ESTOY BUSCÁNDOME
En mi opinión, quien lee esto se encuentra, muy posiblemente, a las puertas de un descubrimiento que se verá reflejado en un cambio.
Hagamos un ejercicio para empezar. Repite conmigo en voz alta lo siguiente: “No voy a hacer lo que haga todo el mundo, voy a seguir el Camino que yo quiero hacer; voy a emprender el solitario Camino de averiguar quién soy yo, y después voy a lograr en mí la unión de lo mejor de lo humano y lo mejor de lo divino. Voy a la búsqueda de ese que intuyo o que sé que realmente soy.” Podrás repetirlo cuantas veces quiera hasta que quede integrado en ti.
Hay varios momentos en la vida de cada persona en que ya no puede seguir como hasta entonces, porque una intranquilidad, que tiene un nacimiento desconocido, le recuerda a uno su verdadera naturaleza, su único destino, le recuerda lo que tiene de Dios o de distinto, su origen, su esencia… algo le grita constantemente “tú no eres el que está siendo en este momento”… algo le recuerda “tiene que haber algo más, pero… ¿qué es?... algo le dice que no quiere seguir siendo así, que tiene que averiguar quién es y ser el mismo… ¿pero cómo me encuentro?, se pregunta uno. “Buscándome”, se responde él mismo.
Algo que aún no tiene palabras concretas sino que es la suma de muchas sensaciones, hace un agujero por donde meter nuevas preguntas para sumarse a la cola de las que aún no han sido contestadas, y cada pregunta pare otras en un proceso reproductivo imparable… de pronto, hay un momento en que uno se queda parado, mirando sin mirar, pensando sin pensar, viviendo sin vivir, y la posibilidad de vivir otra realidad se le plantea y busca un hueco. Y hay que aprovechar esta situación.
En el proceso de la búsqueda hay que tener algunos conceptos muy claros. Uno de ellos es que no se debe tener una relación de rivalidad con la experiencia que se comienza a vivir. Uno no debe ponerse zancadillas ni tirar por tierra lo avanzado ni auto-castigarse; se deben evitar palabras e ideas como tensión, lucha, violencia, metas, odio…
Para hacer este proceso se necesitan AMOR, PACIENCIA Y TIEMPO. Este TIEMPO, con letras mayúsculas y con ¡TIEMPO!
El primer día que nos damos cuenta de que estamos perdiendo la vida, de que no estamos viviendo como quisiéramos, que no estamos siendo realmente nosotros mismos, nos entra la prisa por solucionar en un minuto el resto de nuestra vida.
Nos prometemos, ingenuos, la mayor urgencia y que todo nuestro esfuerzo será invertido en vivir de otro modo, en cuidarnos y amarnos más, en pagarnos cuanto nos debemos, y en encontrar, por fin, donde quiera que se halle, ese motivo que nos lleve directamente al premio que somos nosotros mismos.
Removemos sentimientos, hurgamos en el pasado, nos empapamos de información, tropezamos con gurús y sabios. Buscamos algo -no sabemos qué-, en algún sitio -no sabemos dónde- y, si creemos que hemos encontrado algo, no sabemos que eso aún no es encontrar ni es lo que buscábamos.
La búsqueda es personal e intransferible, como los partos. Lo que tienes que pretender es plantar la semilla del deseo de descubrirte para ser realmente tú mismo, alimentarla, darle tiempo para el desarrollo, y permitir que salga de dentro de ti el ser real que eres.
Los orientales hablan claramente del ser esencial -el que somos en esencia- y el ser existencial -el que está existiendo-: por supuesto que casi nunca coinciden los dos; el trabajo personal consiste en ser y mostrar el esencial, porque ese es el que realmente somos.
Es importante tener muy claro qué es lo que haces: ¡Te estás buscando!
Es importante hacer cursos, pero tras preguntarte ¿qué hago?, ¿busco conocimientos o me estoy buscando?
Es importante leer libros, pero tras preguntarte ¿qué hago?, ¿busco frases bonitas?, ¿busco biografías inimitables?, ¿o me estoy buscando?
Es el momento de la búsqueda y no de otras distracciones.
