LO QUE NO DEBES PEDIRLE A LA VIDA
En mi opinión, hay cosas en la vida de cada persona que las tiene que lograr por sí misma, con su esfuerzo y atención, y que no se deben dejar al azar de que “la vida”, “el destino”, “la casualidad”, o “el porvenir” nos las provean.
Hay cosas –y muchas- que se las tiene que pedir uno a sí mismo.
A la vida le exigimos demasiadas cosas. Creemos que nos la debe, o que tiene un compromiso o una deuda con nosotros que le obliga a tratarnos como seres especiales y a concedernos nuestros caprichos y deseos.
No es así. No tiene una obligación.
Nuestra vida es nuestra y nuestra responsabilidad también es nuestra.
A la vida se le pide, en muchas ocasiones, que nos dé felicidad. El caso es que nos puede llegar a dar lo que es felicidad, lo que nos puede aportar felicidad, y lo que nos puede poner en contacto con la felicidad, pero con su concepto de la felicidad –que es el concepto correcto- y no con el que nosotros presuponemos.
Cuando somos jóvenes somos insaciables pidiendo, y somos excesivamente exigentes con las condiciones que imponemos para la felicidad. Nuestras peticiones se pueden resumir diciendo que lo queremos todo. Si tenemos todo seremos felices, suponemos. Y en ese todo incluimos cosas disparatadas, cosas imposibles, y algunas cosas que tampoco nos aportarían la felicidad que conjeturamos.
Cuando uno es más mayorcito, la felicidad plena puede venir de despertarse un día sin dolores físicos.
En medio está la felicidad que no se sabe apreciar en su momento –en el momento en que a la felicidad se le exige algo espectacular, casi con fuegos artificiales continuos-, y son momentos de felicidad que sólo se aprecian y degustan tiempo después –cuando ya es tarde-, como una puesta de sol en una agradabilísima compañía –y entonces uno no estaba todo él, íntegramente, en ese momento-, como aquella tarde de domingo tirado en el campo que nos pareció que no pasaba nada –eso sí que era un felicidad serena-, o aquellas tardes calmadas en que una jugaba a vestir y desvestir su muñeca y a despeinarla para peinarla después –no se han vuelto a vivir otros juegos como ese-, y uno era feliz esperando que su novia saliese del trabajo –y entonces lo llamaba desesperación y aburrimiento-.
La gente, por lo general, piensa que la felicidad es otra cosa. Se confunden. Confunden ambición con felicidad, triunfo con felicidad, adquisiciones con felicidad, y dinero con felicidad.
LA FELICIDAD ES LO QUE UNO QUIERA QUE SEA LA FELICIDAD.
El conflicto grande surge cuando uno cree que la felicidad es alcanzar los objetivos que son de otras personas. Y también cuando piensan que no alcanzarlos les condena, obligatoriamente, a la infelicidad. Pero, además, no a una infelicidad en un aspecto concreto, sino a una infelicidad apocalíptica, general, y en todos los aspectos de la vida.
Por eso insisto en que hay cosas que no se le deben pedir a la vida –ni tampoco a Dios-, sino que es uno mismo quien ha de conseguirlas.
El futuro será el resultado de lo que hagamos con este presente.
EL POR-VENIR NO EXISTE: LO QUE EXISTE ES EL POR-HACER.
Existe un poquito de casualidad, a veces, aunque no es tan casual como se cree. Lo que existe realmente es la “causalidad”, una Ley en virtud de la cual todo efecto tiene una causa. Si pasan algunas cosas no son por azar ni por el deseo de un demonio que se entromete con malas intenciones en la vida de uno, sino porque hemos hecho algo, o hemos omitido hacer algo, cuya consecuencia –que podríamos haber evitado- lógicamente se manifiesta pero… no nos queremos responsabilizar. Le pasamos la culpa al destino –que nunca protesta-, al porvenir –que, claro, se ensaña, siempre e injustamente, con nosotros-, o al azar –que, vaya, nunca nos favorece-.
Uno ha de responsabilizarse de su vida, y poner en ella lo que crea que tiene que poner. Aunque… eso sí… eso requiere atención, esfuerzo, implicación, decisiones, responsabilidad…
EL MAYOR REGALO QUE UNO SE PUEDE HACER A SÍ MISMO ES RESPONSABILIZARSE DE SU PROPIA VIDA.
Mirarla con una mirada distinta: es mía. Soy yo. Y tengo el poder de hacer con ella lo que crea conveniente –siempre dentro de lo que es posible-. Esto es algo grandioso. Vivo. Veo. Me muevo. Siento. Me emociono.
Yo soy el Creador de mi Universo Personal.
Yo puedo gobernar mi Vida.
Yo soy.
Yo decido.
Te dejo con tus reflexiones…