NO MULTIPLIQUES TUS PROBLEMAS
(Que no son “problemas”, sino asuntos que hay que resolver)
En mi opinión, algunas situaciones de la vida que no son nada más que asuntos comunes –cosas habituales que pasan en la vida-, las desmesuramos cuando no se cumplen o cuando no se cumplen tal como nosotros deseábamos, y algo que debiera ser una “asunto a resolver” lo bautizamos como “problema” y, por ese poder que les damos a las palabras y por el drama que llevan aparejadas algunas de ellas, convertimos un hecho que debiera ser calificado como “común” o “habitual” en un dramático “problema”.
Sería bueno desterrar la palabra “problema” de nuestro vocabulario. Haz una prueba con algún asunto de esos que tengas pendientes de resolver: intenta ver la diferencia de afrontarlo llamándolo “problema”. Verás que tu postura cambia. Sientes tensión, preocupación, inseguridad, intranquilidad; puedes llegar a creer que no puedes resolverlo, que no eres capaz, que es demasiado grande para ti, y eso te lleva casi inevitablemente, y de un modo inconsciente, a hacer un balance del resto de tu vida pasada, de tu presente, de tu futuro, y curiosamente casi todo aparece enlutado de pesimismo, pobre, dramático. Se te borra de la mente la realidad de tus momentos buenos, de las cosas que sí haces bien, hasta tu optimismo… todo queda obnubilado por ese “problema” al que tienes que enfrentarte –y ese “enfrentarte” no lo entendemos como “ponernos frente a para verlo bien”, sino como una guerra, que es donde se enfrentan los enemigos adversarios-.
Como ves, una cosa lleva a otra y algo que debiera ser poco más que una rutina se convierte en un drama.
Leí una frase que decía, más o menos que “si tienes un problema y te preocupas mucho, entonces tienes dos problemas”.
Sí, ya sé que cada lector está pensando en “su problema” y no está generalizando, así que lo que estás leyendo no encaja perfectamente con tu situación concreta, pero sería bueno que aprovecharas lo útil que tenga esto.
La vida es un resolver cosas continuo. Lo que pasa es que las habituales, o las que no implican gravedad, o las que no afectan a la economía o a la vida sentimental o a cualquier otro asunto grave, las resolvemos fácil y bien.
Sería bueno acostumbrarse a no exigirse la perfección absoluta en todos los actos y permitirse no acertar siempre con el encuentro de la mejor solución. Desdramatizar la vida. Comprender nuestra imperfección como algo lógico. Aceptar en nosotros las carencias y las inhabilidades y las impericias y los desaciertos, sin que nada de ello afecte a nuestra autoestima y a la óptima relación que deberíamos mantener con nosotros mismos.
¿CÓMO ENCARAR LOS ”PROBLEMAS”?
Mentalmente, desde la aceptación de que es posible que la decisión que se tome no dé los resultados esperados y que ello no debe implicar una depreciación frente a uno mismo ni el comienzo de una relación ingrata llena de reproches y desprecios.
Físicamente, cuidando la forma y el modo, que es algo que puede afectar al resultado final.
Observa tu postura cuando te poner a buscar la solución a un problema. ¿Qué haces?, ¿Cómo lo haces?
Si te parece bien, piensa en un asunto pendiente de resolver y trata de solucionarlo del modo que lo haces habitualmente. Date tiempo y obsérvate. Sé capaz de hacerlo del modo habitual y, además, desdóblate y sé el observador externo que se da cuenta de todo lo que haces. Y evita que uno interfiera en el otro. No es tan complicado…
Cuando hayas terminado de hacerlo en tu forma habitual, hazlo de este otro modo: Relájate, procura no tener tensiones, y ten una conversación contigo mismo en la que llegues al acuerdo de tratar de hacerlo del mejor modo posible –de acuerdo con tus capacidades y/o limitaciones-, pero, en el caso de que después, con el tiempo, se compruebe que no estuvo acertado, acuerda que no habrá ningún tipo de reproche ni malas caras ni distanciamiento.
Ahora, una vez resuelto lo anterior, procura salir a la calle y buscar un sitio donde puedas ver el horizonte. Si vives en el centro de la ciudad tendrás que desplazarte. Si puede ser en un descampado, frente a un bosque o frente al mar, mejor. Imprescindible que sea de día y que puedas ver el horizonte. Retoma el mismo asunto que habías intentado resolver en tu modo habitual y hazlo ahora de nuevo. En ese sitio, de día, y mirando al horizonte. Comprobarás que el resultado es distinto.
Con estas premisas citadas, lo que entendemos como “problema” deja de serlo para convertirse en lo que realmente es: un asunto pendiente de resolver.
Revisa –si te parece conveniente- tu relación con los “problemas”. Tal vez tengas que perderles el miedo…
Te dejo con tus reflexiones…