¿QUÉ HACES CON LO QUE APRENDES?
En mi opinión, todo lo que uno descubre, lo que aprende, o todo aquello de lo que uno se da cuenta, no sirve de casi nada mientras no se interiorice, mientras uno no lo acepte y asuma de tal modo que pase a formar parte de uno mismo. No sirve de gran cosa hasta que deje de ser un pensamiento o un buen propósito –algo etéreo- y forme parte indisoluble de la esencia de uno mismo –algo práctico-.
Ese es el modo de sacar la utilidad una vez que se ha sido descubierto algo. Ya sabemos que la teoría si no se lleva a la práctica no sirve de mucho.
Lo importante es tener activada de continuo la voluntad de descubrir, tener el Yo Observador continuamente vigilante, y con eso consolidar un firme proyecto de estar atento a cualquier descubrimiento personal, manteniendo a la honradez y la ética pendientes de ver cualquiera de las facetas que pueden ser cambiadas o retocadas para mejorarlas. En muchas ocasiones, simplemente con esta actitud activada se hacen hallazgos sorprendentes, y en muchas ocasiones no hay que hacer nada con ello, sólo mantenerse en la quietud y el silencio que esa cosa necesita para encontrar dentro de cada uno el sitio que le corresponde.
Aprender es importante, pero lo verdaderamente importante es qué se hace con aquello que se aprende.
Cuando uno aprende algo, suele plantearse… y esto, ahora… ¿dónde lo pongo?, ¿qué hago con ello?
La propia atención –o la intuición- hacen ver si es un asunto al que hay que darle alguna vuelta CON LA MENTE CONSCIENTE, en modo de reflexión, o si es algo que ya se termina de masticar y digerir ello solo y en silencio, porque en muchas ocasiones no hay un diálogo de palabras llenas de explicaciones, sino que el cambio se va haciendo gradualmente, por sí mismo, y un día uno se descubre que ha cambiado alguna cosa en su forma de ver, de pensar, de sentir, de comportarse… y no sabe de dónde ha salido eso.
Lo que he observado es que esto va despacio al principio, como si se ralentizara por la falta de costumbre o la inexperiencia, pero a medida que uno le pone atención e intención, aparecen más cosas y más a menudo, se resuelven con mayor celeridad, y el ritmo de los cambios aumenta cada vez más rápidamente.
Es como si, cuando uno se compromete en un Proceso Consciente de Desarrollo Personal, las circunstancias o el Universo o la Divinidad –o todos juntos y al mismo tiempo- se pusieran a trabajar a favor de uno. Es así de mágico. Por eso te invito a que lo hagas si aún no lo has hecho. Encomiéndate a quien te pueda ayudar –incluido tú mismo, por supuesto- y ponte en marcha.
Te dejo con tus reflexiones…