TRATAMIENTO PARA SUPERAR TRAUMAS DEL PASADO EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA
Los traumas infantiles son situaciones estresantes que ponen en riesgo la salud mental y/o física de la persona, tales como: abuso emocional, físico y/o sexual, negligencia, abandono, maltrato psicológico y/o físico, etc. Se ha comprobado que este tipo de situaciones mantenidas en el tiempo generan sintomatología que no se puede incluir en los indicadores del Trastornos de Estrés Postraumático (TEPT), es por ello que se habla de Trastorno por Estrés Postraumático Extremo no Especificado o DESNOS (disorders of extreme not otherwise specified).
CAUSAS DE LOS TRAUMAS SUFRIDOS EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA. TRATAMIENTO MADRID
Los menores necesitan figuras de apego (padres y adultos significativos) para el buen desarrollo de su personalidad, para su protección y supervivencia. El daño producido por ellos, de manera repetida en el tiempo, genera un alto estrés y emociones como miedo, soledad, tristeza o ira, que condicionarán la salud mental del futuro adulto. Al no poder alejarse de sus figuras de apego por su necesidad para la supervivencia, el niño debe aceptar el daño, utilizando una serie de estrategias adaptativas al ambiente traumático. Las siguientes situaciones son prototípicas de generar un trauma:
ABANDONO Y NEGLIGENCIA
Si en la infancia sufrimos abandono prolongado o varios abandonos consecutivos, tanto físicos (muerte de un familiar, alta carga laboral de los progenitores…) como emocionales (negligencia, depresión materna…) se creará un miedo ante la pérdida y la soledad, generando estrategias de evitación del vínculo o “de alerta constante” con el fin de detectar anticipadamente el abandono. Estas heridas afectarán al futuro adulto, que tendrá dificultades para avanzar en su vida y sus relaciones de una forma sana, siendo celoso o abandonando parejas y proyectos, sin muchas veces percibir exactamente qué le está pasando, sintiendo un vacío o malestar del que no sabe identificar la causa.
RECHAZO
Muchas veces se sufren situaciones de rechazo por parte de personas significativas, siendo el aislamiento y minusvaloración social muy traumatizantes en la mente infantil. Esto suele interiorizarse como propio llegando el niño a rechazarse a sí mismo, mermando su autoestima, su auto-concepto y sus relaciones amorosas y sociales en la edad adulta. Las emociones, pensamientos y sentimientos empiezan a centrarse alrededor del problema, creyendo finalmente que no es merecedor de amor, afecto ni comprensión. Las personas que han sido rechazadas suelen aislarse o ser excesivamente complacientes para ser aceptados y evitar una nueva exclusión, aunque tengan que quedarse en un segundo lugar por encajar en el grupo o conductas degradantes para ellos mismos. Suelen sentir un gran vacío interno.
COMENTARIOS Y/O GESTOS HUMILLANTES
Si en nuestra infancia sufrimos humillaciones por parte de personas cercanas o significativas (padres, familiares, compañeros o profesores) esto puede derivar en perfeccionismo como modo de relación: la persona necesita la perfección para sentirse aceptada y valorada. Existe un profundo miedo a la crítica ya que ésta se entiende como un rasgo de nuestra personalidad, algo estable (si lo hago mal es que soy malo, si fallo es que no sirvo…) y no como una conducta puntual, generando un alto sufrimiento al no llegar al ideal. Comentarios en la infancia del estilo “no vales nada”, “eres tonto”, “eres torpe”, “no me gusta cómo eres”, miradas de desaprobación y tonos de reproche, generan en el niño la idea de no ser adecuado o de tener que esforzarse para ser querido, percibiendo que no se le acepta por el simple hecho de existir sino por lo que consigue. En la edad adulta esto puede generar dependencia, sumisión, ansiedad o depresión ya que la persona cree que no vale nada, que es inferior a los demás o que debe ser perfecto para ser valorado. Cualquier error puede generar alta frustración. También pueden ser adultos sin iniciativa o dubitativos por miedo al error, o personas que humillen a otras tal como vivieron en su infancia a modo de defensa.
VIVIR SITUACIONES DE INJUSTICIA
Padres autoritarios, exigentes y distantes emocionalmente, con normas rígidas pero sin dosis de cariño, pueden generar en el niño sentimientos de inutilidad e ineficacia que continuará en la edad adulta. Esto afectará a la autoestima sintiéndose inútil por no conseguir alcanzar sus metas, sin percibir que éstas son demasiado exigentes o no son propias, o generando conductas tiranas por mantener un estatus alto a toda costa para no sentirse un fracasado. El miedo subyacente es dejar de ser bueno, competente o válido, y el pensamiento de tener que ser mejor les persigue en cada momento, incluso en cosas simples. Las frases de los padres se interiorizan y la persona piensa que no ha hecho lo suficiente, generando frustración, ansiedad y menosprecio hacia sí mismo, que suele estar unido a una tristeza recurrente.
