NO CONFUNDAS EL HUMO CON LAS NUBES
En mi opinión, sufren innecesariamente las personas que tienen un carácter básicamente pesimista o derrotista y ante cualquier mínimo embate de la vida se sienten sobrepasadas, especialmente atacadas, rendidas de antemano, y sintiendo que cualquier cosa –tenga la intensidad que tenga- es un mundo que les cae encima.
Si tú eres una de esas personas y entiendes esto, te cala muy dentro y te hace rasgar alguno de tus velos, es posible que te quites de golpe un gran peso de encima: NO CONFUNDAS EL HUMO CON LAS NUBES.
Las nubes tienen una relativa consistencia, una entidad, son notables.
El humo es efímero, volátil, fugaz, leve, y tiende a desaparecer rápidamente.
Este concepto es interesante, ya que a veces hacemos una tragedia de algo que aparenta ser algo que luego resulta que no es, algo que desde una perspectiva pesimista se engorda y se dota de unos poderes que no tiene, pero que consigue descentrarnos, ponernos nerviosos, negativizarnos, cuando la objetividad nos permitiría tasarlo en su justa medida y darle el tratamiento real que requiere.
La objetividad nos da esa capacidad de ser ecuánimes, de darnos cuenta de la realidad que a veces queda disimulada detrás de la apariencia, y nos permite tomar las decisiones más acertadas y actuar del modo más correcto.
La objetividad requiere des-implicarse de lo que nos esté sucediendo.
Para ser objetivos debemos ser capaces de ver lo que nos sucede como si le estuviera sucediendo a alguien ajeno, alguien que no somos nosotros.
Cada vez que una persona tiene que tomar un decisión con respecto a un asunto que le concierne tiene muchos condicionamientos que dificultan su imparcialidad: desde su educación para encarar la resolución de asuntos personales –o su falta de preparación, en más ocasiones- hasta la falta de conocimiento y experiencia en la complicada tarea que es tomar decisiones a veces, y de ahí hasta la implicación que se produce cuando uno trata de algo relacionado consigo mismo.
Cuando es un asunto personal están en juego emociones, economía, relaciones, presente y futuro, trabajo, vida sentimental… en fin, asuntos que nos van a afectar de un modo u otro, y por eso mismo el hecho de tomar una u otra decisión implica resultados diferentes que pueden acabar siendo positivos o negativos.
Eso crea un estado de nervios, de responsabilidad incontrolada, de tensión desconcertante, y en esa situación y con esas premisas es casi imposible mantener la serenidad que requiere la objetividad.
Pero las cosas son lo que son y son como son, y hay que verlas de ese modo y no a través de un ánimo desanimado y desmoralizado.
El humo es efímero, las nubes duran un poco más, pero ambos acaban pasando, diluyéndose, yéndose, así que por encima de ellas es uno quien prevalece, y es a ese UNO a quien hay que atender. También con objetividad.
Repito nuevamente estas frases que tanto me gustan: “Hay que desdramatizar la vida” y “A la vida se viene a vivir, y no a sufrir”.
NO CONFUNDAS EL HUMO CON LAS NUBES. (Y tampoco con las tormentas)
Te dejo con tus reflexiones…