Este verano tengo planeado adelgazar. De aquí a un año tengo pensado acabar mis estudios de Bachillerato. También tengo planeado estudiar una formación profesional superior un año después. También sacarme el carnet de conducir. De aquí a 10 años ya habré zanjado mi depresión y ansiedad por completo, sí... más o menos. Y luego.. ¡A sí!, buscar el amor y fundirme en el. Luego de aquí a 20 años lloraré la muerte de mi padre, sí. Y para 2100 no tengo ningún plan. Pero ya surgirá algo.
No tengo planeado ir al cielo. Ni hablar con Dios, ni subir unas escaleras infinitas al paraíso.
El otro día me quedé observando la luz que ilumina mi habitación. Luego la apagué y se quedó todo oscuro. Luego la volví a encender. Me sentí completamente imbécil cuando analicé la forma en la que usamos el lenguaje, y me dije:
– Qué idiota, ¡no puedo encender ni apagar la luz!
La luz implica ser luz. Una luz no puede ser oscura, eso sería como secar el agua. La luz implica en sí misma, en su propio sujeto, ser luminosa. Entonces, cuando pulso el interruptor, ¿a dónde va la luz?
La bombilla se queda, la habitación se queda, pero la luz ya no está.
La luz no puede ser apagada, no puede ser encendida, porque la luz implica estar encendida en sí misma, si no no sería luz.
La luz está o no está, pero no se enciende ni se apaga.
Algunos dirán que cuando la luz no está desaparece, ¡qué tontería!, no hay más que ver cómo las plantas guardan la luz en moléculas de ATP para fotosintetizar nutrientes orgánicos, no hay más que ver cómo la luz del sol broncea tu piel, no hay más que ver cómo la luz da calor si acercas tus manos a ella. La luz no puede desaparecer. La luz es siplemente LUZ. Y siempre está, pero no de la misma forma.
Pero me dije a mí mismo, dejaré la bombilla siempre encendida y así nunca se transformará. ¡Qué ingenuo!, la bombilla se acabaría rompiendo o gastando. No se puede mantener una bombilla soportando una luz siempre, porque supone un desgaste del material, supone un calor. Esto es así porque todo está cambiando, constantemente.
Cada instante de luz, aún en la misma bombilla y en la misma habitación es completamente diferente. No es la misma luz de una milésima de segundo para otro. De hecho, si no fuera así
, la luz no existiría. Puesto que nada habría cambiado ni habría sido transformado para que la luz llegue aquí y ahora. Tampoco puedes guardarla en una cajita, es imposible. No puedes dejar estático algo sin cambiar eternamente.
Más tarde hice un símil. La oscuridad es la muerte, la bombilla es tu cuerpo y su desgaste inevitable la vejez, su duración es tu tiempo de vida en la forma que conoces, el interruptor es lo imprescindible para que estés vivo, la habitación es el mundo, su calor son tus emociones. Y la LUZ, "inapagable", transformante y circunstancial eres TÚ.
