ME HE VUELTO UNA PERSONA DEMASIADO SERIA.
Un día, casi sin darte cuenta, te escuchas reír y notas que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo hiciste con naturalidad. Te descubres siendo demasiado correcto, preocupado, formal. Alguien bromea y no sabes cómo seguir el juego. Empiezas a sospechar: ¿me he vuelto una persona demasiado seria?
Esta constatación, más común de lo que parece, puede ser desconcertante. ¿En qué momento ocurrió? ¿Por qué? ¿Y, lo más importante, se puede volver a recuperar una parte más liviana, más lúdica de uno mismo?
1. La seriedad como armadura
Para muchos, la seriedad no nace del carácter, sino de las circunstancias. La vida, con sus responsabilidades, pérdidas, decepciones y exigencias, puede endurecernos. A veces, ser “serios” es una forma de protegernos: evitar que los demás nos vean vulnerables, parecer más maduros, o simplemente mantener el control en medio del caos.
Nos volvemos serios cuando sentimos que no hay margen para equivocarnos, cuando creemos que “aflojar” es igual a ser irresponsables. La risa puede parecer frívola. El juego, infantil. El entusiasmo, ingenuo. Sin darnos cuenta, dejamos que esa seriedad se instale como un modo de vida.
2. Las señales: cuando la rigidez reemplaza la espontaneidad
Ser serio no es algo negativo en sí mismo. La profundidad, la reflexión, el compromiso, son virtudes. El problema aparece cuando la seriedad se convierte en rigidez emocional.
Algunas señales comunes:
• Te cuesta disfrutar sin sentir culpa.
• Sientes que debes estar “a la altura” todo el tiempo.
• Te cuesta conectar con el humor o con personas despreocupadas.
• Tienes dificultad para improvisar o adaptarte a situaciones imprevistas.
• Te irritan las bromas o las actitudes relajadas de otros.
• Te cuesta descansar verdaderamente, incluso cuando no trabajas.
Esta rigidez puede afectar nuestras relaciones, nuestra salud mental y física, y, sobre todo, nuestra conexión con el presente.
3. Volver a lo lúdico: ¿cómo se desaprende la seriedad?
Recuperar la ligereza no significa volverse irresponsable ni escapar de la realidad. Significa darle espacio a la espontaneidad, al juego, a la emoción sin filtros.
Algunas ideas para reconectar con una versión más abierta y menos rígida de ti:
a) Permítete reír de ti mismo
El humor personal, ese que no se burla ni degrada, sino que abraza nuestras rarezas, es una medicina poderosa. Reírte de tus torpezas, de tus manías, de tus olvidos… puede aliviar el peso del perfeccionismo.
b) Haz algo solo por el placer de hacerlo
Pintar, bailar, ver una comedia, cantar mal en la ducha, jugar con un niño, andar en bicicleta sin rumbo. La clave es que no tenga un propósito productivo, solo el disfrute.
c) Rodéate de gente que te saque de la estructura
Personas espontáneas, creativas, cariñosas, que se permiten ser imperfectas. Estar cerca de ellas puede contagiarte esa libertad emocional que creías haber perdido.
d) Desafía tu voz crítica interna
Esa que te dice “no hagas el ridículo”, “qué vergüenza”, “eso no es para ti”. Agradece su intención (protegerte), pero no le creas todo. Muchas veces, esa voz es una eco del juicio ajeno que has interiorizado.
e) Conecta con tu niño interior
Literalmente, pregúntate: “¿Qué cosas me hacían feliz cuando era niño?” ¿Puedes recuperar alguna? La lectura de aventuras, el dibujo libre, mirar las nubes… No se trata de nostalgia, sino de recordar una parte de ti que sigue viva.
4. Cuando la seriedad es síntoma de algo más profundo
A veces, la pérdida de espontaneidad es consecuencia de un duelo no resuelto, de una depresión encubierta o de una ansiedad constante. Si sientes que has dejado de sentir entusiasmo por todo, que todo se ha vuelto gris, es importante que busques apoyo profesional.
La salud emocional no es solo la ausencia de tristeza, sino la capacidad de sentir, de fluir, de vivir con cierta liviandad interior.
5. No se trata de cambiar tu esencia, sino de suavizar los bordes
Ser una persona seria no es un defecto. Puede ser reflejo de tu profundidad, tu sensibilidad, tu compromiso. El objetivo no es forzarte a ser “gracioso” o “extrovertido” si no lo eres, sino reconciliarte con otras partes de ti que tal vez dejaste en pausa.
Puedes ser una persona seria y, al mismo tiempo, disfrutar. Puedes ser responsable y jugar. Puedes tener preocupaciones y bailar igual. Se trata de equilibrar.
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CONCLUSIÓN: UN CAMINO DE REGRESO A TI MISMO
Si te has vuelto una persona demasiado seria, no es motivo de culpa, sino de comprensión. Algo en ti se endureció por alguna razón. Lo importante es que ahora lo notas, y eso ya es el primer paso hacia un cambio.
La vida no se trata solo de cumplir con lo esperado. También se trata de sentir, reír, soltar, disfrutar lo sencillo. Permítete ser más liviano. No para huir de la realidad, sino para abrazarla desde un lugar más humano y más libre.