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 LAS VIRTUDES CARDINALES



Septiembre 28, 2016, 08:27:24 am
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LAS VIRTUDES CARDINALES
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LAS VIRUDES CARDINALES



Definición de Virtud: “Cualidad personal que se considera buena y correcta. Actuar con amabilidad y consideración por los sentimientos y pensamientos de otros. Hacer del mundo un lugar más agradable en el que estar con la actitud de comenzando por uno. Ayudar sin entorpecer el trabajo o proyectos de otros”. En definitiva Virtud es una propensión y facilidad para conocer y obrar el bien, se llaman cardinales las que son el principio y el fundamento de las demás virtudes. Las Virtudes Cardinales, también llamadas virtudes morales, reciben ese nombre por que en latín cardinales! cardinalis cardo, gozne, el gozne de una puerta, en conclusión todas las virtudes giran en torno a ellas. Las Virtudes cardinales, son hábitos que se adquieren con el ejercicio y la repetición y que la habilitan para la realización de una vida correcta y buena. Mediante estas virtudes nuestras facultades apetitivas se inclinan hacia lo conveniente y conforme al juicio de la razón. La repetición de los actos provoca la aparición de hábitos. Cuando estos hábitos predisponen al hombre adecuadamente para el cumplimiento del bien reciben el nombre de virtudes y en caso contrario de vicios. La moral llama a un trabajo ascético (se dice de la persona que se dedica a la práctica y ejercicio de la perfección espiritual y lleva una vida modesta y sobria) sobre las pasiones, para dominarlas al juicio de la razón, de modo tal que ellas nos ayuden para la mejor consecución de nuestros fines. Estas virtudes son cuatro:

Prudencia: Consiste en actuar con reflexión y precaución para evitar posibles daños, dispone la razón practica para discernir el bien y elegir los medios justos para realizarlos. Es el valor que nos ayuda con mayor conciencia frente a las situaciones ordinarias de la vida, nos ayuda a reflexionar y a considerar los efectos que pueden producir nuestras palabras y acciones, teniendo como resultado un actuar correcto en cualquier circunstancia. Este valor se forja por la manera en que se conduce el hombre ordinariamente. Ante una situación problemática se debe antes que nada reflexionar y conservar la calma, en todo momento, pues si nos damos cuenta y reflexionamos, la mayoría de los malos aciertos en la vida, ocurren por una mala decisión.

En definitiva la prudencia es un juicio ordenado, la prudencia juzgará si en un determinado caso, nos podemos comportar de un modo que no sea el adecuado. Moralmente será siempre mas prudente aquel que sabrá tomar la mejor decisión sin atropellar la moral y lo ético. Si se actúa con prudencia no existen los riesgos, pues se actúa razonando y usando la lógica, de esta manera se medita y prevé los actos. Es muy seguro que si se usa la prudencia el error sobre las decisiones y actos será mínimo, de ésta forma la prudencia se convierte en la guía segura de los actos, edificará una personalidad recia, segura, perseverante, capaz de comprometerse en todo y con todos, generando confianza y estabilidad en quienes le rodean.

Justicia: Consiste en dar a cada uno lo que le corresponde. Para ello precisamente se necesita la guía de la prudencia. La justicia no existe sin la misericordia, la caridad o el amor. La justicia es principio fundamental de la existencia y coexistencia de los hombres, como asimismo de las comunidades humanas, de las sociedades y los pueblos. A lo largo de los siglos, la justicia ha ido teniendo definición según las distintas relaciones y aspectos. De aquí el concepto de justicia conmutativa, distributiva, legal y social. Todo ello es testimonio de cómo la justicia tiene una significación fundamental en el orden moral entre los hombres, en las relaciones sociales e internacionales. Puede decirse que el sentido mismo de la existencia del hombre sobre la tierra está vinculado a la justicia, definir correctamente "cuánto se debe" a cada uno por parte de todos y, al mismo tiempo, a todos por parte de cada uno, "lo que se debe" (debitum) al hombre de parte del hombre en los diferentes sistemas y relaciones, definirlo y, sobre todo, llevarlo a cabo.