Es el momento de empezar a relacionarse con otra gente distinta que tenga inquietudes similares.
Hay un proceso natural selectivo. De pronto, ya no necesitas a algunas personas tan desesperadamente como suponías; de pronto, averiguas que lo que te une a algunas personas es un enorme vacío; de pronto, comprendes que en el proceso hay algo de renuncia y no te duele renunciar.
Buscas conversaciones, acudes a charlas, encuentras a alguien que lo sabe casi todo, lees libros… (Yo un día me pregunté: ¿qué buscas en los libros que no sepas ya que no lo tienes en el corazón? pero habrás de leer muchos libros hasta poder decir esto mismo).
Comienza una interesante experiencia que hay que atender bien. Antes de hacer nada hay que observar: una parte de ti dimite y busca nuevos horizontes, pero sin poder despegarse de ti y tu atadura; otra parte ansía buscar su origen y sale a su encuentro aun consciente de que le llevará casi toda la vida; otra parte cree que es lo que en este momento es, y se aterra ante nuevas posibilidades que, evidentemente, le obligarían a la muerte de su forma de ser y a un cambio; otra parte de ti se confunde y no sabe con qué parte aliarse; otra, es vieja y está cansada; otra, se alegra de la experiencia de la búsqueda y, se siente emocionada ante la posibilidad de su autentica existencia… y todas siguen siendo tú, que te desdoblas y te conviertes en nuevas personalidades que, sumadas a las ya existentes, amplían aún más la confusión en la que te encuentras.
No es alentador el paisaje, aunque eso no debe ser razón para rendirse.
En el momento en que una persona comienza su búsqueda, y esto puedo garantizártelo, se convierte en imposible dejarlo. Desde el momento en que se manifiesta la sospecha de ser algo distinto, aunque aún no sepamos cómo llamarlo, ya no hay tranquilidad pura, sólo momentos de descanso, porque la inquietud bulle y, ahora, cualquier palabra, cualquier sueño, cualquier gesto, recuerda el proceso iniciado.
Es importante buscarse como a un desconocido; observarse como a un extraño; también enamorarme de sí mismo, querer saberlo todo y preguntárselo todo; es importante saber que nada tiene importancia y que todo tiene un valor ilimitado al mismo tiempo; es importante saber que muchas respuestas se escriben en el aire, se dejan grabadas en el silencio, o te las dan sin palabras; es importante saber que uno está en todo reflejado, que uno es el niño en su pataleta, el fracasado en su fracaso, el místico en su mística, el preso en la cárcel y el sabio en su enunciado.
El mundo es un gran espejo en el que podemos mirarnos. Las respuestas están por todos los sitios gritando que “lo que se nos ha perdido, no se ha perdido fuera; se ha perdido dentro”.
Pero la búsqueda tiene que tener bien definido su motivo, porque si no estás seguro de qué es lo que estás buscando, puede darse el caso de que te conformes con cualquier cosa, con cualquier mínimo descubrimiento que satisfaga a tu más vago conformismo y a tu pereza de seguir buscando.
¿Qué buscas?, ¿la verdad?... Si buscas la verdad tienes que estar en una apertura absoluta, para poder admitir dentro de ti, o por lo menos considerar, una nueva forma de ver las cosas que será en muchos casos muy distinta de la que crees que es tu verdad, o distinta de la que has venido utilizando durante los últimos tiempos.
La verdad te puede romper la unión con los conceptos e ideas que te han mantenido vivo, aparentemente vivo crees ahora, porque si tú no eres tú, si empiezas a descubrir que tus bases no son del todo acertadas, si encima alimentas esta destrucción de tus costumbres y cambias tus rutinas, te quedas sin algo a lo que agarrarte.
Tony de Mello -sacerdote, profeta y sanador de almas-, contestaba perfectamente cuando alguien le objetaba esto último: “Cuando la gente me oye hablar de esta manera me dicen: Tony, al oírte hablar así, uno se queda sin nada donde agarrarse… y entonces, yo completo la frase añadiendo en el mismo tono… así dijo el pájaro justo cuando empezó a volar”.
Te dejo con tus reflexiones…