¿A QUÉ PRECIO ESTOY VENDIENDO MI TIEMPO LIBRE?
En mi opinión, este asunto del tiempo libre no siempre se gestiona de tal modo que cuando se piensa sobre ello se tenga la sensación de estar utilizándolo bien.
Supongo que al final de un día todos hemos pasado por alguno de esos pensamientos que se manifiestan como preguntas y reproches al mismo tiempo: “¿¡Qué he hecho hoy!?”, “se me ha pasado el día y no me he enterado”, ”se ha acabado el día y no he hecho nada”, “¡qué manera más inútil de perder la vida!”
Ahí están -para ayudarnos a perderla inconscientemente- la pereza, una indolente apatía, la terrible desatención, la desvalorización de lo que es un día de nuestro limitado e irrecuperable tiempo de vida, el convencimiento de que mañana llegará un nuevo día para remediar lo que ha pasado en éste y su correspondiente menosprecio de lo que vale un día de vida o de no vida…
La única forma en que veo que un día perdido no sea un día perdido es cuando uno decide, pero libre y muy conscientemente, que ese va a ser un día en que no se ocupe en ninguna actividad distinta de la de “no hacer nada”, porque en este caso deja de ser un día perdido en el que “no se ha hecho nada”, para pasar a ser un día sin actividad porque eso es lo que intencionadamente se ha decido. O sea, “se ha hecho nada” porque eso es, precisamente, lo que se quería hacer y eso quiere decir que “no haciendo” se ha cumplido la voluntad.
Lo grave es cuando uno se da cuenta de que la pérdida del tiempo se debe a una indolencia, a que no encuentra un sentido para su vida ni una motivación que le ponga en marcha. Lo grave es el desánimo, la desgana, la falta de ilusiones…
Y eso es algo que uno tiene que resolver afrontándolo en vez de echarle la culpa al tiempo, a las circunstancias, al pasado, a lo pasado… VIVIR la vida es una responsabilidad personal y ha de depender de cada uno.
Malgastar el tiempo –que en realidad es malgastar la vida- y dejarlo ir vacío de vivencia y emociones es un derroche imperdonable.
A la vida se viene a VIVIR, y no a sufrir, no a encabronarse, no a estancarse en la queja, no a instalarse en la parte que no es agradable, no a enquistarse en la parte de la tragedia en que se puede llegar a convertir tener una actitud negativa constante, o una ceguera a lo bueno.
VIVIR es un acto de consciencia y de valentía, de belleza y emoción.
Y esa atención que produce grandeza a los actos triviales y cotidianos sólo la puede aportar uno con su actitud ante el hecho de VIVIR la VIDA.
Estar vivo no es lo mismo que VIVIR.
Todos somos capaces de estar vivos porque es algo autónomo que no requiere atención, o sea que eso va por su cuenta y no nos necesita, pero VIVIR, llenar de VIDA la vida, es tarea personal e intransferible. Tarea que ha de ocupar el primer lugar ya que su prioridad está por delante de las otras.
Un vida en la que faltan los momentos brillantes, de plenitud, de satisfacción, de esos que arrancan un agradable suspiro o un maravilloso escalofrío, es una vida a medias.
Conviene valorar nuestro tiempo, y que las distracciones inconscientes no nos lo roben.
¿Qué hacer con la vida?… intensidad, interés, atención, plenitud, la profunda paz de ser consciente de estar hoy aquí y vivo, la belleza contemplada sin dejarla escapar sin nuestra mirada complaciente, las emociones recorriendo la piel, el amor acogiéndonos… y nuestra conciencia satisfecha y nosotros recompensados y en paz.
Te dejo con tus reflexiones…