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 ABANDONA LA INFELICIDAD



Febrero 13, 2016, 05:29:50 am
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Desconectado Francisco de Sales

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ABANDONA LA INFELICIDAD
« en: Febrero 13, 2016, 05:29:50 am »
ABANDONA LA INFELICIDAD


INFELICIDAD: Desgracia, suerte adversa.
SUERTE: Circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adverso a alguien o algo lo que ocurre o sucede.


Conviene no olvidar nunca esto: Tanto la infelicidad como la felicidad son una decisión personal. Uno puede dejar de ser infeliz en cuanto lo decida y haga lo que tiene que hacer para deshacerse de ella.

Tal vez no encaramos del modo adecuado la idea de infelicidad. Escribo “idea” porque la infelicidad realmente es sólo una idea como ya he dicho.

Es casi seguro que, visto objetivamente, se puede llegar a la conclusión racional de que uno tiene motivos más que suficientes para ser y sentirse feliz, pero si la idea que ronda nuestra mente es la de que somos infelices, la energía que se pone en eso suele ser tan intensa que creará, sin duda, una infelicidad artificial pero de poderosas y adversas consecuencias.

Las personas buscan libros y artículos que les hablen sobre la felicidad, pero se desatiende algo que es imprescindible conocer: la infelicidad.
El día 28 de febrero de 2022, que es cuando escribo este artículo, al teclear “felicidad” en Google aparecen 139.000.000 de resultados, pero si se escribe “infelicidad” aparecen 1.940.000; si se escribe “feliz” son 648.000.000 y si se escribe “infeliz” 13.900.000 Podríamos deducir de este dato –que no es objetivo ni en absoluto determinante-, que a la gente le interesa más la felicidad que la infelicidad.

Parece ser que a la felicidad no le permitimos alcanzar su plenitud mientras exista algo de infelicidad. O por lo menos, algo que uno sienta como infelicidad, ya que por el hecho de tenerla como sentimiento hace que nuestra mente lo interprete como realidad.

Entonces… ¿será que hay que hablar de infelicidad antes de hablar de felicidad? Eso es una apreciación personal. Piensa en tu caso. ¿Te deshaces de las cosas que te hacen infeliz o te empeñas en querer taparlas o compensarlas con otras cosas que te hagan feliz? En caso afirmativo… ¿sabes que estás intentando construir sobre un suelo inseguro que en cualquier momento va a hacer que se caiga toda tu construcción?

¿Piensas que si hay muchas cosas que te hagan feliz van a desaparecer las que te hacen infeliz? Supongo que tu respuesta es negativa. Lo sabes conscientemente, pero… ¿lo sabe tu inconsciente?

Esto es difícil de medir, pero apostaría a que las cosas que te hacen infeliz tienen diez veces más de poder que las que te hacen feliz. Además, son más insistentes y más notables. Y, lo que es peor, producen sufrimiento.

A veces, uno se pregunta ¿por qué soy infeliz, si tengo un buen esposo, dos hijos cariñosos y buenos, un buen trabajo y una buena casa? Y es difícil responder a la pregunta porque se hace en el sitio equivocado. Se le pregunta a la lógica y la lógica hasta puede darte la razón, pero… ¿de qué te sirve que te dé la razón? La infelicidad es un sentimiento, no es un asunto que se pueda racionalizar y por ello desaparezca.

Las cosas malas que tiene la infelicidad –que son muchas- son, sobre todo, que es absorbente, acaparadora, manipuladora, que lo abarca todo y con su influencia negativa hace desaparecer a la felicidad y lo tiñe todo de un gris sombrío. Y conviene ser muy conscientes de esto, pero que muy conscientes, porque en cuanto se instale esa idea en la cabeza se instalará al mismo tiempo un pesimismo que irá contagiando a todas las facetas de nuestra vida y a nuestro ánimo, apagará las esperanzas, destituirá a las sonrisas, y se instalará de una forma tan arraigada y poderosa que irá contaminando cada uno de nuestros pasos y todos los propósitos.

Se puede Ser Infeliz y darse cuenta, o Ser Infeliz y no darse cuenta.

En el primer caso, uno reconoce su infelicidad –con más o menos conflictos internos- y tras pasar el shock emocional que se produce cuando una acepta su infelicidad, empieza la parte buena y enriquecedora: uno tiene la opción de abandonar la idea de infelicidad para acceder en primer paso a la tranquilidad para, posteriormente, sacar de esa circunstancia toda la enseñanza que lleva y lo positivo que conlleve.

En el segundo caso, permite vivir en una burbuja muy aislada donde no entra el intento de resolver la situación o situaciones que condenan a esa infelicidad. Uno se apaga en su idea de que no tiene remedio y se hace sufridor profesional cualificado.

Conviene saber que la infelicidad es, casi siempre, una situación a la que conduce el ego, que no quiere aceptar la desgracia ni la suerte adversa, que no admite que en la vida no se cumplan todos sus deseos y que los sucesos del mundo no dependan de sus decisiones. Y es quien impone un estado de frustración que nuestra mente traduce como infelicidad, aunque no lo sea.

A las personas o cosas que producen infelicidad hay que verlas desde fuera, inafectados, como si fueran ajenas, para poder conservar la objetividad con la que se pueden desmontar todos los aspectos que colaboran en que uno se sienta infeliz.

Como la infelicidad es un estado mental, aunque uno sea real y objetivamente feliz, si se siente de ese modo tiene todas las posibilidades de acabar estando infeliz y sintiéndose como tal. Son ideas que no admiten un diálogo en que se les pueda hacer ver su sinrazón, el daño que causan, y su inutilidad

Si uno desmenuza los motivos que cree que le  provocan infelicidad y ve que no son concluyentes, o no es capaz de encontrar la razón entre los asuntos que revise,  entonces es muy posible que sea un asunto espiritual.

