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 ¿POR QUÉ LLEGAMOS A SUMERGIRNOS EN UNA RELACIÓN DE DEPENDENCIA?



Abril 27, 2018, 07:22:33 am
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¿POR QUÉ LLEGAMOS A SUMERGIRNOS EN UNA RELACIÓN DE DEPENDENCIA?
 Maria Fabregat Giribet


Todos, con independencia de que seamos hombres o mujeres, jóvenes o mayores, nos podemos encontrar viviendo una relación de dependencia emocional. A veces, pensamos que esto no nos puede ocurrir a nosotros pero vale pena plantearse que probablemente esas personas también pensaron que nunca caerían en ese pozo de agua amarga.
Así, antes de ser tan radicales con nuestras afirmaciones, preguntémonos: ¿qué puede llevarnos a generar una relación de dependencia? ¿Qué sentimos cuando estamos en una relación así? ¿Cómo nos podemos dar cuenta de que estamos en una relación de este tipo?
Por un lado, si tenemos conocimiento de lo que implica una relación de dominación-dependencia nos podremos dar cuenta con más facilidad de que nos encontramos en una relación disfuncional y esto puede darnos más fuerza para cambiar la situación. Por otro lado, podremos detectar cuando otras personas se encuentran en una relación de dependencia y así tratar de advertirles con criterio.

¿QUÉ NOS LLEVA A UNA RELACIÓN DE DEPENDENCIA?

Todas las personas tenemos unas expectativas acerca de nosotros mismos y de la pareja que nos gustaría ver cumplidas. Estas ideas vienen influenciadas por las creencias sociales y culturales. En nuestro caso, hemos aprendido que para ser felices hay que tener pareja y priorizamos la pareja sobre cualquier otra cosa (Castelló, 2006). Buscamos continuamente relaciones de pareja que nos completen, de forma que llenen nuestras carencias. Buscamos fuera en lugar de mirar hacia dentro. Esto hace que no podamos ser suficientemente nosotros mismos, que alimentemos miedos y busquemos a los demás para los tapen.

“Si no nos sentimos suficientemente nosotros mismos, entonces dependemos del otro y si dependemos del otro no somos libres”.
-Villegas-

Por otra parte, la manera de establecer vínculos afectivos está muy condicionada por la manera en que hemos vivido la conducta de apego en la infancia (Guix, 2011). Por ejemplo, si hemos tenido un exceso de protección, sentiremos inseguridad y buscaremos personas que nos protejan. Por otro lado, si hemos tenido pocos o ningún vínculo afectivo buscaremos desesperadamente a alguien para que nos dé el afecto que necesitamos.
El tipo de relación que hemos observado entre nuestros padres también nos influye en nuestras relaciones de pareja. Por ejemplo, si en nuestro entorno hemos presenciado una relación de dominación y dependencia, en la que parece que podemos amar y recibir maltrato al mismo tiempo, podríamos establecer una relación del mismo estilo ya que conocemos de primera mano los mecanismos que la mantienen.
De todas maneras, lo ideal sería que no buscáramos la media naranja que nos complete, ya que esta no existe. En realidad, cada uno de nosotros estamos completos y somos responsables de nuestra propia felicidad. Además, tendríamos que crear nuestros propios criterios a la hora de escoger cómo queremos relacionarnos con nuestra pareja, sin dejarnos influir (excesivamente) por ningún patrón. Es importante tener claro qué queremos y qué no queremos en una relación.

¿QUÉ SENTIMOS CUANDO ESTAMOS EN UNA RELACIÓN DE DEPENDENCIA?

Viviendo una relación de dependencia no podemos ser nosotros mismos, nos sentimos limitados y anulados, siempre pendientes de agradar o de no hacer enfadar a nuestra pareja. Sentimos ansiedad, desconfianza, culpabilidad, miedo, etc. “Síntomas” que pueden ser debidos a una baja autoestima, a sentir que no valemos nada o que somos inferiores a nuestra pareja, a necesitar excesivamente al otro, a sentir miedo o intolerancia a la soledad.

“Si no somos nosotros mismos, si solamente somos en el otro, si somos el reflejo, nuestra autoestima depende de si nos llega o no nos llega la luz. Como la luna, que cuando no recibe la luz del sol es como si no existiera”.
-Villegas-

Además, cuando estamos en una relación tóxica solemos aguantar más de lo que deberíamos: comentarios desagradables de desvalorización, miradas y silencios de incriminación, reproches, invasión de la intimidad, preguntas constantes para controlar, mentiras… Incluso podemos llegar a soportar agresiones verbales y físicas. En ocasiones, la idealización de la pareja nos lleva a excusar su comportamiento (cansancio, nerviosismo, lo hace lo mejor que puede, etc.) y pensamos que va a cambiar. Otras veces es el precipicio que imaginamos fuera el que nos frena.

¿CÓMO NOS PODEMOS DAR CUENTA DE QUE ESTAMOS EN UNA RELACIÓN DE DEPENDENCIA?

No es fácil darnos cuenta de que estamos en una relación de dependencia emocional, pero siempre hay indicadores y señales que reflejan esta disfuncionalidad, como por ejemplo, las emociones. Nuestras propias emociones nos muestran que la relación no está funcionando bien. En una relación sana no deberíamos sentir miedo ni sufrimiento.

“La emociones exponen los problemas para que la razón los resuelva”.
– Greenberg –

Cuando nos encontramos dentro de la relación, podemos perder la perspectiva y ver solamente lo que nos gusta de nuestra pareja. De hecho, no vemos lo que no estamos dispuestos a ver y con frecuencia nos damos cuenta cuando ya llevamos un largo trecho recorrido (Grad, 2015). Por eso, es importante escuchar y considerar -no obedecer de manera sistemática- los consejos sinceros de las personas que nos conocen bien. Por mucho que nos desagrade que otros nos digan “esta persona no te conviene, tendrías que dejarla” y que pensemos que no nos entienden… Puede que estén en lo cierto.

PERO, ¿POR QUÉ SOPORTAMOS UNA RELACIÓN QUE NOS HACE SUFRIR?

Especialmente cuando se supone que es una lección libre que hacemos porque consideramos que nuestra pareja es un apoyo importante, una fuente de confianza y en la que podemos encontrar cierta incondicionalidad. Si esto no es así, quizás sea necesario romper con la dinámica o reconsiderar la situación.
Lo cierto es que podemos tener una relación sana, sin dependencia ni sufrimiento, basada en la confianza y el respeto. Para ello, es importante tener presente que nosotros también tenemos parte de la responsabilidad: no somos responsables de lo que el otro hace, pero sí de lo que nosotros hacemos. Si nosotros cambiamos (actuamos, pedimos ayuda…), cambiará la situación.



 

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