LA FELICIDAD NO ERA ESTO
En mi opinión, la falta de criterio y de realidad cuando uno sueña en su infancia con la felicidad, o en su juventud, incluso cuando es adulto, hace que equivoquemos los rumbos, que busquemos sin saber lo que buscamos y sin saber dónde buscamos, y que todo símil de felicidad nos parezca insuficiente porque no se acerca al altísimo –pero inestable- pedestal donde la ponemos.
Buscamos la felicidad sin saber qué es la felicidad. Y aún también erramos en otra cosa más: buscamos una felicidad “universal” y no hay nada más personal que los elementos que a cada uno le hacen feliz.
Cuando uno se hace mayor se da cuenta que la felicidad más auténtica parece que sólo reside en la infancia, o en la parte más despreocupada de la juventud, en esos momentos en que uno recibe la felicidad con los brazos abiertos y sin ponerle muchas condiciones ni exigencias, y que la felicidad está en lo sencillo –como si huyera de la opulencia- porque uno tiene el ojo afinado para encontrarla, y la mente no se inmiscuye, y ser feliz no es tener sino ser, no es alcanzar sino estar, y no depende del futuro sino del presente.
Es muy posible que te haya pasado a ti también eso de que llegues a poseer lo que pensabas que te iba a hacer feliz… y que compruebes que no se produce la magia ni el milagro. Sólo ves en ti una sonrisa muy leve que no compensa el desencanto de evidenciar que la felicidad no era eso y te asola una pregunta que no se atreve a mostrarse del todo: “¿esto es lo que yo llamaba felicidad?”
Ya está. Lo conseguiste. ¿Y qué? si te satisface plenamente, felicidades. Si te deja más frio que eufórico, sólo queda comprobar hasta qué punto fuiste sincero cuando te lo propusiste, y quién tomó la decisión de fiar la felicidad a conseguir algo que ahora sólo te proporciona una reflexión triste.
¿Tienes claro qué es lo que realmente te hace feliz?
¿Todavía persigues algún sueño de felicidad que nunca tendrá un final feliz?
¿Le exiges demasiado a la felicidad?
¿Y si la felicidad no es para ti lo que crees?
¿Eres capaz de descubrir la felicidad en las cosas sencillas?
¿Tienes muy idealizada la felicidad?
¿Te enfrentas a lo que te impide alcanzar la felicidad?
Uno de los inconvenientes que se producen en la relación con ella es que a veces –y muy erróneamente- pensamos que son las cosas y su posesión quienes nos ofrecerán la felicidad en bandeja… y no siempre ocurre así. Además, la felicidad que nos puede ofrecer lo que poseemos no está en su sola posesión sino en su disfrute.
A veces se idealizan en exceso las cosas y a veces nuestra imaginación y nuestro deseo y nuestro ego se alían… en contra nuestra. Aprender a renunciar a los sueños imposibles y ser conscientes de que la felicidad es un asunto personal, ayuda a centrarse en este tan delicado asunto.
Hay que tener mucho cuidado con esto, ya que si no se realiza lo que creemos que nos va a aportar felicidad, lo que sí nos va a aportar –sin duda- es frustración.
Poner esperanzas en un imposible es una mala inversión.
Dejar la felicidad en manos ajenas o en la inseguridad del azar o en la
irresponsabilidad de una fantasía desbordada es un riesgo excesivo.
Soy más partidario de que aporte felicidad lo sencillo, lo simple, lo que está a nuestro alcance, lo que no conlleva unas rigurosas y complicadas exigencias, lo que se puede alcanzar simplemente estirando el brazo.
Hay felicidad en las relaciones, en el cuidado propio y a los otros, en los placeres simples que si se les presta atención trascienden la cotidianeidad y alcanzan niveles que pueden superar cualquier listón no desorbitadamente exigente. En abrazar y ser abrazado. En saber que uno es querido por otro y que eso es mutuo. En vivir con atención y acogimiento el maravilloso mundo de los sentimientos. En lo que aparenta ser invisible a los ojos no atentos. En ser Uno Mismo.
Cada uno ha de decidir su propio modelo de felicidad y con los ingredientes que le quiera poner. Y es muy conveniente revisar todo lo anterior, decidir y hacer, porque la tristeza de alcanzar aquello que se creía fuente de felicidad y no sentirlo así… es inconsolable.
Y uno se habrá perdido la ocasión de dedicarse a la auténtica felicidad.
Te dejo con tus reflexiones…