ABUSO SEXUAL
Niños que han sido abusados sexualmente por los adultos, especialmente si estos son personas cercanas, suelen desarrollar una sintomatología física y psicológica característica del abuso que se modificará con el paso de los años pero, en el fondo, no desaparece. Personas evitativas con altas dificultades para vincularse, con tendencia a vivir “con la alarma activada”, con pesadillas recurrentes y alteraciones del sueño, del estado de consciencia y de la sexualidad, depresión o ansiedad, pueden haber sufrido abusos en la infancia.
MALTRATO FÍSICO O PSICOLÓGICO
Los malos tratos como palizas, golpes, gritos o insultos generan un alto estrés y miedo en el niño que llegan a paralizarle. La repetición del ciclo de violencia (convirtiéndose ellos mismos en maltratadores), la evitación de las relaciones, la tendencia a vincularse con personas que les hacen daño, el abuso de sustancias o la paralización frente a diversas situaciones, suelen ser características de adultos que han sufrido maltrato infantil.
SÍNTOMAS QUE SE PUEDEN PRODUCIR EN LA EDAD ADULTA POR SUFRIR TRAUMAS EN LA NIÑEZ Y ADOLESCENCIA
• Regulación de los afectos e impulsos: a la persona le cuesta controlarse, tendiendo a ser impulsiva o demasiado reprimida en diferentes ámbitos de su vida, lo que le genera inmovilización en la toma de decisiones o por el contrario, impulsividad que puede llevarle al consumo de drogas, el juego patológico, las compras compulsivas o la agresividad.
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• Memoria y atención: suelen estar afectadas, ya sea con una disminución (no recordar las cosas que se hacen o dicen, no fijarse en detalles importantes, problemas de concentración, olvidar los hechos traumáticos sufridos o no tener recuerdos infantiles, etc.) o por una hiperactivación (buscar obsesivamente estímulos que les previenen del abandono o el engaño, alta desconfianza, intrusión de imágenes y pensamientos relacionados con el hecho, etc.)
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• Auto-percepción: Las personas con traumas infantiles no resueltos suelen tener un bajo concepto de sí mismos, sentimientos de inferioridad, baja autoestima, sensación de no ser digno de amor, creencias de no ser aceptados o no ser adecuados, son constantes en este tipo de personas.
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• Relaciones interpersonales: se podría decir que el miedo al abandono rige su mundo social. Piensan que no estarán a la altura de las relaciones ni las personas y que ni ellos ni los demás son dignos de confianza ni amor. Por ello o evitan las relaciones o se “apegan” a una persona de manera desmesurada. La tristeza, la ansiedad, la ira y la dramatización suelen ser tendencias en este tipo de personas.
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• Somatizaciones: cuando el trauma no es expresado y elaborado, aunque esté en la infancia, suele manifestarse de manera corporal. Diferentes enfermedades pueden tener una causa traumática: dolores de cabeza, problemas intestinales, problemas de la piel, etc.
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Esquemas mentales e ideas distorsionadas: La percepción del mundo, de los otros y de sí mismos como faltos de confianza, impredecibles o peligrosos o la idea de tener mala suerte constante o de que todo va a salir mal suelen regir los esquemas mentales de estas personas.
Disociación: la disociación es una estrategia primitiva que se usa ante situaciones con alta carga emocional negativa. Nos protege de un daño mayor, por ejemplo: la persona que está siendo abusada puede pensar que eso le está sucediendo a su cuerpo pero no a ella. Esta defensa puede generar una patología dependiendo del grado de disociación de la persona, desde amnesia hasta Trastorno de Identidad Disociativo en los casos más graves.
• Alteración del sueño: pesadillas, insomnio o somnolencia pueden ser causados por el trauma.
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• Alteración del apetito o la conducta alimentaria: problemas de atracones, vómitos o anorexia pueden tener causas traumáticas infantiles. Por ejemplo: vomitar para “sacar lo sucio de dentro” o no comer para “recuperar el control del cuerpo” que se pierde en el abuso o con padres muy controladores.
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• Alteración de la sexualidad: conductas impulsivas o peligrosas en la sexualidad, disfunciones sexuales y falta de deseo pueden tener una causa traumática.
Autor:
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