistió una vez a una boda! ¿No es verdad, padre?
- Yo sé que Jesucristo asistió a un banquete de bodas. ¡No es necesario que usted me diga que Jesucristo asistió a un banquete de bodas!
¡Pero no estaba allí el santísimo sacramento!
Miren: A veces el Santísimo Sacramento es más importante que Jesucristo: Cuando el culto es más importante que el amor, cuando la iglesia es más importante que la vida, cuando Dios es más importante que el prójimo. Y así sigue. Ése es el peligro. En mi opinión, para esto era para lo que Jesús evidentemente nos llamaba: ¡Primero lo primero! La persona es mucho más importante que el sábado. Hacer lo que le digo, convertirse en lo que estoy indicando, es mucho más importante que decir Señor, Señor. Pero a su mullah no le va a gustar oír eso, se lo aseguro. A sus sacerdotes no les va a gustar oír eso. Sin embargo, de eso es de lo que hemos estado hablando. De la espiritualidad. Del despertar. Como les dije, si quieren despertar es extremadamente importante hace lo que llamo “auto observación”. Sean conscientes de lo que dicen, sean conscientes de lo que hacen, sean conscientes de lo que piensan, sean conscientes en su manera de actuar. Sean conscientes del lugar de donde vienen, de cuáles son sus motivaciones. No vale la pena vivir una vida sin consciencia.
La vida sin consciencia es una vida mecánica. No es humana, es programada, condicionada. Más valdría que fuéramos una piedra, un trozo de madera. En mi país hay cientos de miles de personas que viven en pequeñas chozas, en una pobreza extrema; apenas logran sobrevivir, todo el día hacen un trabajo manual duro, duermen y se despiertan por la mañana, comen algo, y vuelven a empezar. Y uno piensa: “¡Qué vida!” “¿Eso es lo que la vida tiene para ofrecerles? “Y entonces, de pronto, se sobresalta cuando se da cuenta que el
99.999% de las personas de aquí no están mejor. Ustedes pueden ir al cine, conducir un automóvil, hacer un crucero. ¿Creen ustedes que están mejor que ellos? Ustedes están tan muertos como ellos. Son una máquina tanto como lo son ellos – Una máquina un poco más grande, pero de todas maneras, una máquina. Eso es triste. Es triste pensar que la persona pasa por la vida así.
Los seres humanos pasan por la vida con ideas fijas; nunca cambian. Sencillamente no se dan cuenta de lo que sucede. Ellos podrían ser un bloque de madera, o una roca, una máquina que habla, camina, piensa. Eso no es humano. Son títeres movidos en todas las direcciones por todo tipo de cosas. Opriman un botón y obtendrán una reacción. Casi se puede predecir cómo va a reaccionar una persona. Si estudio a una persona, puedo decirles cómo va a reaccionar. Con mi grupo de terapia, a veces escribo en una hoja de papel que Fulano va a iniciar la sesión y que Mengano va a responderle. ¿Creen que eso está mal? Bueno, no escuchen a las personas que les dicen: “¡Olvídese de usted mismo! Acérquese a los demás con amor” ¡No las escuchen! Todos se equivocan. Lo peor que usted puede hacer es olvidarse de usted mismo cuando se acerca a los demás con lo que se llama una actitud de ayuda.
Esto lo entendí a la fuerza hace muchos años, cuando estudié sicología en Chicago. Estábamos siguiendo un curso de consejería para sacerdotes. Se admitía sólo a sacerdotes que estaban haciendo consejería y que aceptaban traer a la clase la grabación de una sesión. Éramos como veinte. Cuando me llegó el turno, traje un casete con una entrevista que había tenido con una joven. El instructor colocó la cinta en una grabadora, y la escuchamos. A los cinco minutos, como acostumbraba el instructor detuvo la grabación y preguntó: ¿Hay comentarios? Alguien me dijo:
-¿Por qué le preguntó eso a ella?
