TENGO LA AUTOESTIMA BAJA, ¿Y AHORA QUÉ HAGO?
En mi opinión, tener la Autoestima baja es una tragedia que sólo conoce bien quien está o ha estado en esa situación.
Quien no haya pasado por esa vivencia no es consciente de cómo las fuerzas y la voluntad le abandona a uno, y cómo las teorías, los buenos deseos, y los consejos ajenos, no pueden enfrentarse de ningún modo al pesimismo instalado y la desmotivación profunda, tan fortalecidas y arraigadas.
Hay personas que por fin reconocen que tienen falta de Autoestima y que es un asunto que tiene que afrontar y resolver ellos mismos. Se informan todo lo que pueden sobre el tema, leen consejos bien encaminados y con muy buena intención, reciben ánimo de sus familiares y seres queridos, pero… ni la repetición de frases con que pretenden recargar la moral ni el pequeño ánimo que puede estar germinando son capaces de hacer nada… porque no saben qué hacer.
Creo que los siguientes consejos pueden ser el inicio para ponerse en marcha y dar los primeros pequeños pasos que lleven a los grandes pasos.
PRIMERO.-
Tener una conversación consigo mismo –preferiblemente a solas y en voz alta- donde se exponga todo el amor propio que se tenga en ese momento –todo-, y toda la voluntad de reconciliación con la persona que uno era antes de caer en esta ingrata situación. Conviene firmar un compromiso de rescate, de sacarse a flote, y de enfrentarse a lo que haga falta para terminar con esa situación. Es una cuestión de responsabilidad. Cada uno tiene la responsabilidad de su propia vida y la obligación ética y moral de hacer que sea la mejor posible, para poder sentirse satisfecho. Por ello, conviene firmar un pacto consigo mismo para no auto-agredirse, para no obstaculizarse ni perjudicarse de ningún modo en este camino, y actuar con la resolución que se necesite para poner fin a las propias auto-hostilidades. Hay que comprender, sin la mínima fisura, que uno es la víctima actual de su baja autoestima y, al mismo tiempo, será el beneficiario cuando deje de tenerla así.
Es provechoso también aclararse a sí mismo el merecimiento. La mayoría de estas personas tienen tan mal concepto de cómo son –y el miedo horrible a que lo descubran los otros- que creen que no se merecen nada bueno, ni que le vayan bien las cosas, ni que alguien les quiera porque sí, ni que les presten atención. Se condenan a un victimismo desgraciado del que no logran salir porque están convencidos de que es el sitio que les corresponde. Y, por supuesto, que no es así. Todas las personas del mundo, -todas en principio, aunque luego sean criminales o ladrones y haya que aplicarles otra justicia-, se merecen que las cosas les vayan bien. Es un derecho de cada Ser Humano, adquirido por el simple hecho de haber nacido y por el posible hecho de ser Hijo de Dios. Esto es incuestionable: el derecho existe, y es un derecho que se convierte en deber. Todas las personas deben ser merecedoras de las cosas que consideran buenas de la vida.
SEGUNDO.-
Lograr un acto de sinceridad, con la máxima honestidad, en el que uno reconozca cómo se encuentra, cuál es su situación real. Una especie de inventario donde se muestre todo lo “malo”, por una parte, y todo lo bueno que uno tiene y lo que le satisface de sí mismo. Esto conlleva un peligro, y es que a la vista de todo lo “malo” junto, que abulta mucho más que por separado, uno piense que está peor de lo que creía estar y que, definitivamente, no merece la pena intentarlo porque va a ser imposible salir adelante. Estas personas deben recordar que ya estaban así pero ahora es cuando se dan cuenta. Y lo mismo que puede ser malo verlo todo junto, también puede ser muy bueno darse cuenta de que uno está peor de lo que suponía y que ya no se debe aplazar más la solución.
