¿REALMENTE ES NECESARIO?
En mi opinión, si nos hiciésemos esta pregunta a menudo, ante cada una de esas cosas que pueden ser evitables, ante las que nos desagradan o nos incomodan, o ante las que nos roban tiempo y después nos dejan una frustración incalificable, podríamos vivir una vida más relajada y mucho más satisfactoria.
Porque hacemos muchas cosas inútiles, o las hacemos sin ganas o por compromiso, y no se nos ocurre valorar el precio tan excesivo que estamos pagando por ellas.
Todas las cosas de la vida, todas, las pagamos con lo más valioso que tenemos, con nuestro auténtico oro, que es nuestra vida. Con tiempo de nuestra vida.
Una parte de esa irrepetible e irrecuperable vida de la que disponemos.
Una parte de algo que no vamos a poder reponer a ningún precio: lo que perdamos no lo recuperaremos jamás.
Te puedo garantizar que desde que me hago esta pregunta estoy encontrando que, efectivamente, algunas de las cosas que hago o son inútiles o son innecesarias, y me roban un tiempo precioso que podría dedicar a algo que sí me sea provechoso o satisfactorio.
Estoy aprendiendo a decir NO a algunas propuestas de esas que hacen las amigas aburridas para “pasar el rato juntos”, que lo único que quieren es matar su tiempo y necesitan un cómplice, y estoy diciendo que NO a propuestas que sé que al final me van a dejar una sensación frustrante y voy a acabar enojado conmigo mismo por haberlas aceptado, y me digo NO sin remordimiento a algunas cosas que creo que “tengo que hacer” porque no es cierto que las tenga que hacer.
Me pregunto: ¿REALMENTE ES NECESARIO?
Y espero una respuesta sincera, de esas que brotan del alma, no la que mi mente racional haya elaborado desde su falta de racionalidad en algunos casos, y valoro si la inversión de tiempo –que es vida- compensa, y si veo que yo soy el perjudicado puedo decir que NO tranquilamente.
Mi alma, lógicamente, no se opone a que yo esté con un amigo que REALMENTE necesite de consuelo, no dice NO a acompañar a quien REALMENTE lo necesite, no dice NO a que mis emociones se deleiten en una puesta de sol, no dicen NO a esas pequeñas grandes cosas que contribuyen a mis satisfacciones.
Mi alma sabe y valora perfectamente las buenas ocasiones, así como la sinceridad y la verdad, y es capaz de comprender que nos necesitamos unos a otros y que regalar una parte de mi tiempo de vida a otra persona es un regalo exquisito que el otro sabrá apreciar –o no, pero eso no importa- y yo me veré beneficiado también porque mi generosidad se sentirá realizada con ello, mi humanidad se sentirá más grande, y mi bondad estará satisfecha de haber ejercido su benevolencia.
Mi alma me evita situaciones de frustración. “No hagas lo que no quieres hacer y haz aquello que sabes que sí quieres hacer”, me dice. Y eso responde a la sensación tan dolorosa con la que llegaba al final de algunos días en los que mi último pensamiento era como una especie de juicio final en que acaba sentenciando “otro día perdido, qué vergüenza, qué derroche”.
Así que te sugiero que pruebes a hacerte esta pregunta a menudo, ¿REALMENTE ES NECESARIO?
Y una vez que tengas la respuesta, tú decides qué hacer con ella.
Te dejo con tus reflexiones…