- No creo haberle preguntado nada – le contesté -. En realidad, estoy bastante seguro de no haberle preguntado nada.
- Usted le preguntó – afirmó.
Yo estaba seguro porque en esa época estaba siguiendo conscientemente el método de Carl Rogers, el cual se orienta hacia las personas y es no directivo: uno no hace preguntas, no interrumpe ni da consejos. De manera que yo sabía que no debía hacer preguntas. De todos modos, hubo una discusión entre nosotros y entonces el instructor dijo: “¿Por qué no volvemos a escuchar la grabación?” volvimos a escucharla y entonces con horror, oí una pregunta grande, tan grande como el Empire State Building, una pregunta enorme. Lo interesante es que yo había oído esa pregunta tres veces, la primera vez, supuestamente cuando la hice, la segunda vez cuando escuché la grabación en mi habitación (porque yo quería llevar una buena grabación a clase), y la tercera vez cuando la escuché en clase. Pero no la había oído. No había tomado consciencia.
Eso sucede con frecuencia en mis sesiones de terapia o en mi dirección espiritual. Grabamos la entrevista, y cuando el cliente la escucha dice: “Mire, realmente no oí lo que usted dijo durante la entrevista. Sólo oí lo que dijo cuando escuché la grabación”. Lo más interesante es que yo no oí lo que dije durante la entrevista. Es sorprendente descubrir que durante una sesión de terapia digo cosas de las que no tengo consciencia. Solamente más tarde capto su pleno significado. ¿Creen ustedes que esto es humano? Usted dice: “Olvídese de usted mismo y vaya hacia los demás”. De todos modos, después de escuchar nosotros toda   la   grabación   allá   en   Chicago,   el   instructor   dijo:   “¿Hay comentarios?” Uno de los sacerdotes, un hombre de cincuenta años con quien yo simpatizaba, me dijo:
- Tony, me gustaría hacerte una pregunta personal. ¿Te parecería bien?
- Si, por supuesto – le contesté – Si no quiero responderla, no respondo.
-¿La mujer de la entrevista es bonita? – me preguntó
Realmente, yo estaba en un estadio de mi desarrollo (o subdesarrollo) en el cual no me daba cuenta de si alguien era bien parecido o no lo era. No me importaba. Ella era una oveja del rebaño de Cristo; yo era un pastor. Yo prestaba ayuda. ¡Qué maravilla! Así me habían entrenado. De modo que le dije:
-¿Eso que tiene que ver?
- Porque ella no te gusta, ¿verdad? – me contestó
-¡¿Qué?! – exclamé
Nunca me había detenido a pensar si los individuos me gustaban o me disgustaban. Como la mayoría de la gente, sentía una antipatía ocasional que se hacía consciente, pero mi actitud generalmente era neutral. Le pregunte:
-¿Por qué piensas eso?
- Por la grabación.
La escuchamos nuevamente, y me dijo:
- Escucha tu voz. La dulzura con que hablas. Observa. Estás irritado,
¿No es así?
Si estaba irritado, y sólo estaba empezando a ser consciente de ello en ese momento. ¿Y qué fue lo que le dije a ella de manera no directiva? Le dije: “No regrese”. Pero no me había dado cuenta. El sacerdote amigo me dijo:
- Ella es mujer. Se habrá dado cuenta. ¿Cuándo debes volver a reunirte con ella?
- El próximo miércoles
- Apuesto a que no regresará
No regresó. Esperé una semana, pero no vino. Esperé otra semana y tampoco vino. Entonces la llamé. Rompí una de mis reglas: No seas el salvador.
La llamé y le dije:
-¿Recuerda esa grabación que usted me permitió hacer para mi clase? Me ayudó mucho porque la clase me señaló muchas cosas (¡No le dije qué cosas!) que podrían hacer que la sesión fuera más eficaz. De modo que si usted quisiera regresar, sería más eficaz.
- Bien, regresaré – me contestó.
