NO EXISTEN LOS PROBLEMAS
En mi opinión, no existen los “problemas”: lo que existen son “asuntos que hay que resolver”
Un “problema” no es lo que pensamos que es: una preocupación, una ofuscación, un agobio, una enajenación, un desquiciamiento… sino que es “una cuestión que se trata de aclarar” o “un planteamiento de una situación cuya respuesta desconocida debe obtenerse a través de métodos científicos.”
O sea, que los “problemas” no tienen en sí nada de eso negativo que les adjudicamos y que se vuelve contra nosotros porque nos quita la ecuanimidad que se requiere para aclarar la cuestión que se trata de aclarar o resolver.
Los “problemas” están para afrontarlos y resolverlos, pero no desde esa actitud apocada y trágica con que los soportamos.
Hay muchos tipos de “problemas”, así que no se puede generalizar y encontrar una fórmula que sirva para todos, pero sí que se puede tener unos principios que nos rijan cada vez que nos encontremos con alguna de esas situaciones, que sin duda nos los vamos a encontrar.
Y aunque uno esté directamente afectado por la cuestión a la que llamamos “problema”, lo menos adecuado al afrontarlo es hacerlo desde la desventaja que provoca el hecho de sentirse en inferioridad de condiciones por saberse – o presuponer- afectado y perjudicado.
Hay razones para no dejarse intimidar por ellos y motivos para afrontarlos inaplazablemente. Sobre todo esos “problemas” que son personales e intransferibles, que uno mismo debe resolver sin dejar, irresponsablemente, que sea el paso del tiempo el encargado de ponernos en bandeja el resultado negativo de no haberlos resuelto.
No hay que huir de ellos, por mucho que duelan, por poco que gusten.
La responsabilidad personal frente a los asuntos que acontecen en la propia vida obliga a hacernos cargo tanto de las cosas que nos suceden y nos resultan agradables como de aquellas cosas indeseadas pero que, por las circunstancias que sean, son inevitables.
Por lo tanto, propongo desdramatizar todo lo que se pueda el asunto, verlo lo más inafectadamente que se pueda, y esto se consigue en gran medida si uno logra salirse del papel de afectado y lo ve como si le estuviera sucediendo a otro persona y uno no estuviese directamente implicado.
Hay que tener bastante tolerancia a la frustración que nos provoca el hecho de que las cosas no ocurran siempre como deseamos, y cuando no suceden así, a nuestro gusto, y sin hacer por ello y drama y sentirnos atacados directamente por Dios o por las desdichas, lo conveniente es quitarles el poder frustrante y dejar que sea simplemente un asunto, como otro cualquiera, de los que hay que resolver.
No todas las cosas están siempre a nuestro favor, y no todos nuestros actos son adecuados y perfectos y, además, no siempre y todo depende de nosotros. Así que cuando intervienen otras personas, ya no está en nuestras manos y, en muchas ocasiones, no nos queda otra opción que resolver del mejor modo posible lo que han causado otros.
Pero es que todo eso también forma parte de esto que llamamos “la vida”: sol y sombra, placeres y algunas desdichas, lo deseado y lo indeseado, lo que calificamos como bueno y lo que calificamos como malo.
No hay que huir de los “problemas”. Hay que mirarles a los ojos sin miedo, sin sentirse acobardado, sin mostrarse vencido de antemano. Nada es más fuerte que nosotros, nada nos sobrevive. Nosotros seguimos adelante y lo que fueron considerados “problemas” siempre se quedan atrás.
Verlo de este modo al afrontarlos da seguridad o, por lo menos, tranquilidad. Y ambas cosas son muy recomendables y necesarias.
Y ya sé que todo lo escrito casi se desvanece cuando uno está afectado o influenciado por un “problema”, pero siempre es mejor partir con esta premisa que acudir rendido y ya vencido.
Además, queramos o no, eso que llamamos “problemas” van a acompañarnos durante toda nuestra vida, así que conviene estar entrenados para cuando se presenten, conviene tener ya una experiencia previa, una tranquilidad para esos casos que hay que sacar de donde sea, y evitar el abatimiento y la desolación.
De este modo es más que posible que la ecuanimidad y la subjetividad y objetividad estén presentes, y que seamos más capaces de des-implicarnos del asunto que sea, permitiendo que la imparcialidad y la calma nos hagan comprender mejor lo que está pasando y descubrir lo más apropiado para su evitación o solución.
Eso requiere un cierto entrenamiento que te conviene comenzar ya.
RECUERDA: No existen los “problemas”: lo que existen son “asuntos que hay que resolver”. Llámalos de este modo y notarás un cierto relajo y un modo distinto de afrontarlos.
Te dejo con tus reflexiones…