LA VEJEZ
En el otoño de mi vida después del camino recorrido, me descubro tratando de evadir, o quizás de disimular, los significados de las palabras.
La verdad mi aversión es a esta sola palabra: VEJEZ.
Es curioso que leyendo una novela encontré de pronto, en el relato de la protagonista, la pauta para plantearme en serio este tema.
Esa noche interrumpí la lectura y me quedé quieta, escuchándome a mí misma, mirándome hasta el fondo, como la “protagonista” de la historia de mi vida. Llegué entonces a la conclusión de que he llegado a esta etapa de la vida: LA VEJEZ.
No tiene caso seguir evadiendo las palabras cuando se llega a la aceptación de la realidad.
Pero…¿Que significa envejecer?
Ser vieja es ser diferente y sin embargo la misma siempre. Todo lo que fui, y lo que soy, todo eso sobrevive encerrado en mí, completo, a veces algo disminuido, otras veces enaltecido.
Depende de cómo me vea a mí misma hacia dentro.
Todo está ahí incrustado, adherido; como la corteza del árbol, añeja pero útil; preservando la savia de la vida.
Envejecer no es como la metamorfosis de la mariposa. (Quizás el nacer o el morir si lo sean).
Envejecer no es una metamorfosis. Envejecer es un acumulamiento de vivencias, de experiencias… fragmentos tan diversos como las notas de una partitura o las estrofas de un poema.
Ahí están todas las palabras, todas las lágrimas, toda la risa. Lo bueno y lo mejor. También los errores, las faltas. Lo recibido y lo entregado; lo aprovechado y lo desperdiciado. Las rebeldías y las resignaciones. Las esperanzas y los desalientos. Los sueños y los deseos insatisfechos.
Están también las saciedades y las ansiedades. Los días grises y los momentos plenos.
Siguen ahí los olores, los sabores, los sonidos, las imágenes... me veo revolviendo las mixturas, repartiendo los aromas, sazonando la comida… haciéndola rendir.
Están ahí todos los secretos, las caricias intercambiadas en la complicidad de la noche, la ternura en un murmullo; iluminándolo todo como una luciérnaga. Cuando el amor era motivo y centro.
Están los amaneceres radiantes, que no había tiempo de admirar y el canto matinal de un ave... como un reproche.
El apuro de las mañanas, las prisas de los mediodías, el cansanciode las noches. Están los insomnios y el alivio de ver aparecerun nuevo día.
Nada se ha perdido. Todo ha quedado ahí.
Aunque haya sido tanto el camino transitado, aún no termina el viaje; ni el aliento en las venas, ni los apetitos que causan extrañeza; persisten los sueños, los deseos de dispersos deleites... de noches encantadas.
Hay aún resonancias en el cuerpo, anhelos en el alma, armonías en concierto; añoranzas, nostalgias junto a redoblados bríos para vivir el presente.
Envejecer es llegar a la cima; ver lo que se ha logrado y valorarlo.
La vida no se detiene: va siempre hacia adelante.
El tiempo no es nuevo o viejo, es un instante eterno... para disfrutarlo.
OCTUBRE 16 DE 2011.