LA VIDA
A veces, digo “la vida”
y me callo.
Se estanca en mi pensamiento.
No sé seguir.
No aparecen las palabras.
Pero siento.
Digo “la vida”
y se me forma un suspiro
que dejo ir poco a poco,
aunque con el corazón a mil,
porque sé que he dicho algo importante
que resuena en mi interior.
“Eso es”, escucho.
“Sigue”, me animan.
“La vida”,
y otro suspiro.
Éste me deja agotado.
“Por Dios”, pido y digo.
No sé seguir.
Sé que he llegado a un punto vital,
que es por ahí por donde debo insistir,
debo esperar,
aguantar quieto los embates desbocados,
las respuestas en blanco,
la angustia que me ahoga
y el distinto ritmo de mis latidos.
Quiero llorar
o salir corriendo
o bajar el telón
o quitar voz y sentimientos
a este caos que me gobierna.
“La vida”, digo nuevamente
y me asola una revolución irrespetuosa
de dudas y miedos,
de querer saber,
de saber pero no recordar,
de no saber y añorar,
de silencios que me queman…
y una pregunta que no me deja vivir.
La vida. Mi vida. Un río imparable.
Cada día me voy un poco.
Me llevaré el corazón medio vacío,
lágrimas sin llorar,
emociones sin estrenar,
sueños sin cumplir,
vida sin VIVIR.
“La vida”, me digo.
“Quiero VIVIR”, me respondo.
Esta vez cala hondo. Me suena convincente.
“Quiero VIVIR”.
Sí, quiero VIVIR.
VIVIRÉ.
Francisco de Sales
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www.franciscodesales.es)
