SER SENCILLO
El arte de vivir consiste, únicamente, en proceder con sencillez.
(del Taoísmo)
En los años que llevo metido en esto del Crecimiento Personal, he tenido ocasión de encontrarme con gente muy buena, con situaciones y momentos maravillosos, con grandísimos descubrimientos, y… con muchas otras cosas menos agradables:
Charlatanes que se auto-titulan Maestros –con la “M” mayúscula-.
Gurús que predican tonterías.
Teóricos glaciales sin alma –sólo cerebro-.
Fanáticos sin ideas propias.
Gente que repite lo que ha leído o escuchado pero sin haberlo verificado.
Timadores conscientes de sus timos.
Lunáticos, necesitados de manicomio, que tratan de convencer a los demás de sus locuras.
Sinvergüenzas estafadores.
Malintencionados que mienten con el único fin de aprovecharse económicamente de los otros o para inflar su ego.
Exhibicionistas que sólo quieren presumir de un ego pomposo…
He conocido teorías insostenibles.
Tonterías a millares.
Disparates creados por gente sin cualificar con el fin de dar cursos y sacar un beneficio por ello.
Es una lástima que en el mundo del Crecimiento Personal, al que uno llega inexperto y confuso, y confiando en la buena voluntad de los que ya están –o dicen estar-, se encuentre con algunos –pongo “algunos” y evito poner “personas”…-, que le confundan más, le hagan desconfiar, le aparten, o le condenen a un resto de su vida anclado en su situación personal, ya que pueden salir escaldados de eso en lo que habían puesto sus esperanzas.
He visto a quienes usan términos ampulosos, herméticos e incomprensibles, con el único fin de exhibirse y tener acólitos que le adoren o admiren –y lo necesitan porque tienen problemas con su ego o su Autoestima-; he visto que prometen algo que no les van a dar, y que les tratan de mantener en una situación de dependencia.
He conocido a quienes hablan de secretismo, de oscurantismo, de cosas solamente al alcance de los iniciados… en fin: una retahíla de estafadores espirituales en toda regla.
Y todo es mucho más sencillo.
O, por lo menos, así lo creo yo.
Para empezar, te sugiero algo que te parecerá curioso: confía más en quien duda que en quien afirma rotundamente. Cree más en quien dice “me parece” o “creo yo”, que en quien afirme con rotundidad irrefutable, porque la creencia absoluta se acerca peligrosamente al fanatismo, y se estancan en esa seguridad, pero quien duda seguirá buscando y seguirá creciendo.
Quien te cuenta algo, generalmente te cuenta de “su” experiencia o de la teoría. Si afirma algo con rotundidad creyendo que una cosa concreta es válida para todos, posiblemente se equivoque.
Si duda, está vivo espiritualmente.
Tú mismo podrás observar que en tu pasado había cosas en las que creías con firmeza, y esa firmeza se ha ido tambaleando primero y cayendo después.
A medida que uno va evolucionando, se da cuenta de que hay cosas que van perdiendo su fuerza y su preponderancia, y hay otras que afloran o que se aprecian con una intensidad mayor, y me refiero a cosas del estilo del amor, la paz, la familia, la amistad, Uno Mismo…
Creer, suponer, intuir, o manejarse con verdades provisionales, permite dejar opción de actualización y crecimiento.
También es importante fijarse en quienes te imponen sus opiniones, tratando de dirigirte, y en quienes dicen: “te sugiero…”, “creo que sería bueno para ti…”, “quizás estaría bien…”, “tú verás…”, “decide tú…”
Posiblemente estos últimos te estén ayudando más. Te están permitiendo que seas tú quien decidas y quien gobiernes tu vida.
En el mundo de la Espiritualidad y del Crecimiento Personal, las cosas no pueden ser dogmáticas y todo debiera ser muy simple y muy sencillo.
Y lo que no sea así, es mejor dejárselo para los hipotéticos, para los grandilocuentes, para los que viven del jugo de su mente y su ego bien engrasados.
La vida la ha puesto Dios –o quien sea-, en manos de cada persona sin exigirle a cambio una titulación o mil vidas de experiencia.
Por tanto, vivir ha de ser más sencillo que estancarse y enredarse en disquisiciones teóricas, y ha de estar regido por unos sentimientos y unas emociones puras, equilibradas, que son quienes nos van a aportar sonrisas, emociones, paz, bendiciones, felicidad, placidez…
Vivir debiera estar desocupado de sufrimiento innecesario, de inquietudes y pre-ocupaciones innecesarias, de tormento innecesario, de temores o miedos innecesarios, de dudas innecesarias…
Ser sencillo, paz y amor, son, quizás, el resumen de los ingredientes de la vida.
Creo que no es necesario aspirar a más.
Otras cosas nos apartan de vivir, nos alejan del sentido o el concepto de la vida, nos enredan y enmarañan en asuntos que van agotando el tiempo de la vida, dejándola marchar desatendida, mientras no distraemos en asuntos a las que damos importancia pero no son importantes.
Prefiero la persona que me puede hablar de sus sentimientos a la persona que me puede exhibir mil teorías y conocimientos.
Prefiero la persona que tiembla –simbólicamente-, antes que la arrogante que me habla inmóvil desde su trono de poder mental.
Prefiero a la persona antes que al personaje.
Creo que se puede prescindir de casi todos los conocimientos, de la mayoría de las frases celebres, y de los barullos mentales que nos hunden en contradicciones.
Ya el Ser Humano es en sí mismo un puñado de contradicciones, que tiene que aprender a conciliar, como para añadir más innecesariamente.
Muchas personas entran con fuerza en el mundo espiritual y del Crecimiento Personal, buscándose desesperadamente, mirando rápidamente al abrir una puerta y ojeando para ver si se encuentran a ellos mismos ya al otro lado, y como no se ven a la primera y pronto, cierra la puerta y se van a abrir otra, y otras, en las que repetirán el ciclo.
Y lo cierto es que Uno está en todos los sitios: en el canto del pájaro y con el sol, amaneciendo juntos; en el silencio de la noche y en el bullicio del tráfico; en la lágrima del otro y en su propia pequeñez; en la filosofía y en los suspiros.
Uno, en realidad, está dentro aunque se busque fuera.
Uno, en realidad, es la voz del corazón que escucha dentro de sí –ojo: no confundirla con el barullo de la mente que habla como un parlanchín-.
El Camino de la Vida se recorre en parte en el contacto con los otros, con el trabajo, los asuntos y problemas, y en parte se recorre por el interior.
Parece ser que hemos elegido tratar de compaginar todo: resolver los asuntos del cuerpo y la tierra, y no olvidar la parte espiritual que también somos.
Y la sencillez es la mejor compañera de viaje.
Ser sencillo es despojarse de lo innecesario, prescindir de lo recargado, eliminar las distracciones, renunciar al exhibicionismo, quitarse casi todo –porque casi todo es prescindible-, quedarse en la nobleza de ser realmente quien se es, con todas las cualidades y maravillas al alcance, y quedarse en lo que verdaderamente vale: Uno Mismo, Dios, los otros, y el amor.