Es necesario restablecer la justicia. Hay que tener cuidado al poner los adjetivos o calificaciones a las cosas que nos pasan, y también a la hora de valorar justamente lo “malo” y lo bueno. La tendencia habitual en estos casos es engrandecer lo negativo y minusvalorar lo positivo. Propongo ser justos y utilizar la misma vara de medir, y de ese modo comprobaremos que lo negativo no es tan grave, y que lo positivo tiene más importancia de la que le damos. Si se reconoce lo negativo, hay que tener la justeza de hacerlo del mismo modo con lo positivo. Son imprescindibles la honestidad, la ecuanimidad, y la verdad.
TERCERO.-
Tranquilidad. Que nadie se ponga nervioso. Lo que se ha tardado años y años en hacer no se puede deshacer en un día. O sea que… despacio y con buena letra. Despacio pero afianzando cada paso que se dé. Es recomendable empezar por resolver la cosa que sea más fácil de todas. Cuando se consigue resolver la primera aparece una especie de euforia porque se acaba de comprobar que se puede resolver lo que hace poco parecía imposible. Resolver una de ellas aporta un poco de autoestima, seguridad y/o confianza, más ánimo para seguir adelante a por el resto, y voluntad. Se empieza a perder el miedo porque se acaba de demostrar que no son tan imposibles como aparentaban.
Y cuando se reconoce la “victoria” sobre ese primer asunto, y con cada uno de los siguientes, conviene celebrarlo. Reconocerlo y reconocerse el mérito. Darse un abrazo con todo el agradecimiento. Invitarse a un café, a un dulce, a una entrada para el cine. Hay que reconocer el mérito y hay que ser generoso con el uno mismo que ha sido capaz de afrontarlo y conseguir una victoria.
CUARTO.-
Cada uno es lo que es. Uno no debe compararse con los otros. No hay ninguna necesidad. Todos somos distintos y cada uno tiene que ser él mismo y no otro. Así que el hecho de que otro tenga más facilidades, o más inteligencia, o le rodee un mejor entorno, o tenga mejores circunstancias, no se debe utilizar en ningún sentido. Cada uno dispone de lo que dispone y es con eso con lo que tiene que construir o reconstruir su persona auténtica.
No es apropiado quejarse, ni estancarse en una situación de muerto de envidia, ni rendirse. Cada uno es quien es. En lo que se tiene en este momento, y lo que uno está siendo, sea lo que sea y como sea, es donde se tiene que insuflar la estima necesaria para manejarse mejor en el mundo. No tienen más autoestima los más listos ni los más ricos. Cada uno acepta y asume lo que es, o lo que está siendo en este momento, y esa es la materia prima de la que se va a disponer para reconstruirse. “Así estoy, esto es lo que estoy siendo en este momento, esto es lo que tengo, y esto es lo que me pasa”. Esta es la actitud: de aceptación de la realidad presente, con la conciencia clara y el espíritu dispuesto para emprender la tarea. Sin complejos.
QUINTO.-
Comenzar a hacer las cosas que son positivas para uno. Tener claro que uno tiene derechos y se merece que le pasen cosas buenas. Probar una especia de “egoísmo”, muy sano y merecido, en el que uno se concede preponderancia y prioridad, y en el que uno es justo consigo mismo y se reconoce las cosas buenas que tiene, y al mismo tiempo es un poco generoso –y no es malo- y se atiende de un modo especial, se cuida con cariño, se relaciona bien consigo mismo, y en su magnanimidad se concede el privilegio de darse una propina en la propia valoración, se trata como trata a sus seres queridos, y se concede la oportunidad de salir de su agujero hundido relacionarse, con los otros, consigo mismo y con la vida, desde una posición más amable y cariñosa.
Cualquier esfuerzo que uno haga por sí mismo es grandemente recompensado con el resultado, que ha de ser una relación personal más amable que lo ha sido desde que uno sintió que su Autoestima estaba por los suelos porque encontró motivos que le parecieron más que suficientes.
Conviene darse amor y cuidados… esas cosas que uno lleva tanto tiempo sin probar.
Te dejo con tus reflexiones…