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 MALDITO EGO…



Noviembre 26, 2015, 09:00:57 am
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MALDITO EGO…
« en: Noviembre 26, 2015, 09:00:57 am »
MALDITO EGO…



Cuando decimos que una persona tiene mucho ego, lo hacemos para indicar que es vanidosa, orgullosa o engreída. En algunos enfoques psicoterapéuticos, la palabra “ego” en cambio, no sólo se refiere al orgullo sino que abarca todos aquellos comportamientos, impulsos y defensas conscientes o inconscientes que nos provocan sufrimiento y nos alejan de nuestro estado natural de bienestar.

¿CÓMO SE DESARROLLA EL EGO?

Cuando somos niños, estamos totalmente expuestos ante el mundo, frágiles y sin recursos para defendernos ni física ni emocionalmente. Aunque crezcamos en un entorno que nos dé cuidados y amor, pronto aprendemos que la vida también es dolorosa y frustrante y que todas nuestras necesidades no siempre quedan cubiertas.

Tarde o temprano nos damos cuenta de que el deseo de ser vistos, de recibir atención y reconocimiento por parte de nuestros padres, a veces no puede cumplirse en el momento que queremos ni de la manera que necesitamos. Papá y mamá muchas veces (aunque en algunos casos demasiado pocas..!) nos dicen “no”.

Y entonces aprendo que si soy buena y no me enfado, me dicen más a menudo lo bien que me porto. Que si soy aplicado y me esfuerzo al máximo en todo, me premian más. Que si hago trastadas y me rebelo, me prestan atención. Que si me muestro desvalida me vienen a consolar, o que si no lloro ni enseño mi miedo, me felicitan por ser fuerte y valiente…  y es aquí donde empieza a desarrollarse nuestro ego, a formarse una máscara con una manera determinada de actuar que nos ayudará a “sobrevivir” y a conseguir aquello que deseamos, aunque no siempre de la manera más sana para nosotr@s.

A medida que vamos creciendo, estas actitudes se consolidan, se enquistan y crean unos mecanismos prácticamente automáticos con los que reaccionamos ante las situaciones que vivimos.

Por ejemplo: la niña que aprendió a no enfadarse, de adulta sigue “portándose bien”, sigue evitando mostrar su desagrado o rabia para sentirse más aceptada por tod@s (a pesar de que en realidad lo que hace es pasar por alto sus necesidades, opiniones y límites).

El niño que aprendió a no llorar, de adulto sigue reprimiendo sus sentimientos para que los demás no le vean vulnerable ni débil (aunque en realidad está perdiendo el contacto con sus verdaderas emociones).
La niña que se mostraba desvalida, sigue en su papel de víctima para evitar responsabilidades y obtener la atención y el cariño de l@s demás (a pesar de ser una forma de manipulación que le quita poder de decisión y fuerza)

Estos mecanismos son nuestra respuesta ante la frustración, nuestra manera de sentirnos vistos. Tod@s y cada un@ de nosotr@s hemos construído un ego, una máscara, aunque algunas de ellas sean más visibles o reconocibles que otras.
Nuestra máscara es tan profunda e inconsciente que acabamos fusionándonos con ella, creyendo que es parte de nuestro carácter, de nuestra esencia…

En la vida adulta, esa defensa infantil tan limitante deja de tener sentido. Las actitudes que en su momento resultaron útiles y nos ayudaron a sobrevivir y a defendernos ante el medio, se acaban convirtiendo en una jaula en la que no tenemos libertad de movimiento, que sólo nos deja reaccionar de manera automática una y otra vez. Nuestra verdadera esencia, nuestras cualidades y posibilidades se van apagando hasta quedar totalmente olvidadas…

¿QUÉ PUEDO HACER CON MI EGO?

En algún momento de nuestra vida nos damos cuenta de que tenemos actitudes que nos hacen sentir mal, que nos dañan. Es síntoma de que el juego del ego (o “neura” para l@s amig@s)empieza a desgastarse, de que ya no nos funciona igual que antes. Ese “despertar” a veces llega de la mano de alguna dificultad en una relación personal, de un problema determinado o simplemente de la intuición de que podemos vivir la vida de manera más ligera y más plena.

Es el momento de tomar la valiente decisión de convertirnos en investigadores de nosotr@s mism@s y de empezar un proceso terapéutico que nos ayude a desenmascarar nuestro ego: conocer su origen, saber de qué se disfraza, con qué argumentos nos engaña, para qué nos sirve… En ese trabajo interior iremos descubriendo qué mecanismos nos han dirigido sin saberlo durante toda nuestra vida y cómo podemos empezar a abrirnos a nuevas posibilidades más sanas y equilibradas.

No obstante, no debemos olvidar que durante mucho tiempo el ego ha cumplido su función y nos ha ayudado a defendernos y a sobrevivir. Detrás de nuestras reacciones neuróticas, en realidad se esconde el niño o la niña herida que una vez fuimos, que sigue intentando ser vist@ y querid@ a través de unas actitudes que ya no tienen demasiado sentido.

Una vez descubierto, más que verlo como un enemigo contra el que hay que luchar, el trabajo pasa por reconocerlo, aceptarlo y aprender a gestionarlo. Con su aceptación, la máscara irá perdiendo fuerza y dejará más espacio a nuestro verdadero ser, que irá poco a poco recuperando su sitio y nos permitirá vivir una vida más sana, libre y plena.


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