¿TIENES ACTUALIZADA TU ESCALA DE VALORES?
En mi opinión, todas las personas nos regimos por un código ético que en algún momento hemos ido creando, aunque lo hayamos hecho generalmente de un modo inconsciente, o incluso sin participar activamente. A este código ético se le llama Escala de Valores.
La creación y ordenación se viene haciendo desde la infancia, y al principio son nuestros padres, educadores, y personas del entorno, quienes se encargan en su construcción.
En realidad, y mejor dicho, en la infancia son exclusivamente los padres, educadores y personas del entorno quienes van aportando instrucciones para su creación, ya que uno a esa temprana edad no está en condiciones de discernir y admite como todo lo que venga del exterior, porque desde su interior aún no tiene capacidad y conocimientos como para aportar algo.
A medida que uno va creciendo y crece también su capacidad intelectual y de comprensión, y si todo va bien, comienza a seguir sus propias directrices con respecto a su comportamiento en la vida. Comienza a tomar decisiones, basadas principalmente en un criterio de bueno/malo, o de bien/mal, que también puede ser provechoso/perjudicial, aunque también incide la moralidad personal.
Este proceso tiene algo que ver con el desarrollo de la personalidad. Uno está decidiendo cómo quiere ser y por qué principios se quiere regir.
El principal problema surge cuando, ya adulto, uno no se atreve a actualizar su Escala de Valores, o se despreocupa de hacerlo, y se pasa el resto de su vida usando una que le construyeron y “prestaron” los otros. Eso quiere decir que uno no actúa según su propias normas y criterios, sino siguiendo otros ajenos. Y los de los otros no tienen por qué ser los propios, ni tienen por qué ser correctos y adecuados. Es más, en casi todas las ocasiones arrastramos más bien una des-educación. Pensamos tal como nos enseñaron a pensar –con los principios y valores de otros-, sentimos como nos enseñaron a sentir, nos dejamos conducir por prejuicios ajenos, y hacemos cosas sin saber por qué las hacemos.
Al mismo tiempo, le damos valor o preponderancia a ciertas cosas con las que no estamos de acuerdo, sin saber por qué, y no ejercitamos o llevamos a cabo otras con las que sí estamos de acuerdo.
No estamos siendo nosotros mismos porque no nos guiamos por nuestra propia voluntad y normas sino por otras ajenas.
Una Escala de Valores es una lista de cuestiones morales en la que cada uno indica el orden de prioridad o importancia que tiene para sí cada uno de los aspectos que la componen. Se trata de una jerarquía de principios en la que uno marca el orden que cree conveniente de acuerdo a su ética y sus máximas morales. Uno marca lo que es primordial, lo que es significativo, y lo que tiene poca o ninguna importancia.
Y se trata de respetarla lo mismo que uno respetará la de los otros. Se refiere, insisto, a cuestiones morales y personales, a principios básicos y fundamentales, y no a gustos.
Su característica principal es que siempre es personal e intransferible. Hay muchas similares, pero ninguna igual. Y cada uno tiene la obligación de diseñarla, desarrollarla, y actualizarla cada vez que sea necesario.
Esta Escala se puede y se debe convertir en más Escalas. Una primordial que marque el Camino en la vida en el que uno se sienta digno, en paz, con una agradable sensación. Otras han de ser para la religión, para las filosofías de la vida cotidiana, para la espiritualidad, para la relación con los otros, etc.
Por el hecho de ser propia, uno tiene que respetarla y hacer que la respeten, como ya escribí. A veces uno hace una cosa que los demás califican como que “eso es una tontería”, “no pasa nada por eso”, mientras que para uno es importante y ocupa un lugar preponderante. ¡¡No es ninguna tontería PARA MÍ, y sí pasa algo PARA MÍ!!, y uno lo mide por cómo lo siente o lo interpreta, y no por el baremo o las Escalas de los otros.
Y eso es lo que importa: lo que uno opine o lo que uno quiera o lo que uno sienta, y que nadie le imponga lo que es importante o no para él. Está bien aceptar sugerencias, pero no admitir imposiciones.
Respetar la Escala de Valores propia aporta bastantes satisfacciones y felicidad. Si uno actúa de acuerdo con su forma de pensar, respetando sus propios valores personales, y si es honesto consigo mismo y consecuente con ella, se sentirá a gusto porque se estará respetando a sí mismo.
No respetarla, por el contrario, hace que uno se sienta mal consigo mismo porque está yendo en contra de su verdadera esencia, de sus principios y fundamentos. Uno boicotea sus propias estructuras fundacionales. Uno es su propio enemigo.
La Escala de Valores está diseñada en su mayor parte por la propia conciencia, que es la que nos indica lo que es conforme a nuestra esencia y lo que va en contra de ella. Si uno la respeta se está respetando a sí mismo, está siendo él mismo, y su conciencia se siente apreciada y en paz. Si uno no la respeta, sucede lo opuesto.
Es un asunto realmente importante, y tenerla actualizada para que tenga el orden escalado de prioridad o preponderancia con el que estemos de acuerdo en este momento es necesario, ya que puede suceder que estemos haciendo caso a unos principios que nos inculcaron -con los que no estemos de acuerdo- y que, a pesar de respetarlos, no nos hacen estar en paz.
En la observación de nuestros actos físicos y emocionales ante las situaciones que nos son desagradables en la vida es donde podemos encontrar las pistas de las cosas que van en contra nuestras normas internas.
Profundizando en ello y preguntándonos el por qué y el para qué, encontraremos las razones o motivos, y es entonces cuando podremos buscar soluciones y hacer modificaciones.
Recuerda: ser fiel a la propia Escala de Valores es el principio y parte del camino para la felicidad.
Te dejo con tus reflexiones…