Cuando era joven, mi carácter fuerte, impulsivo y explosivo, me hacía reventar en cólera a la menor provocación. La mayoría de las veces, después de uno de estos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
Un día mi maestro, quien me vio dando excusas a un compañero de salón después de una explosión de ira, me llevó a un aula, me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: "¡Estrújalo!".
Asombrado, obedecí, lo arrugué e hice con él una bolita.
Luego me dijo:
"Ahora déjalo como estaba antes"
Por supuesto que no pude dejarlo como estaba.
Por más que traté, el papel quedó lleno de pliegues y arrugas.
El profesor me dijo:
"El corazón de las personas es como este papel: la impresión que dejas en ellos, será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues que has hecho en el papel."
Así aprendí a ser más comprensivo y paciente y cariñosa… Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado... La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar... más aún cuando lastimamos con nuestras reacciones, con nuestras palabras, con nuestros actos.
(Uriena Namasté,
http://www.facebook.com/note.php?note_id=156508874379379)