Regresó. Todavía estaba allí la antipatía. No había desaparecido, pero ya no estorbaba. Usted controla aquello de lo cual es consciente; aquello de lo cual usted no es consciente, lo controla a usted. Usted siempre será un esclavo de aquello de lo cual no es consciente.
Cuando es consciente de ello, se libera. Todavía está allí, pero no lo afecta. No lo controla a usted, no lo esclaviza. Ésa es la diferencia.
Consciencia, consciencia, consciencia. Lo que nos enseñaron en ese curso fue a ser observadores participantes.
Para expresarlo gráficamente, yo estaría hablando con usted y al mismo tiempo estaría afuera observándolo a usted y observándome a mí mismo. Cuando estoy escuchándolo a usted, es infinitamente más importante escucharme a mí mismo que escucharle a usted. Por supuesto, es importante escucharlo a usted, pero es más importante escucharme a mí mismo. De otra manera, no lo estaré oyendo. O distorsionaré todo lo que dice. Lo oiré a través de mi condicionamiento.
Reaccionaré a usted de muchas maneras, de acuerdo con mis propias inseguridades, con mi necesidad de manipularlo, con mi deseo de tener éxito, con irritaciones y sentimientos de los cuales tal vez no sea consciente. De manera que es muy importante que me escuche a mi mismo cuando lo estoy escuchando a usted. Para eso nos entrenaron: para ser conscientes.
Usted no tiene que imaginarse a usted mismo flotando en alguna parte en el aire. Para aproximarse a una comprensión de lo que estoy diciendo, imagínese un buen conductor, que conduce un automóvil y que está concentrado en lo que usted le dice. En verdad es posible que esté discutiendo con usted, pero está completamente consciente de las señales de tránsito. En el momento en que sucede algo inesperado, en el momento en que hay un sonido, o ruido, o roce, lo oirá de inmediato. Dirá: “¿Está seguro de que cerró esa puerta de atrás?”
¿Cómo lo hizo? Estaba consciente, estaba alerta. Su atención estaba enfocada en la conversación, o en la discusión, pero su consciencia era más difusa. Estaba percibiendo muchas cosas.
Aquí no estoy defendiendo la concentración. Eso no es importante. Muchas técnicas de meditación inculcan la concentración, pero yo desconfío de eso. Implican violencia, y, con frecuencia, implican más programación y más condicionamiento, lo que yo defendería sería la consciencia,   que   no   es   lo   mismo   que   la   concentración.   La concentración es un reflector, un foco. Usted le abre a cualquier cosa que entra en su consciencia. Usted puede distraerse de eso, pero cuando practica la consciencia, nunca está distraído Cuando llega la consciencia, nunca hay distracción, porque usted siempre estará consciente de lo que ocurra.
Digamos que estoy mirando esos árboles y estoy preocupado. ¿Estoy distraído? Estoy distraído solamente si me propongo concentrarme en los árboles. Pero si soy consciente de que también estoy preocupado, eso no es ninguna distracción. Sencillamente, tome consciencia del lugar donde está su atención. Cuando algo no va bien o algo
Inesperado sucede, usted lo notará de inmediato ¡Algo no marcha bien! En el momento en que un sentimiento negativo surge en la consciencia, usted lo notará. Usted es como el conductor del automóvil.
Ya les dije que Santa Teresa de Ávila dijo que Dios le dio la gracia de des identificarse de sí misma. Ustedes oyen a los niños hablar de esa manera. Un niño de dos años dice: “Tommy se desayunó esta mañana”. No dice “yo”, aunque él es Tommy. Dice “Tommy” – en tercera persona. Los místicos se sienten así. Se han desidentificado de sí mismos y están en paz.
 Ésta era la gracia a la que se refería Santa Teresa. Éste es el “yo” que los maestros místicos del oriente están constantemente instando a descubrir. ¡Y los de occidente también!   Y puede incluir en ellos a Mester Eckhart. Ellos están instando a la gente a descubrir el “yo”.

 

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