EL YO QUE VIVE DENTRO DE MÍ
Atardece,
como todos los días,
como todas las tardes.
La cercanía de la noche
me invita a recoger
mis pensamientos desperdigados,
mis preocupaciones cotidianas,
el personaje que no es yo,
y me invita cordialmente
a entrar en mi interior
-indesentrañable laberinto-
me incita a recuperar mis grandes preguntas
y a conquistar sus respuestas,
a encontrarme conmigo
a solas y sin careta.
La noche es un vientre materno
con brazos cálidos y receptivos.
Su silencio me ofrece protección,
y su calma, cobijo.
Acepto la invitación
y dejo entrar al silencio,
apago mis luces,
me desconecto del mundo,
abro los brazos
y espero
y me espero.
Alguien dentro de mí no calla,
me alaba y me recrimina,
me empuja y me invita.
Entro.
Tras la puerta, el infinito.
Y yo en el centro.
Dentro soy muy pequeño.
Un átomo.
Soy un átomo en el Universo.
Sin ego, pierdo mucho.
O gano.
Me veo a mí mismo,
poca cosa, perdido.
Tal vez grande, pero encogido.
Me reclamo AMOR.
Ahí estoy yo, pidiéndome,
y aquí estoy yo para darme.
El amor que tengo es un amor roto y revenido,
con unos abrazos que se caen a trozos,
y un cariño sin cariño.
La tarea pendiente es grande.
Pero más grande soy yo.
Allá voy, a resolver este asunto,
Mi dedicación va a ser plena.
Me voy a dar lo que me pido.
Francisco de Sales
(Más poesías en
www.franciscodesales.es)