EL CIELO Y EL INFIERNO ESTÁN EN LA TIERRA
En mi opinión, no es necesario esperar hasta morir para conocer y disfrutar eso que llamamos “El Cielo”, ni tampoco es imprescindible ser muy malo y morir para conocer eso otro que llamamos “El Infierno”.
He creado una idea que tal vez no sea cierta –o sí- pero me interesa: ambos están en la Tierra. Están a nuestro alcance tanto los placeres como los sufrimientos que nos vaticinan para cuando ya no estemos aquí. Están aquí todos o casi todos. O, tal vez, simplemente es que aquí y ahora tenemos la opción de vivirlo todo, y además vamos etiquetando las cosas, dividiéndolas en los opuestos –sólo teóricamente- bien y mal, bueno y malo.
He preguntado a muchas personas: ¿qué imaginas que hay en el Cielo?, ¿qué esperas encontrar cuando llegues allí? No he recibido ni una sola respuesta coherente, lógica, ni siquiera clara. Ninguno de los preguntados lo tiene claro. “estar con Dios” es la respuesta que más se repite, pero tampoco pasan de esa imagen/pensamiento/deseo que no saben desarrollar más allá de la palabra. “Angelitos”, dicen también. Hay otras que no parecen muy lógicas: “pasear”, “leer”, ¡hasta hay quien me ha dicho “ir al cine”!
Lo único que tienen claro es que no quieren ir al infierno, pero tampoco saben qué encontrarían allí -en el caso de que haya infierno-.
Y me queda patente que eso de “ir al Cielo” es una aspiración costumbrista sobre la que no todos han reflexionado lo suficiente.
La práctica totalidad de las cosas que me dicen que esperan hacer en el Cielo las pueden hacer en la Tierra, porque la mayoría de las personas piensan en cosas que se pueden hacer con un cuerpo físico… cosa que parece que no tendrán los que lleguen allí -en el caso de que haya Cielo-.
Aquí, en la Tierra, podemos disfrutar como si fuese un Cielo y sufrir como si fuese un infierno. Y eso va a depender más de cómo aceptemos o no lo que nos suceda que de los sucesos en sí.
Tenemos incorporados en nosotros, o a nuestro alcance, los elementos que nos pueden hacer disfrutar o sufrir. Vista, oído, tacto, gusto, olfato, posibilidad de hablar y comunicarnos, emociones y sentimientos, miedos, recuerdos, familia, ilusiones, abrazos, llanto, alegría, dolor, esperanza, pena…
Con la capacidad de administrar bien o mal esos elementos podemos convertir nuestro paso por esta vida en un milagro, en un recreo para gozar, o en un campo de tortura y casi exterminio. Y eso depende de nosotros. De cada uno de nosotros individualmente, no del colectivo que es la humanidad.
Preservarse, que es protegerse, que es resguardarse antes de que algún daño o peligro nos afecten, es una buena decisión. Poner una barrera a lo desagradable para que no nos afecte, es una buena decisión. Quitar poder a los miedos deshaciéndonos de los miedos, es una buena decisión. Objetivar las cosas que nos suceden sin añadirles un drama innecesario, es una buena decisión.
Se trata de fomentar y magnificar lo bueno que nos ocurre (Cielo) y de menospreciar o rechazar lo negativo (infierno). Se trata de apreciar toda la belleza y lo emocionante que ocurre a nuestro alrededor en cada instante y de no engancharse al dolor o lo desagradable cuando nos toca vivirlos.
Cualquiera de los placeres nos pueden acercar a la idea de Cielo y cualquiera de las pesadumbres no puede hacer sentir el infierno. Y sólo depende de cada uno qué hacer con ambas cosas.
No sé si habrá Cielo o infierno. Lo que sí sé es que estamos aquí y ahora, que actualmente tenemos la posibilidad de disfrutar y ser felices, y que es mejor no perderse el presente.
¿Y si sufrimos menos y disfrutamos más?
Y deprisa, que la vida no para.
Te dejo con tus reflexiones…