DESPEDIDA
Dice el doctor que me quedan seis meses.
Siete a lo sumo.
Y luego el camino largo,
que aparenta ser corto,
de la muerte.
Ya no me estremezco
cuando digo la palabra
ni cuando pienso en sus efectos.
Muerte siempre ha sido una palabra
usada para con los otros
-tú, vosotros, ellos-
pero ahora se ha vuelto contra mí
y me amenaza en silencio.
Escribí mil veces
que no me importa morir,
lo que me importa es dejar de vivir.
A ver qué hago ahora con tanta teoría,
tanto pensamiento sensato,
tanta frase bien construida,
y con este temblor intermitente
que me recuerda que yo también soy humano.
A ver qué hago con mis recuerdos.
A quién se los dejo.
A quién le entrego mi pasado
envuelto en un atillo
del que no escapen lágrimas,
noches frías,
abrazos,
miradas,
amaneceres,
música,
sonrisas…
Y qué les digo a los que se quedan,
cómo enjugo sus llantos,
cómo alegro sus corazones,
cómo alboroto sus sonrisas,
cómo les inyecto entusiasmo.
Me quedan muchas cosas por resolver
y repartir los besos que aún tengo,
y vaciar todos mis llantos,
y despedirme del sol,
escuchar mis óperas más queridas,
cerrar mis libros abiertos,
y acabar este testamento.
¿Qué es lo que se lleva uno cuando muere?
Supongo que lo que se hace es dejar.
Y que es mejor dejarlo todo resuelto.
Los abrazos dados,
los te quiero o te amo dichos,
los conflictos arreglados
y los adioses repartidos.
Y nada más.
Mi conciencia está en paz
y yo también.
Seis meses.
Siete a lo sumo.
Si lo hago bien,
aún me queda casi otra vida por delante.
Francisco de Sales
(Más poesías en
www.franciscodesales.es)
