CONVIVIR CONMIGO
Convivir conmigo durante tantos años
no me da credenciales
para conocerme o reconocerme
más allá del espejo.
Sin espejo, no sé quién soy.
En el vacío de mi mente vacía no me encuentro.
No sé quién soy, repito.
Y ninguna voz desde mi interior
viene a rebatirme esta afirmación.
Malvivo con mis contradicciones,
que no forman un concilio
en el que elucubrar sobre sus discrepancias,
y soy víctima directa
de mis desafueros desconsolados.
Convivir conmigo es duro.
No siempre hay calma.
Huyo de mí y de mis pensamientos dándoles la espalda.
Los momentos plácidos son escasos.
Mi mente vive alborotada.
Los pensamientos me achicharran,
las dudas me desconciertan,
mi infierno me acapara.
Convivir a jornada completa
sin el bálsamo de las sonrisas
y sin la luz de la esperanza,
es duro y frágil,
a veces –pocas- seriamente ameno,
pero más veces repetitivo y cansado.
No es fácil mi vida
y no sé por qué.
Aquí falla algo.
Tal vez una excesiva auto-exigencia,
un corazón que no sabe perdonar,
o que le doy demasiado poder a los miedos
o es que soy mi enemigo sin saberlo.
Aquí falta libertad para equivocarme,
para romperme y quedar intacto,
para llorar con alegría,
para aceptar lo incomprensible,
o para morirme sin que por ello pase nada.
Necesito desaprender muchas cosas,
romper esquemas,
fraguar nuevos principios,
y reconciliarme
del todo y por fin,
conmigo mismo.
Gran tarea la que me queda.
Francisco de Sales
(Más poesías en
www.franciscodesales.es)