NO HAY PROBLEMAS, SÓLO HAY ASUNTOS QUE RESOLVER.
PROBLEMA, según el diccionario de la RAE:
1. m. Cuestión que se trata de aclarar.
2. m. Proposición o dificultad de solución dudosa.
3. m. Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin.
4. m. Disgusto, preocupación.
5. m. Planteamiento de una situación cuya respuesta desconocida debe obtenerse a través de métodos científicos.
En mi opinión, no hay problemas.
Sólo hay asuntos que se presentan y conviene resolver.
Y punto.
Y si fueras capaz de comprender esto, y luego lo integraras en ti, el hecho de saber claramente la diferencia entre ambas cosas te quitaría un gran peso de encima, tomar decisiones te resultaría mucho menos gravoso, y de pronto podrías ver las cosas con otro color y comprenderías que la vida no es un campo de batalla.
No hay que luchar contra la vida.
Hay que vivir.
Y vivir implica resolver los asuntos que se van presentando y para ello hay que tomar decisiones y proceder.
Simplemente el hecho de llamar “problemas” a los asuntos que hay que resolver, ya implica una tensión cargada de nerviosismo e intranquilidad porque tener que “ENFRENTARSE a un problema” predispone a una situación de incertidumbre, por las dudas de si uno estará a la altura y será capaz de resolverlo, pero es que, además, casi siempre asociamos la palabra “problema” a algo grave, a algo que nos supera, a algo que preferiríamos eludir –y lo hacemos cada vez que podemos, aplazándolo todo lo posible y más-, y cuando ya es inevitable y nos “enfrentamos” lo hacemos desde el pavor y en inferioridad de condiciones.
Será todo lo que inconsciente que sea, pero nos afecta sin que nos demos cuenta del origen de ello, casi sin que podamos evitarlo, y su efecto es demoledor.
El gran problema está frente a ti… y tú eres tan pequeño… tan inexperto y tan poca cosa contra tan gran enemigo…
Porque esa es otra, desde el principio “el problema” es el enemigo y pone a uno en tensión y siente el riesgo, el peligro, la dificultad, mientras que “el asunto a resolver” es una tarea que no lleva ninguna negatividad pre-dispuesta.
Se trata de tomar decisiones del modo más racional y aséptico posible.
Sí, ya lo sé, una cosa es la teoría y otra es la práctica.
Sí, ya lo sé, a uno le cuesta des-implicarse porque uno está implicado. Uno es quien va a tener que afrontar el resultado de la decisión que se tome con respecto al asunto, y, a veces, uno con esa decisión se está jugando su futuro laboral o amoroso, o en esa decisión va a haber otros implicados afectados, o hay dos alternativas que pueden ser buenas y no se sabe cuál es mejor, o se puede pensar que la que aparenta ser la buena parece tan buena que posiblemente se escape algo negativo que uno no es capaz de ver. Si es buena, tal vez tenga truco, se llega a pensar.
Pero así es la vida… cada día se toman un montón de decisiones, aunque no nos demos cuenta. Cada día resolvemos un montón de asuntos. No siempre se acierta con las decisiones, y eso hay que aceptarlo sin drama.
No acertar -que no es lo mismo que equivocarse... ¡atención a esto!- es una de las posibilidades en cualquier toma de decisiones y hay que quitar el dramatismo al hecho de no acertar con lo adecuado. (Aunque eso nos lleva a otro sitio: el hecho de que una decisión aparente no ser acertada ahora puede que con el tiempo nos demuestre lo contrario. Y viceversa)
Es mejor vivir eliminando todos los dramas posibles, y rebajando lo gravoso que puede ser vivir en una tensión continua porque nos parece que el Mundo y la Vida están contra nosotros.
Es más cómodo –y tal vez mejor- aceptar con resignación, tolerancia, estoicismo, conformidad, paciencia, o pasividad (tú elige la palabra que te diga que no te duele porque lo comprendes) que “los problemas” no existen, que hay asuntos que resolver y que cuando lo hagas lo harás del modo que consideres mejor o adecuado, y que si no se resuelven del modo mejor o adecuado lo aceptarás sin enojarte contigo por ello, sin menospreciarte, sin menoscabar tu valía, y sin permitir que afecte a tu Autoestima y tu relación contigo mismo.
(En un pueblo oí decir una expresión para cuando algo no sale según estaba previsto: “Una mata que no ha echao”. Una mata de una planta que no ha dado fruto. Pero hay muchas otras que sí lo dan)
Te dejo con tus reflexiones…