Para organizar con justicia el conjunto de la vida social en sus aspectos varios, es necesario que el hombre viva en un contexto de justicia y, más aún, que cada uno sea justo y actúe con justicia respecto de los cercanos y de los lejanos, de la comunidad, de la sociedad de que es miembro. La justicia es la base de la posibilidad real de ser bueno; en esto se apoya la elevada categoría de la prudencia. La justicia protege y garantiza los derechos y deberes fundamentales, observa y juzga las condiciones que afectan a los diversos sectores de la sociedad, vigila y guía la disparidad de oportunidades económicas y orienta las circunstancias sociales de modo que favorezcan la convivencia pacífica de los pueblos.

Fortaleza: La fortaleza en la filosofía griega se entiende como fuerza de ánimo frente a las adversidades de la vida, como desprecio del peligro. La virtud de la fortaleza consiste en tener el valor y la constancia para perseverar en una obra buena hasta el final, no importando los obstáculos o soportando una mala situación con paciencia e inteligencia hasta el final sin derrumbarse. También incluye el valor en situaciones de peligro y la capacidad de tomar riesgos prudentes. Según la doctrina de Santo Tomás, la virtud de la fortaleza se encuentra en el hombre que está dispuesto a afrontar los peligros y dispuesto a soportar las adversidades por una causa justa, por la verdad, la justicia, etcétera. La virtud de la fortaleza requiere siempre una cierta superación de la debilidad humana y, sobre todo, del miedo. Porque el hombre, por naturaleza, teme espontáneamente el peligro, los disgustos y sufrimientos. Tenemos necesidad de fortaleza para ser hombres. En efecto, hombre verdaderamente prudente es sólo el que posee la virtud de la fortaleza; del mismo modo que hombre verdaderamente justo es sólo el que tiene la virtud de la fortaleza. Asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la práctica del bien.

Templanza: La virtud de la templanza es la virtud que nos capacita para controlar y canalizar correctamente nuestras tendencias. A esta virtud se la llama también sobriedad. La virtud de la templanza representa el término medio entre el desenfreno y la insensibilidad. Templanza se refiere más a la ética personal. Para unos, un comportamiento es conformarse a unas reglas, pero no sólo es esto. La ética es un dinamismo interno del sujeto. Es adecuarse a la recta ratio, no a las reglas externas. La templanza no es meramente dominarse y moderarse, sino que es una discreción ordenadora en orden a la armonía y perfección del interior del hombre. Ordenar por la templanza no sólo significa suprimir, sino armonizar. Cabe distinguir dos tipos de "templanza": la natural y la que se califica como virtud cardinal. La primera se refiere al dominio, principalmente, del gusto y del tacto (son los dos sentidos más afines con esta virtud) que impone la razón, de forma que el hombre y la mujer se guíen por la moderación y no sean esclavos de los placeres sensibles. Cabría denominarla "templanza natural", la cual debe estar presente en la vida de todas las personas, pues, de lo contrario, su conducta sería dirigida por el instinto, lo que les acercaría más o menos a la existencia de los animales. El filósofo latino Cicerón definía esta templanza natural como "dominio firme y moderado, impuesto por la razón sobre la concupiscencia y demás ímpetus desordenados" Esta "templanza natural" se puede invocar y practicar por motivos bien diversos y algunos son bastantes fútiles. Es el caso, por ejemplo, de cuantos se privan del placer de comer y de beber para mantener un canon discutible de belleza, o la de quienes rehúsan ciertos placeres sensibles para mantenerse "puros" en una sociedad que califican de desordenada. Otras veces se vive la templanza a causa de algún criterio médico válido: es preciso abstenerse de ciertos placeres por motivos de salud, etc. Por el contrario, la templanza cristiana es la virtud cardinal que orienta y modera la tendencia a los placeres sensibles para que la persona se mantenga dentro de los límites que le señala la fe.

 

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