Es muy conveniente –como en todos los casos- hacer muy bien la pregunta porque cada pregunta tiene SU respuesta, y si no se hace del modo correcto es posible que nos quedemos con una respuesta que no es la adecuada a la pregunta que nos interesa pero hemos hecho mal.  No hay que preguntarse: ¿por qué SOY infeliz?, ¿por qué SOY un desgraciado?, sino que habrá que preguntase ¿por qué me SIENTO infeliz?, ¿por qué me SIENTO un desgraciado?

FELICIDAD e INFELICIDAD, como palabras, sólo se diferencian en el prefijo IN. Este prefijo siempre indica negación o privación. Infeliz, por tanto es “no ser feliz” o es “privarse de la felicidad”. Infelicidad es, por tanto, la falta de felicidad. Pero se confunde habitualmente la infelicidad con la ausencia de felicidad plena por la falta de una resolución de nuestro agrado en un área concreta de la vida. Si no somos o no nos sentimos felices, entonces, lo interesante es averiguar cuál es la razón, el origen verdadero, y no ponerse a tratar de incorporar elementos que suponemos nos van a hacer felices porque no van a encontrar una situación que les acoja bien, ya que interiormente no existe esa situación. Es como cuando estás de mal humor y nada que te hagan te parece bien y ningún chiste te hace gracia.

Lo que pasa es que si no se tiene claro el concepto de infelicidad, o si uno es propenso a ella porque no sabe entender ese sentimiento, se puede equivocar –trágicamente y mucho- interpretando que es infeliz porque no encuentra un trabajo, porque su vida sentimental es deficiente, le falta su querida madre, un amigo le ha fallado, o es domingo y se van a mojar los planes previstos. Todo eso no son más que asuntos circunstanciales adversos, realidades que inútilmente no se aceptan, o carencias en un solo y específico área de la vida. Lo contraproducente es hacer lo que se hace habitualmente: si falla un aspecto de la vida se le da un valor desmesurado y nos obnubila de tal modo que llegamos a ser capaces de englobar todos los otros asuntos que nos van bien, y el propio concepto de ser y saberse feliz que uno tiene, en la afirmación equivocada de “Soy infeliz”.

No es cierta la afirmación de “Soy infeliz”. Simplemente, alguna cosa no ha salido como yo deseaba o fantaseaba. Puedo sentirme triste, incómodo, decepcionado, enojado, o frustrado en un aspecto… pero no “soy infeliz”. Y tener clara la diferencia entre una y otra cosa puede ser la diferencia entre ser infeliz o no serlo.

No hay que confundir los términos. Repito: si yo me digo a mí mismo que soy infeliz, acabaré creyéndomelo y actuando como tal. Eso implica que mi carácter abandonará la objetividad para pasar a verlo todo a partir de ese pensamiento con el tinte negro de la infelicidad, y todo –hasta lo más nimio- comenzará a ser una tragedia; la mente se centrará en la tragedia y se olvidará que ese “lo que sea” sólo representa un pequeñísimo porcentaje en el conjunto de cosas de nuestra vida.

Que la infelicidad no te impida ver la felicidad que sí tienes. Que no la minusvalore.  Que no la hiera ni la borre. No hay que permitir que el hecho de que una cosa no suceda del modo deseado se convierta en infelicidad –porque no lo es- y que posteriormente eso malogre el resto de felicidad que uno siente y uno es.

Una de mis palabras favoritas en los Procesos de  Desarrollo Personal es esta: Preservarse. Ponerse a salvo. Protegerse. Resguardarse de algún daño o peligro. Cuidarse. Crearse el mecanismo y la atención que se necesitan para que no afecten negativamente las cosas que nos suceden.

Algunas cosas son inevitables y no es correcto darles el poder y el permiso para que nos agredan. Se malogran algunas cosas y algunos proyectos, y eso es y hay que aceptarlo como “normal”. Podía suceder y sucedió. Estaba en la parte de las previsiones que preferimos obviar y eso hay que tolerarlo sin objeciones, sin que sea una catástrofe de proporciones desmesuradas y sin pataleta, ya que no es correcto dejar nuestra estabilidad emocional, y nuestro sentimiento de felicidad, en las manos de la posibilidad de que el azar o las situaciones nos provean de algo indeseado.

Es conveniente quitarles el poder a las cosas que nos suceden, para que no se convierta en infelicidad lo que simplemente es una frustración. De la vida hay que esperar cosas sensatas y no irrealidades, y es más adecuado no confiar plenamente en las utopías. Los sueños, sueños son.

En la vida pasa lo que pasa y no siempre lo que uno desea que pase.


Pararse en este mismo instante y reflexionar sobre lo leído me parece que es una buena idea. No se trata de cargarse de más palabras sino de comprender las imprescindibles. Párate ahora mismo. No hay que saciarse de palabras, es mejor esperar que las que acabas de leer encuentren su sitio, hagan el efecto que tengan que hacer, se digieran con la mente y el corazón al  tiempo. ¿Sientes dentro de ti un asentimiento, algo que dice “es así”, o “tienes razón”? Si es así, puedes seguir en ello, sin prisa, porque tal vez te apetezca degustar este descubrimiento. Si no es así, aporta tu opinión, crea un debate interno, organizar un concilio entre todos tus yoes, escúchales a todos y después saca tu propia conclusión e imponla.

Te dejo con tus reflexiones…


« Última modificación: Abril 02, 2023, 10:26:52 am por Francisco de Sales »

 

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