¿SOY DEMASIADO BUENA O SOY TONTA?
¿Te has hecho esta pregunta, u otra similar, en alguna ocasión?
¿Sientes que abusan y se aprovechan de ti?
¿Te parece, o estás segura, que das mucho y recibes poco o nada a cambio?
¿Crees que los demás son injustos contigo?
¿Has pensado en si eres demasiado buena y por eso te toman por tonta?
Aunque no deba servirte de consuelo, estás en la misma situación que un 90% de las mujeres mayores de cincuenta años.
En la misma situación que la mayoría de las madres a las que les cuesta mucho trabajo decir “no”, y sienten que sus hijos se aprovechan de ellas.
En la misma situación que la mayoría de las esposas que, aunque no paran de quejarse de que llevan todo el peso de la casa y la familia, siguen haciéndolo todo por ser demasiado buenas o tontas.
En la misma situación que muchas abuelas que se ven obligadas, y sin reconocimiento, a responsabilizarse de tareas que no son de su incumbencia directa (Ponemos aparte a las que lo hacen por voluntad propia).
¿Te estás preguntando ahora mismo si eres demasiado buena o eres tonta?
Si la pregunta te resuena, o si te sientes un poco identificada, ahora es un buen momento para dejar de seguir leyendo, hacerte la pregunta, y dedicarle toooooooooooodo el tiempo que sea necesario para encontrar una respuesta satisfactoria.
Te lo recomiendo expresamente.
Antes de seguir leyendo para ver si, por fin, encuentras la respuesta –cosa que no te garantizo-, conviene que te pongas a prueba y encuentres TU respuesta, porque para ti solamente debiera ser válida TU respuesta.
¿Has encontrado ya TU respuesta, o has desoído mi sugerencia y sigues leyendo? (Es tu última oportunidad para hacerte la pregunta y encontrar TU respuesta… tú verás…)
La respuesta a la pregunta –siento decírtelo- no es universal. No vale la misma para todas las personas.
Algunas mujeres tienen una necesidad de complacer a los demás, y ni siquiera se plantean esta cuestión.
A otras, las han educado de ese modo: haciéndolas creer que son sirvientas de sus padres, esposo, hijos, nietos, amigas… y tampoco se plantean el asunto.
Otras, en cambio, son capaces de darse cuenta y valorarse, de saber defenderse e imponer sus límites, y hacer que los respeten.
La diferencia más notable está en la voluntad. Si una lo hace voluntariamente, no le importará la diferencia entre que la califiquen de una y otra cosa.
Si a una le pesa, le molesta, le deja una mala sensación esta cuestión, sin duda acabará pensando que es tonta.
En este segundo caso, una de los remedios posibles consiste en fomentar el amor propio –amor hacia sí misma-, y el auto-respeto y, mediante la asertividad, comunicarles a los demás su pensamiento a este respecto, para poder vivir en un estado en el que se sienta cómoda, a salvo de este problema.
Hacer las cosas por generosidad, por voluntad propia, y no por obligación, o porque es una demostración de amor sincero hacia los demás, o porque es una responsabilidad que una ha aceptado libremente y desea cumplirla, son motivos que liberan de la pregunta.
