UNO TAMBIÉN SE CANSA
Uno también se cansa.
“La vida es una mierda”, se dice un día.
Lo negro se ve aún más oscuro y el porvenir amenaza con tormentas.
La mente no da para más.
El montón de los problemas
es más grande que el de la ropa pendiente de planchar.
El cerebro está atrofiado. La luz no alumbra. La esperanza está enterrada.
Uno no ve más allá de su propia confusión.
El límite se toca con los dedos de la desesperación.
Uno preferiría desaparecer pero esa opción no es válida.
Hay que seguir.
Con el corazón descorazonado, sin ilusión ni ganas,
arrastrando los pies de piedra del alma,
sintiendo todo el peso de la desdicha,
preguntándose ¿por qué?
y luego ¿para qué?
a pesar de que ambas preguntas quedarán huérfanas de respuesta.
Uno se cansa de tanto malo,
de tanta penuria y tanto caos y tanta confusión,
de luchar contra el invencible,
de escuchar sus propios continuos lamentos.
Uno reniega.
Reclama a Dios.
Protesta sin gran decisión.
Sufre.
Soporta.
Llora.
Uno se rinde ya cansado.
Le pesa la vida.
Necesita descansar.
Traspasar sus inquietudes
y ser acunado.
Uno se lamenta mil veces.
Para nada.
No hay quien recoja la queja
y la cambie por una solución.
Seguir.
Hay que seguir.
Aunque sea sin ganas.
Uno llora.
Con lágrimas o en silencio.
Uno maldice.
Protesta.
Blasfema.
Se queja y se queja.
No cabe la compasión.
No hay luz.
Uno suspira.
La vida sigue
y uno tiene que seguir.
Y se aplaza el llanto para otro día.
Francisco de Sales
