EL ARREPENTIMIENTO, EL COSTE NECESARIO DE NUESTRAS EXPERIENCIAS
El arrepentimiento es, posiblemente, una de las emociones más interesantes en el ser humano y a la vez, de las menos estudiadas. El mero hecho de experimentarla ya dice mucho de nosotros, es más, tal y como señalaba Cervantes, es auténtica medicina para el alma. Gracias a ella intentamos ser un poco más prudentes en el futuro y, a menudo, hasta intentamos actuar de un modo más correcto.
Sea como sea, esta realidad psicológica que podemos entender como una emoción pero también como un complejo proceso cognitivo, está muy presente en todos nosotros. Es común arrepentirnos de muchas cosas en el día a día: elecciones, comportamientos, palabras dichas, compras realizadas, haber descuidado algo o a alguien… Podríamos dar sin duda mil ejemplos.
Ahora bien, las investigaciones realizadas sobre la psicología del arrepentimiento nos dicen que las personas, por término medio, nos arrepentimos más de las cosas hechas que tuvieron resultados negativos que de aquello que en un momento dado elegimos no hacer; bien por miedo, indecisión o falta de coraje.
Duelen, por encima de todo, las malas elecciones, esas que en un momento dado, llegaron a cambiar nuestra vida. Carcome a su vez el posible daño que pudimos hacer a otros en el pasado, como también quema y nos arrepentimos de haber prestado nuestra confianza a aquellos que nos terminaron traicionando.
EL ARREPENTIMIENTO, UNA EMOCIÓN POCO ESTUDIADA
Decía Maquiavelo, con gran acierto, que es mejor hacer y arrepentirse que no hacer y arrepentirse más tarde. Es una gran verdad, ahora bien, lo que ya no es tan comprensible es eso otro que muchos de nosotros le hemos oído decir a alguien: «yo no me arrepiento de nada». ¿Puede ser esto verdad?
Tener ante nosotros a una persona que considera que todo lo hecho, dicho, realizado y experimentado a lo largo de su existencia ha sido acertado, es el anuncio de una infalibilidad un poco dudosa. Admitámoslo, la mayoría cambiaríamos unas palabras, un gesto, un silencio, por pequeño que sea. Y es más, sentirlo así, no solo bueno, sino que también necesario.
El arrepentimiento no deja de ser una emoción más dentro de un abanico muy amplio y como tal, tiene una finalidad. Su propósito no es otro que el de ajustar nuestra conducta, dotarnos de experiencia y permitirnos actuar en el futuro de un modo más acorde a nuestra personalidad, valores y necesidades.
De este modo, quien carece de remordimientos, quien no se arrepiente de nada, o bien no ha vivido o experimentado lo suficiente o tal vez, carece de un adecuado sentido de perspectiva. Porque vivir también es equivocarse y asumir el error. Es elegir determinados caminos y arrepentirnos de haberlo hecho. Gracias a esas experiencias nos conocemos mejor, descartamos opciones, crecemos y avanzamos con mayor sabiduría.
EL ARREPENTIMIENTO ES MAYOR EN LAS COSAS HECHAS QUE EN LAS NO INTENTADAS
Existe una idea muy común relacionada con el hecho de que las personas solemos arrepentirnos más de aquello que no hicimos que de lo que llegamos a realizar. Sin embargo, tal y como hemos señalado al inicio, el arrepentimiento en el ser humano es más intenso debido a la acción que a la inacción.
Fueron los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky quienes demostraron esta realidad gracias a un interesante estudio que más tarde fue replicado por otras universidades como, por ejemplo, la de Tilburg, en los Países Bajos. Así, algo que ha podido verse es que esta emoción es muy común en el ámbito afectivo y relacional.
Nos arrepentimos de no haber trabajado lo bastante en ciertos vínculos que al final acabaron rompiéndose. Lamentamos haber dejado a algunas personas, como también, haber dado nuestro afecto a alguien que no lo mereció. Asimismo, también es común experimentar arrepentimiento en materia de compras, algo que al parecer está en el orden del día.
NADIE SALE ILESO, TODOS CONOCEMOS EL ARREPENTIMIENTO
El arrepentimiento combina razón y emoción, es sentimiento y, a su vez, una profunda evaluación experiencial que hacemos con frecuencia. Así, nunca está de más admitir que en el viaje de la vida nadie lo termina sin conocer la emoción que hoy tratamos.
La mayoría imaginamos qué habría sido de nosotros si hubiéramos actuado de otra manera (pensamiento hipotético). Así, a este tipo de pensamiento donde elucubramos sobre esas realidades alternativas y sobre cómo sería nuestra realidad en dichas circunstancias, lo llamamos «pensamiento confractual».
Lo más interesante de todo es que caer en estos escenarios de divagación repercute positivamente en nosotros. ¿La razón? Dichos análisis, dichos esfuerzos cognitivos, nos ayudan a delimitar actuaciones futuras. Es decir, el arrepentimiento no deja de ser un ejercicio de reflexión donde conocernos mejor y clarificar cómo debemos comportarnos de ahora en adelante para ajustar conductas con deseos, actos con valores.
En esencia, estamos ante una realidad psicológica tan útil como necesaria. Asumir que nos arrepentimos de determinadas cosas nos permitirá seguir creciendo como personas.
Valeria Sabater