HAY QUE CONTROLAR LOS SENTIMIENTOS… NOCIVOS.
En mi opinión, en demasiadas ocasiones se responde a los sentimientos que nos son nocivos con bastante sumisión, desde una rendición sin oposición, como el perrillo al que apalean, que cree que es inútil escapar y lo único que hace para defenderse es procurar que los golpes le duelan lo menos posible.
Las sentimientos perjudiciales no aportan nada positivo y sí destruyen. Son inútiles y perjudiciales.
Esto conviene tenerlo claro antes de calificar un sentimiento, porque el hecho de que no sea de nuestro agrado o que nos provoque algún tipo de dolor no quiere decir expresamente que sea nocivo. A veces es necesario que nos pase algo que nos remueva mucho para que nos pongamos en marcha y reaccionemos, y si es este el caso, a la que denominábamos como negativo tendremos que cambiarle la etiqueta y ponen en su lugar “positivo” (aunque doloroso mientras sea incomprendido)
Las sentimientos positivos sí aportan riqueza a nuestra vida, aportan escalofríos amables, alegrías sublimes, contacto con la parte sensible de cada uno, esperanza, ilusión. Son los que aportan riqueza a la vida.
Las sentimientos nocivos, por contra, son estresantes e incapacitan.
No se les debe culpar a los sentimientos de los terremotos que nos provocan. Eso es un asunto nuestro y no suyo. Somos nosotros con nuestra resistencia a no aceptarlos quienes los etiquetamos como dolorosos, trágicos, deprimentes, o con cualquiera de los muchos sinónimos que tienen estas palabras.
Si fuésemos capaces de verlos como situaciones a experimentar, dejaríamos de otorgarles el poder destructivo que les adjudicamos.
Es más, podríamos llegar a afirmar que los sentimientos que calificamos como nocivos, si nos limitásemos a sentirlos, a observar dónde nos ha afectado y por qué o para qué, e inmediatamente fuésemos capaces de soltarlos y permitir su disolución, entonces nos dejarían una enseñanza, nos mostrarían una flaqueza nuestra, y un punto en el que podemos mejorar –y eso siempre es de agradecer-.
Los sentimientos, todos y sin etiquetar, nos aportan humanidad. Realzan nuestra humanidad. Cualquier motivo que nos haga contactar con nuestra parte sensible, humana, emotiva, en principio es bueno. Los que verificamos que no nos van a aportar nada positivo es mejor descartarlos inmediatamente.
Hay que recordar, eso sí, que las reacciones que provoca el mismo hecho a cada persona confirma la subjetividad de los hechos. El mismo caso puede ser motivo de risa para uno y de drama para otro. O puede dejar indiferente a uno mientras que otro lo siente como un ataque personal. Es por eso por lo que no se debe esperar que la misma emoción provoque el mismo sentimiento en cada persona.
Las emociones son un estímulo que pueden provocar distintos resultados en función de la interpretación que cada uno haga, o de las reacciones inconscientes que tiene preparadas como respuesta a cada acto. Y esto último es necesario revisarlo para actualizarlo y descartar o mantener respuestas.
Aprendamos a convivir con todas, agradezcámosle su existencia y su presencia en nosotros, no las descartemos sin antes haber comprobado qué nos quieren decir o qué nos pueden aportar; no hay que esconderlas o disimularlas porque somos humanos y forman parte de cada uno de nosotros… y algún sentido tienen cuando existen.
Te dejo con tus reflexiones…