NO SE PUEDE CAMBIAR EL PASADO
En mi opinión, somos bastante pesaditos con ese asunto en el que nos empeñamos de que nos gustaría cambiar ciertas cosas del pasado. No se puede. Hay que aceptarlo así.
Y no sé por qué a pesar de saberlo con tanta certeza algunos siguen empeñados en estancar su vida en el pasado, desperdiciando el presente y el futuro, aferrados a un error, una decisión equivocada, o un paso mal dado, en vez de asumir que lo pasó ya pasó.
Históricamente no se puede cambiar. No se puede hacer que el tiempo transcurra hacia atrás. No se puede volver a reconstruir ninguna situación para cambiar algo.
Sí se puede comprender, aceptar, aprender, perdonar… o perdonarse.
Sí se puede cambiar el concepto, el sentimiento, porque cada recuerdo lo guardamos asociado a la impresión o al efecto que nos produjo, de modo que no somos capaces de disociar ambas cosas para poder ver con objetividad, una vez transcurrido el tiempo, qué es lo que realmente pasó.
Es muy posible que lo pasó no fuese tan grave como lo recordamos.
Es muy posible que si lo revisamos desapasionadamente, o sea con ecuanimidad, podamos ver exactamente lo que pasó, y ver también y al mismo tiempo si lo que pasó era lo único que podía pasar porque era la única opción, si la decisión que se tomó fue porque era la única posible o porque era la que mejor parecía, si uno estaba preparado y capacitado o no para haber hecho otra cosa distinta…
Lo que es evidente es que no se puede cambiar, así que para aquellas personas que aún sigue enganchadas a algún momento de su pasado, por lo bueno que fue o por lo malo, más les vale que se vayan despidiendo de esa onerosa carga porque les está perjudicando, sin duda, en lo que sí es cierto, que es este presente que contiene la oportunidad de comenzar de nuevo y sin lastre.
La realidad es que hoy no existe el pasado. Quedan, eso sí, las secuelas tanto positivas como negativas.
Las positivas están muy bien siempre que no caigamos en el error de estancarnos en ellas porque fueron mejores que nuestro presente, o porque las idealizamos tanto que nos parece que el presente jamás va a poder igualar al pasado. En cualquier caso, vuelvo a repetir lo mismo: El pasado ya está pasado y no está aquí y ahora, sino en el pasado.
Las cosas negativas de nuestro pasado no las quiere soltar el masoquista que todos llevamos dentro. Le gusta regodearse insanamente en el dolor, en la tragedia; le gusta flagelarse con ello como castigo por lo que hizo, que le parece imperdonable a todas luces.
Se requiere un gran amor propio –amor a uno mismo- para desapegarse del pasado y reintegrarse plenamente al presente, con la conciencia y la voluntad limpias para comenzar de nuevo, con las lecciones aprendidas de lo que no conviene volver hacer, con un espíritu renovado y colaborativo, y es necesario reunir todo eso como sea, sacando fuerzas y ánimo de donde sea, pero hay que seguir porque nuestra meta está delante y no detrás.
Nuestra vida está aquí y no en el pasado.
Nosotros estamos aquí y ahora, no allá y entonces.
Quien arrastre un pesar, que se des-culpabilice, que sea generoso y comprensivo, que se dé cuenta y acepte que seguir aferrado al sufrimiento, al arrepentimiento, al remordimiento, al abatimiento, o a esa visión pesimista de su vida y de sí mismo… no es nada beneficioso, sino todo lo contrario, y que lo abandone ya.
Por una vez, que otorgue más poder a su mente salvadora que a sus sentimientos, que ésta imponga un poco de cordura y un mucho de madurez, y que prevalezca la razón por encima de lo irrazonable, porque eso va en provecho propio.
Que corte las amarras al pasado y lo deje estar en su sitio, sin que importune.
El presente… el aquí y ahora… este es el regalo de la vida: que nos da una nueva oportunidad a cada momento.
Te dejo con tus reflexiones…