MOVIMIENTO
Dejo de confiar en la exactitud de las palabras cuando me quedo en silencio.
Yo siempre intenté explicar todo lo que sentía con palabras. Me esforcé muchísimo en buscar las palabras exactas para describir, para gritar, para alertar, para agradecer.
A veces, últimamente, me quedo en silencio.
En ese silencio me doy cuenta de que hay un gran movimiento imparable de todas las cosas, de todas las personas y de todo lo que veo a mi alrededor.
Todo está cambiando, no importa allá donde mires, todo está en movimiento. En una armonía perfecta con toda la existencia.
Hay una verdad que asoma desde mi interior. Cuando la observo, aunque sea un poquito, siento que todo es perfecto y maravilloso: desde la muerte hasta la vida, desde el miedo a la seguridad, desde el placer al dolor.
Vuelvo a este momento, este presente en el que todo existe, y es cuando mi corazón se coordina con el tiempo, y vuelvo al ritmo de la música de la existencia.
Antes de yo nacer no había nada, ahora muchas cosas pueden haber, luego de la muerte quién sabe. Pero lo que yo pienso, entiendo o siento no cambia lo que soy.
Siempre he sido, soy y seré, solo que ahora estoy presenciando que existo aquí. Es el observar lo que nos hace conscientes de nuestra propia existencia, y de la existencia completa.
Pero yo no puedo existir ahora si no he estado antes, y no puedo salir del círculo de la realidad.
Cuando me quedo en silencio todas las palabras se desvanecen, y en mi eterna soledad no existe oscuridad ni brillos, no hay dolor ni placer, no hay engaños.
Cuando quedas en silencio y todas las preguntas desaparecen empiezas a aceptar lo que eres. Lejos de las ideas inventadas por la sociedad, lejos de lo material.
Olvidamos lo que somos, y nos enredamos con las palabras que nosotros mismos hemos creado.
Siéntate a oír el latido de tu corazón, cómo va y viene.
No intentes parar los movimientos de la existencia, acepta que los árboles se balancean con el viento, acepta las olas, el frío y el calor.
Sólo así volverás a ti mismo, y te llenarás de paz y de amor.
Juan Francisco Vidal Rodríguez
